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ISSN 2684-0626

 

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Arquitectura para la memoria

Sobre la poesía de Néstor Soria

Por Gabriel Gómez Saavedra |

Hay una poesía capaz de labrar la carne de la memoria con los rasgos de una región y darle una arquitectura capaz de traer al presente, más allá del polvo del tiempo, nombres, oficios, costumbres y paisajes, latiendo cercanos aun por sobre la homogenización de la globalización inevitable. Esa poesía es la que ejerce Néstor Soria, con una coherencia estética que se mantiene a lo largo de toda su obra.

Su poética es una poética que mira hacia atrás, pero desde lo necesario y no por un anacronismo terco. Es preciso entender esto para leerla; ver el esfuerzo de su empresa para rescatar un mundo que pareciera perdido, pero que está ligado, de sobremanera, con el hoy. La temática que abordan sus poemas muestran la cara más cruda de una Latinoamérica que se sintetiza en Tucumán, y que de ahí toca su parentela con Sudamérica y el NOA. Para retratar estos rasgos el autor no sólo se valió de interminables recorridos [i], sino también de la virtuosa memoria de sus mayores.  Las páginas que pueblan los poemas de Néstor Soria amalgaman vivencias propias con ajenas que se retrotraen, si nos atrevemos a dar una marca temporal, hasta aproximadamente la década de 1940, pero que se pueden leer más allá de esos límites, porque en ellas está el gesto de lo milenario. Una fusión barroca donde no sobra nada si el lector sabe encontrarse y encontrar a los suyos en ella; donde está el sincretismo de las tradiciones y la religiosidad: “Sólo una cruz ha queda’o / cerca la Cumbre Chica, / allá lo lloran las arcka / con ayes de quenas indias / y yo le yapo un responso / pa’l fina’o Mariano Vilcha” (La Mariano Vilcha); la sabiduría del que mide las señales de la naturaleza en la luna con una conexión no artificial: “Es la seña de llover, cuando en la noche / se aparece coronada su semblanza, / cancionera de frutos y de brotes / cuando el hombre agricultor busca revancha” (Luna del monte); los mundos de los oficios y sus transformaciones: “Quién pudiera decirle al tiempo nuevo / que en el ojo perfecto de su máquina, / están los genes de otros tiempos” (Canto mayor por los oficios) y el mal pago a la mano obrera, que tiene triste y absoluta referencia en el cierre del ingenio azucarero Nueva Baviera[ii], que supo moler en la tierra que vio nacer al poeta: “Caminito del ingenio / que no conoces mi cara, / porque te cruzo de noche / trabajador y fantasma, / fantasma por ser liguero, / trabajador por las ganas” (El liguero).

Para la forma, Soria ha elegido el verso medido y la rima a veces recurriendo a formas cerradas (soneto, copla, romance, etc.) y otras no, pero no por una resistencia al verso libre, sino porque todo autor que se precie de darle a la materia de su escritura el conducto adecuado de su manifestación, debe elegir cuál la representa y la traduce de la manera más certera, y esta elección de Soria para su poesía es la decisión clara de que los tiempos medidos de lo clásico imprimen una solidez que le brinda la seguridad de lo que ha atravesado varios siglos, a todo ese bagaje de memoria que su voz intenta fijar, así no se dispersa. Ese uso de la forma no es puro, siempre lo está subvirtiendo; basta con apreciar las numerosas combinaciones de versos de arte menor con versos de arte mayor, como burlándose de la antigua disputa entre lírica culta y popular, diciéndole al lector “yo miro al paisaje humilde con la altura que se le niega”. Esto último se liga a una faceta del poeta que lo caracteriza a fuego: un gran número de sus poemas fue musicalizado por grandes compositores de la música popular argentina, como Rolando Valladares, Luis Víctor Gentillini, Juan Falú, Raúl Carnota y Rubén Cruz y, no sólo eso, sus obras tienen un rodaje permanente, integrando el repertorio de intérpretes de las nuevas generaciones que ven en ellas la traducción de una voz que tiene mucho para decir todavía, y, sobre todo, el repertorio de innumerables cantores anónimos que coronan una sobremesa de amigos con sus canciones. Esta característica es una señal de vitalidad inmejorable para la obra Néstor Soria y lo coloca entre uno de los poetas ineludibles del cancionero popular argentino de la música de raíz folklórica, al lado de nombres como Jaime Dávalos, Manuel J. Castilla o Armando Tejada Gómez; basta mencionar algunos títulos de sus canciones como: “Jujuy mujer”, “Zamba del arribeño”, “Comadre Dora” o “La calladita” para dar crédito de ello.

Néstor Soria es contemporáneo a poetas de nuestra provincia como Mario Casacci,  Francisco Galíndez, Roberto Reynoso o Alejandro Carrizo (jujeño de origen pero que residió varios años en Tucumán) que transmitieron, a su manera, la necesidad de mirar atentamente la medida de Latinoamérica como un proceso inacabado, en sus luces y sombras (un detalle no menor, es que el primer libro de Soria Este paisaje es mío se publicó en el año 1990, en plena bienvenida a los espejitos de colores que traía el neoliberalismo con el mascarón de proa de Menem). Por otra parte, esta voluntad tiene claros continuadores en poetas de generaciones más jóvenes, como Pablo Dumit, Dardo Solórzano o Candelaria Rojas Paz.

 A la obra de Néstor Soria le cabe, sin duda, la sentencia de Matsuo Bashō: “No sigo el camino de los antiguos, busco solamente lo que ellos buscaron”, por eso Rodolfo Alonso supo emparentarla con Antología de Spoon River, de Edgar Lee Master[iii]; basta observar un detalle muy interesante: el autor, una y otra vez, usa el tiempo presente y la primera persona para transitar la experiencia y los retratos de los seres y climas que pueblan sus poemas, como un ejercicio de hidratar la boca seca de la muerte, que sabe volar, con su sabiduría, más allá de la degradación y la negación del tiempo.


[i] Pueden leerse pasajes biográficos del poeta Néstor Soria en una entrevista que le realicé en 2014 en el portal Folklore Club, y que se publicó por primera vez en la revista Trompetas completas. Link: https://www.folkloreclub.com.ar/nota.asp?idnota=2949

[ii] El Ingenio Nueva Baviera fue uno de los 11 ingenios que cerraron sus puertas en el año 1966, por decreto de la dictadura de Onganía. Este hecho generó una crisis socioeconómica muy importante en la provincia, ya que significó el despido de alrededor de 50.000 obreros y la migración de, aproximadamente, 200.000 tucumanos.

[iii] Rodolfo Alonso manifestó esto en una reseña del libro Este paisaje es mío que escribió para el Suplemento Literario del diario La Gaceta (28 de junio de 1992).

*


Néstor Soria (Ingenio Nueva Baviera, Tucumán, 1947)

Poeta, autor y compositor. Creador junto a compositores y poetas de numerosas obras del cancionero folklórico argentino. Es autor de los libros de poesía Este paisaje es mío, con ilustraciones de Luis Lobo de la Vega (1ª ed., 1990 y 2ª ed., Último Reino, 1991) y Tucumán en la memoria alucinada. Este paisaje es mío (Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2012), de la colección Memoria de los barrios tucumanos y de las obras musicales integrales Canto popular de los oficios y de Tucumán: Canto de amor y lucha por la tierra de uno, con música de Rubén Cruz y Juan Falú, respectivamente.

Fue invitado por las universidades de Sevilla y Murcia para disertar sobre el surgimiento de los sindicatos en la industria azucarera.

Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Es presidente vitalicio de la fundación Cultu-Raco.


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Imagen 1: Ofrenda (2017), de Gabriel Lemme.

Imagen 2: 1 de agosto (2017), de Gabriel Lemme.

4 respuestas a “Arquitectura para la memoria”

  1. Néstor "Poli" Soria dice:

    El poeta y escritor Gabriel Gómez Saavedra me honra con su amistad y hoy hizo este magistral análisis de mi obra. Este es un regalo que insufla nueva vitalidad a mi picapedrero corazón de poeta y caminante. Gracias. Saludos a La papa.

  2. Carlos ortega dice:

    Excelente comentario y análisis de la inmensa obra de nuestro Néstor Soria. Saludos a los autores y a La.Papa

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