Por Facundo Iñiguez | En la portada de los diarios y en las pantallas de los teléfonos el Amazonas ardía sin consuelo. El fuego avanzaba a una velocidad que nos dejaba atónitos, inmóviles y a miles de kilómetros, pero a la vez algo se quemaba adentro nuestro. Podíamos sentirlo cerca del pecho. La tarde se parecía a cualquier otra. El vaivén de transeúntes y vehículos, la música y el ruido
Facundo Iñiguez
V FILT
La ciudad todavía huele a almuerzos al paso y café de oficina, pero los autos no se agolpan en los semáforos ni las bocinas invaden las calles que rodean al Parque Avellaneda: es viernes. La siesta es el último peldaño de una semana fría de reinicio del calendario luego de las vacaciones de invierno. La cita, como de costumbre, es en el MUNT. Saludo a la señora del bar y
Vírgenes infinitas de Diego Puig
Por Facundo Iñiguez | Cerca de las once, con el sol cayendo pesadamente y su brillo incandescente vencido como una sombra densa sobre la madera y la piedra, recostado a su merced, me dediqué a escuchar al grupo de muchachas europeas que jugaban con una pelota a unos veinte metros de distancia. Desprendían un poco de indolencia, otro de ironía, algo de risas fingidas; era ese momento de las vacaciones.