Por Facundo Iñiguez |
Cerca de las once, con el sol cayendo pesadamente y su brillo incandescente vencido como una sombra densa sobre la madera y la piedra, recostado a su merced, me dediqué a escuchar al grupo de muchachas europeas que jugaban con una pelota a unos veinte metros de distancia. Desprendían un poco de indolencia, otro de ironía, algo de risas fingidas; era ese momento de las vacaciones. Las europeas dispararon en mi cabeza un ranking de los tipos de mujeres que me habían gustado a lo largo de mi vida: las de bordes desprolijos, las de bordes difusos, las de sonidos férreos, las católicas.
Diego Puig, Vírgenes infinitas.
En una serie de diapositivas que completan diez cuentos, Diego Puig nos proyecta un mundo que abarca desde el amor entre zombies hasta los bailes en el Rotary Club. El haz de luz de su proyector, que atraviesa las plaquetas y dibuja perfectamente en la retina del lector, está compuesto por toda la gama de pasiones humanas. El amor, los celos, el odio, la venganza y el placer se despliegan entre sábanas blancas, mañanas soleadas, fiestas familiares y también cigarrillos, alcohol y líneas de coca.
“En casa le decíamos peache. También lo escribíamos así, pero nunca en las listas del supermercado. No lo traíamos de ahí. A casa llegaban desde la fábrica partidas especiales. Para mi madre hacían uno muy fino, casi transparente, que se deshacía con el tacto. Como si ella no hubiese querido que existiera.” (“P.H.” – Vírgenes infinitas)
Diego escribe de manera paciente y gentil. Dibuja agudamente cada fotograma hasta completar la imagen, sonido y aroma de cada historia. Se vale de un lenguaje bello y armónico para lograrlo. Es una escritura en ebullición constante, pero una ebullición pulidamente controlada.
La brillantez de las palabras que elige es un velo que intenta cubrir, y a la vez deja entrever, la inclemencia de la condición humana. Cada palabra carga con la emoción indómita de los personajes. La hipernitidez con la que estos habitan la complejidad y contradicción de sus conflictos deja al lector atónito y suplicando por más. La sensación, por momentos, es la de recibir la noticia de una tragedia justo en el momento en que uno se está preparando para ir a una fiesta a la que no puede faltar.
Los relatos no tienen continuidad entre sí pero todos, sin duda, forman una geografía social que el autor describe con crudeza y elegancia. Una narración que, lejos de parecerse a un artificio literario, es un pedazo de realidad puesto a trabajar en el lector por primera vez. Y el lector trabaja haciéndose preguntas que se desvanecen en las cinturas esbeltas y los paseos por hermosas ciudades, pero que insisten y se quedan después de las últimas páginas.
En estos cuentos el acto de leer se convierte, de a poco, en el de hurgar en la vida de los protagonistas. A partir del segundo cuento, sin advertirlo, el lector ya es un cómplice. Husmea sin pudor y lo hace con la imagen clara de alguien en el recuerdo. Es una complicidad que obliga a llegar hasta el final y saberlo todo. Vírgenes infinitas tiene una intención muy clara y Diego Puig es contundente al realizarla. Ilumina los huecos más oscuros de los cuerpos sin destruir los ropajes, la belleza y el amor. Tampoco cubre esos agujeros, los escribe y a algunos, incluso, los celebra.
*Vírgenes infinitas de Diego Puig. Editorial Mulita Narrativa, 2018.

Facundo Iñiguez Aciar nació en la ciudad de San José de Metan, provincia de Salta, en el año 1986. Reside en San Miguel de Tucumán donde finalizó los estudios en Psicología en la Universidad Nacional de Tucumán. Realizó producciones de arte, audiovisuales y música. Está abocado a la experimentación artística desde dichas áreas y específicamente a la producción literaria siendo “Permanente Impase” su primera publicación.
Muy buena reseña. Interesante perspectiva y puesta en texto.imposible no pensar en Manuel Puig y en Virgenes suicidas de Coppola o más aquí la Ciénaga de la Martel.
Que interesante conexión! Gracias! Abrazo!
Exquisita, profunda y sensible reseña de Facundo Iñiguez sobre «Vírgenes infinitas» de Diego Puig y me invita a sentir con urgencia esas palabras impresas. El decir de Iñiguez sobre la obra de Puig me evoca luciérnagas…con la intermitencia
de sus oscuridades y luces. Acaso hay algo más humano?
Que hermosas palabras! Muchas gracias! A disfrutar del libro, entonces.
Muy clara reseña!!llama a deleitarse con la lectura de Diego.
Que linda reseña…Quiero ese libro!