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Desde el vientre de un avión

Por Lucas Gómez Cano |

Le he pedido permiso a Dios

para hacer mi versión de este episodio.

M.B.A

Ubi sunt es la nueva obra de María Belén Aguirre, publicada por La Papa Editorial. En realidad no es nueva, sino que es la que la autora ha decidido publicar en estos meses. Como si de fotogramas habláramos, en términos cinematográficos, ha escogido como una montajista el momento oportuno para mostrar esta pieza, que a la vez es parte de una trilogía. Sus títulos, imagino, hasta ella ha perdido la cuenta de los números y parece mentira que apenas pasados los cuarenta años tenga semejante trayectoria.

Como ya ha hecho a lo largo de su carrera, este libro es de una crudeza no apta para cualquiera. Aviso al que pretenda leer poemas sobre gente que va de la mano en los parques y sonríe al cielo para luego obsequiar por plataformas como Instagram, mejor siga de largo. Porque ni siquiera es un poemario, sino que utiliza los versos como una forma de respiración para su narrativa. Un mecanismo que la ha acompañado desde su comienzo, con Viaje a Lituania, y que en el prólogo de una de sus obras el escritor jujeño Fernando Choque ha definido como poemario en clave de nouvelle. Ya a esta altura es mejor llamar las cosas por su nombre: Ubi sunt es otra novela de la tucumana María Belén Aguirre. Inusual, eléctrica, hipnótica. Desde que empieza agarra de los pelos al lector y no lo soltará hasta mucho después del último punto. Narra el final -desde su final- del poeta Miguel Ángel Bustos: Arrojado/ desde el vientre/ de un avión/ sobre el Río de la Plata. Con esa metáfora, como un nacimiento al revés, para dar la peor de las muertes, la escritora traza una crónica que congela la sangre. Una crónica ficcionada, libre, pues la muerte de este hombre, entre otros hechos, ocurrió de otra manera. Sin golpes bajos, sin panfletos pedagógicos de lo correcto. Ella informa como hace casi un siglo lo hizo Roberto Arlt cuando fue a dar testimonio del fusilamiento de Severino Di Giovani, en su crónica He visto morir. No es casual esta comparación, pues allí Arlt utiliza el humor absurdo en medio de un acto lamentable para la humanidad. El espectáculo de ver morir. Ante las risas y  los zapatos ridículos, un hombre era acribillado legalmente y hasta ovacionado. Aguirre hace lo mismo pero con un tema donde en las ficciones abunda la autocensura y uno tiene que aparentar como el común progresista y nostálgico del terror, aún sabiendo que el miedo tiene sus infinitos matices y es de valientes decir la verdad. Y es aquí donde está lo interesante, poniéndose en la piel del propio Bustos, en primera y segunda persona. En cada paso se siente la adrenalina. Cada vez que se aprieta una tecla en la Olivetti, es un disparo en contra y las ideas y los versos van desapareciendo como todo lo que desaparece en esta guerra. La pastilla de cianuro que esconde entre la ropa, paradójicamente, como un órgano vital tras el fantasma de la picana y las preguntas. Libreros paranoicos que no se animan a vender siquiera un cuaderno porque quién sabe  lo que se escribirá en esas hojas y si los darán por responsables. Gente que vuelve, luego de una señal o código de golpecitos musicales en la puerta, y uno se pregunta: ¿Volverá la próxima?  Abrazos donde nunca estuvieron tan cerca las almas. Un hijo que está por nacer  y que por favor que no nazca en el mismo momento que los militares tiren abajo la puerta. Un Falcon verde que pasa de largo y el aire que sale de los cuerpos como una energía similar a mil orgasmos. Un Falcon verde que esta vez se detiene de forma tan inesperada que el cianuro queda por siempre en un bolsillo secreto y la llegada al cautiverio y la tortura. Encontrar un lápiz es como encontrar oro, un milagro. La canción de Palito Ortega La felicidad nunca estuvo tan lejos de la felicidad en una de las páginas donde Aguirre -¿O Bustos?-  arremete contra toda la feria de seres humanos asquerosamente dormidos. Y para esperar que todo sea mentira, volver a abrir el libro, comenzar otra vez el texto y encontrarnos con que el final es el principio y todo este horror pasó en este país.

Ubi sunt está entre las obras más fuertes y logradas de la autora. Una narradora tan  inusual como necesaria, con mecanismos de la poesía, el ensayo, la crónica y, sobre todo, el cine. Con la misma sed e intensidad de sus primeras nouvelles: La bisnieta retardada de Artaud, Clases de OlgaRetrato de Teresa y El silencio de Tamar. Y aquí confirma su lugar en la literatura, más allá de los concursos y apariciones en eventos que, al fin y al cabo, son lo de menos.

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