La ciudad todavía huele a almuerzos al paso y café de oficina, pero los autos no se agolpan en los semáforos ni las bocinas invaden las calles que rodean al Parque Avellaneda: es viernes. La siesta es el último peldaño de una semana fría de reinicio del calendario luego de las vacaciones de invierno.
La cita, como de costumbre, es en el MUNT. Saludo a la señora del bar y me vuelvo para preguntar si tiene agua caliente. La excusa es débil, pero las ansias por saber si este año hizo tarta de manzana es más fuerte. La veo en el centro de la mesa: gigante, bronce y amarillo. Mi sonrisa ahora es con todos los dientes.
El árbol del centro del patio es el más alto y viejo y es el paisaje de fondo de la mesa de lectores. Los micrófonos apuntando y funcionando, el agua hasta el tope de la jarra y las sillas dispuestas en cada lugar, esperan a los autores.
El sol ilumina uno de los tablones ubicado en la diagonal que va hasta la sala audiovisual y reconozco a los libreros. De una mochila sacan, uno a uno, los títulos de un catálogo exhaustivo, ordenado alfabéticamente por editorial y por autor. Me indican las normas: tucumanos a la izquierda, invitados de este año en una mesa especial a la derecha cerca de la sala y los demás ordenados por editorial y distribuidos en el centro. Del otro lado se ubican las editoriales tucumanas que han desarrollado preferencia por los lugares. Algunas sobre la diagonal y otras en la vereda que enfrenta las galerías.
El cronograma presiona el inicio pero Tucumán es tierra de herejes en lo que al reloj respecta y eso, Blas Rivadeneira, Sofía de la Vega y Ezequiel Nacusse, lo saben desde el primero. Aparece un poco de jazz, hay quienes ya están preguntando precios y leyendo contratapas, las mesas en el patio de lectores se empiezan a ocupar y, aunque las actividades todavía se hacen esperar, el V Festival Internacional de Literatura Tucumán ya ha comenzado.
Leo una y otra vez las propuestas de ese y de los siguientes días. La lista de autores, de debates y lecturas es larga. Tucumanos, porteños, rosarinos, poetas, narradores y ensayistas se mezclan en grillas de distintos colores que invitan a no perderse nada. No logro memorizar, vuelvo a mirar, releo títulos, googleo algunos nombres, busco en los tablones alguna reseña. No puedo decidir qué hacer.
Los lectores, escritores, estudiantes, curiosos y aficionados invaden el MUNT. Dan vueltas, entran a la sala audiovisual, se sientan en el patio, toman mate y café, conversan. ¿Qué hacemos aquí? Es mi pregunta.
La respuesta me la regala, sin saberlo, Tamara Kamenszain durante la entrevista en la sala. “Fragmentos a su imán” dice y habla de Lezama y del libro que lleva el título. Lo que desempolva mi curiosidad es la interpretación de ella sobre este título: “los fragmentos adquieren sentido a partir de que un imán los ordena y ese imán es el libro en sí mismo”, se explaya. Celebra a Lezama y yo a ella.
Estamos aquí haciendo literatura. Ese es el imán y somos, con nuestras voces y textos, los fragmentos. Estamos viendo las luces de los fuegos artificiales que, desde hace unos años, los organizadores del FILT al igual que organizadores de otros eventos similares, vienen encendiendo. También estamos despejando ese cielo y construyendo lo que será, quizás en cincuenta años, la postal de la literatura tucumana. Sobre todo, la postal de Tucumán en el mundo literario.
Es sábado, el sol abriga el patio del MUNT y no hay excusas para no estar en el FILT. Comienza la primera mesa de lecturas y es un bar a cielo abierto donde los escritores van a leer sus obras y los espectadores a que les lean cuentos y poesías. Escuchan en silencio, se mueven con cuidado para cambiar de posición o pasar el mate y dormitan bajo la sombra de los árboles. Algo de la infancia se reedita ahí por un instante.
Las actividades parecen tener movilidad propia esa tarde, pero son los organizadores y colaboradores quienes corren detrás de los ligustros para llenar jarras y lavar las copas, presentar a los escritores y pedir al sonidista que baje la música o suba los micrófonos. La tarea es constante y el objetivo está claro.
El sol termina su jornada laboral y el frio se instala en el patio como otro invitado especial. Finaliza un arduo debate en la sala audiovisual: “Políticas de la escritura, riesgos en la literatura actual”. Se acerca, casi corriendo, un escritor amigo y, como una estela de la reciente discusión, continuamos detrás de un tablón lleno de libros. Se acercan dos más que, antes de presentarse, ya están exponiendo su postura. Argumentamos, ponemos ejemplos, citamos autores y otra vez el imán. Se había armado una mesa de debate paralela y los invitados éramos nosotros. Para celebrarlo, uno de los integrantes propuso llamarla “la mesa de los pies fríos”.
Domingo, último día. El semblante es el mismo que el de cualquier final de fiesta. Las actividades se desarrollan con parsimoniosa efectividad. Algunos libreros faltan y los tablones quedan vacíos. Todo marcha hacia la despedida y las preguntas son otras: ¿lo compro o no? ¿Quiénes vendrán el próximo año?
Al color final lo da Felipe Polleri aclarando, un poco más, mi curiosidad sobre el motivo de estar ahí. El escritor uruguayo dice, entre muchas otras cosas, que “la literatura es el territorio de la libertad”.
Quedan las luces del patio, solamente. Las editoriales guardan sus libros y se llevan los tablones y la mesa de lectores ya es un bulto junto a los pallets en el depósito. La sala audiovisual se va vaciando en pequeños grupos que sostienen conversaciones en voz baja hasta la salida del MUNT. La señora del bar guarda los restos de masas y tartas y su marido se va a cargar agua para vender los últimos café. Le pido la última porción de tarta de manzana que, por error, había quedado más grande que las anteriores. Hasta el año que viene, me dice. Asiento y salgo masticando.
Facundo Iñiguez Aciar nació en la ciudad de San José de Metan, provincia de Salta, en el año 1986. Reside en San Miguel de Tucumán donde finalizó los estudios en Psicología en la Universidad Nacional de Tucumán. Realizó producciones de arte, audiovisuales y música. Está abocado a la experimentación artística desde dichas áreas y específicamente a la producción literaria siendo “Permanente Impase” su primera publicación.
Excelente. Estuvo muy bueno.