Entrevista a María José Stefani, directora y productora de artes escénicas
Por Pablo Toblli |
Para empezar, contanos un poco de vos. ¿Cómo surge tu deseo por el arte y la gestión cultural? Comentanos sobre tus producciones y esta mixtura que haces en tus obras o en los talleres que impartís, con dos de tus oficios: la música y el teatro.
Empecé teatro en talleres de Raúl Reyes, luego estudié la licenciatura en teatro, en la facultad de artes de Tucumán. La actuación, que es lo que más predomina como formación aquí en la provincia, me generó dudas y conflictos. Cuando encuentro la dirección como forma de expresión, todo comienza a fluir. Como directora teatral es cuando me confluyen todos mis saberes, mis conocimientos y, sin dudas, un deseo empezó a estar presente con mayor claridad. Por otro lado, cuando uno dirige se produce algo a nivel grupal; entonces, cuando entendí que como directora me tenía que hacer cargo de la coordinación y la producción, cuando tomé es rol, todo se encauzó. Así fui llegando a la gestión también en tanto y en cuanto era directora de mis obras, ya que siempre me manejé de manera muy independiente. Por lo que en mis producciones se fue generando un colectivo muy horizontal porque, sin dudas, tácitamente tenía que encargarme de coordinar eso y ser referente a nivel de la grupalidad y el motor de lo que iba sucediendo. La gestión aparece anexa a la dirección como una necesidad y obligación de hacerme cargo de que mi producto realmente salga, dado que en Tucumán no existe el hecho, a menudo, de que alguien tome una obra de otro y la produzca.
La música y el teatro se han conectado de una manera muy natural en el devenir de mi proceso artístico. Tanto el canto como la formación musical han decantado en el teatro que es el área que más desarrollo. Me interesa que el actor pueda trabajar una textualidad en una canción; es una de las cosas más hermosas que pueden suceder escénicamente. Mi primera obra dirigida y escrita con mi compañero Mario Ramirez fue La margarita que es una propuesta cantada. Nos basamos en el disco La Margarita de Jaime Ross que le pone música a los poemas de Mauricio Rosencorf. Además, he compuesto situaciones musicales, junto a los músicos, para lograr algún clima en una obra, porque la música es un lenguaje en sí mismo que va generando los nexos en la puesta, no es solo un acompañamiento. No me considero música porque no manejo ningún instrumento, pero siento que trabajo con música todo el tiempo: el canto, la composición de una manera particular en tanto que me es un lenguaje creativo que practico, que manipulo para generar ambientes.
Pertenezco a un grupo que se llama MUX que trabaja e investiga la música escénica. Es un grupo federal, y fue interesante entrar a ese grupo porque es como una legitimación de plantearme que, en realidad, soy una música escénica. MUX me conectó con gente muy grosa para generar lazos y procesos de investigación y aprendizaje aquí en la provincia. En Tucumán, no hay una formación específica en música escénica, sino que son músicos que se han incluido en el ámbito de lo teatral, pero no hay nadie que se dedique puntualmente a lo escénico, lo digo con humildad según el recorte de mi propia experiencia. Tucumán tiene un gran florecimiento de músicos muy capacitados y sensibles, y eso hace que el trabajo sea muy afable cuando se pasa al ámbito teatral. Se produce una alquimia maravillosa cuando dialogamos entre la música y el teatro; eso es una sorpresa para los músicos que no se la esperaban. Ellos son partícipes de las situaciones dramáticas y van encontrando un disfrute en ese hecho sublime. Me gustaría generar una especificidad de la música escénica en nuestra provincia.
Chapeau es una escuela de formación para las artes escénicas a la que pertenezco y ha producido obras populares de la comedia musical. Este es un género muy usual en Tucumán. En mis obras me diferencio de lo que es estrictamente comedia musical porque yo trabajo lo teatral, en donde se desprende la música, en un proceso más cómodo y libre para mí.
Cómo directora y productora, ¿cómo ves el campo teatral en el Tucumán actual, con respecto a otros tiempos, incluso no pandémicos?
La pandemia ha reconfigurado todos los niveles de nuestra vida. En el caso del teatro, se puso el conflicto sobre el “Convivio” que es un término que utiliza Jorge Dubatti para expresar esto que sucede en la convivencia de un dispositivo teatral, la relación entre los actores y el público, por ejemplo: se necesita otro para ser. La pandemia implosionó ese concepto y dificultó las primeras instancias del teatro, allá por la fase uno. Luego vinieron las plataformas virtuales que aún no llegan a ser exitosas. Yo tuve que modificar algunas de mis obras y transformarlas en una instancia de recital y borrar las situaciones dramáticas que generan mucho contacto. Inspirado en el trabajo de Susy Shock, estuvimos en las vidrieras de algunas escuelas de Rony López y en Libro de oro. Allí hicimos recitales con el elenco Latinoamericanas y después hicimos un streaming con Latino que lo organizó el Museo de la Casa histórica, que fue un evento muy hermoso. Fuimos unos de los pocos artistas que pudimos trabajar en fase 2, con cierta presencialidad.
Construir el contacto con el público es fundamental por eso es tan importante el público y la pandemia lo vino a poner en cuestión. Debemos reinventar los streaming que no fueron una cuestión que reemplace a lo teatral, pero sin dudas los artistas escénicos tenemos que generar un nuevo lenguaje donde exista algo de esa espontaneidad de lo que es Convivio; algún formato que genere cierta conexión con el que está del otro lado, particularizando a esa persona, que se sienta como si estuviese en una butaca. Es un desafío que pienso mucho. Sin pandemia, ya estuviésemos haciendo giras, por el empuje de los colectivos que he conformado.
trANsMuTAr es una obra que trabajé muchísimo en estos tiempos de pandemia. Nos invitaron al ciclo de la casa histórica con público presencial. Es una obra de danza de dos hermanas: Emilse y Lourdes Villaba en donde intervine en lo creativo con músicos invitados, y fue un gran momento de esta pandemia que hicimos que funcione incluso en un streaming.
Coméntanos sobre uno de los últimos ciclos que produjiste, Miércoles de jazz, que fue uno de los pocos recitales presenciales en la pandemia de Tucumán, durante el verano.
En diciembre empiezo a gestar el ciclo Miércoles de jazz. En principio la idea fue que tres bandas sostendrían el ciclo. Desde lo conceptual, quería algo alterno, under, de un tiempo distinto al que vivimos todos los días. Entonces no queríamos hacerlo en un bar donde haya ruido, sino en un ambiente más armonioso para el jazz, de modo que la gente se distancie de la vorágine del día. El evento tuvo muchas características teatrales en el sentido de que puse especial énfasis en la iluminación y en la puesta climática, que propone una disposición a escuchar y dejarse llevar por ese ambiente. El ciclo tuvo su contenido espectacular donde tres bandas confluían en un escenario y dos actores -Araceli García y Fran Ochi- iban generando unas escenas que funcionaban como intermedio en el medio del cambio de banda, con el fin de generar una continuidad en donde la gente no se desconcentrara y apreciara todo como una gran puesta fluida. Pasada esa primera función, comenzó a generarse un colectivo en donde todos empezamos a trabajar en la producción y, a partir de eso, pudimos hacer diez funciones con un grupo de trabajo más extenso y horizontal. Tuvimos invitados como Pancho González, Los niños del latin jazz, Tres gatos locos, Las coyujazz, Guadalupe hidalgo y Ezequiel Angeleri, entre otros. Una cosa importante que quise desde el comienzo es que el espectáculo sea en una sala bar que no esté en las cuatro avenidas, que la gente pueda distanciarse del ruido y buscar concientemente el disfrute de un ambiente de jazz. Todo cerró perfecto cuando aparece la sala Nonino, de Carlos Podazza en la Suipacha al 1100, porque es una sala hermosa, muy acogedora, con patios y está manejada por un músico por lo cual cuenta con muy buen sonido. Ese fue el cierre de oro para que todo funcione perfectamente. Tuvimos una gran convocatoria.
Actualmente estás produciendo Nostradamus, una banda de jazz integrada por músicos de una trayectoria invaluable en Tucumán como Juan Quinteros, Pulpo Ramos y Francisco “Pancho” González. Contanos sobre ella y sobre el modo en que encarás y realizás el trabajo de producción.
El proyecto Nostradamus se desprende del ciclo de jazz. Juan Quinteros me propuso ser la productora porque veían que necesitaban alguien que los haga fluir en lugares, que revalorice el trabajo de producción. Generamos una fecha en Citá Abasto de Cultura. Trabajé una una puesta de luces que salió hermosa. Que ellos confíen en mi trabajo fue un gran feedback. A raíz de este trabajo me hicieron una propuesta para un organismo importante, pero no la puedo confirmar todavía. Entender la importancia de la producción es fundamental, porque hay muchos músicos en Tucumán, pero falta esa persona que los mueva, que gestione lugares, maneje el timing del público, que diagrame una propuesta escénica. Parecen cosas menores, pero en realidad hacen al éxito de un espectáculo a mayor escala.
Es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y redactor en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.