Una lectura de El cauce y la costumbre[i], de Guillermo Siles
Por Gabriel Gómez Saavedra |
Quizá la única acción capaz de aprisionar fantasmas sea el poema. Esos seres suspendidos, para siempre, en la paradoja de ser nada y algo, al mismo tiempo, y en la necesidad de poder existir sólo si alguien los atestigua. El libro de Guillermo Siles (San Miguel de Tucumán, 1967) es un libro de fantasmas o, mejor dicho, de un invocador de fantasmas que los materializa por la boca del lenguaje. Siles toma sus ropas en ruinas, y las cuelga en un clavo oxidado de su pared, para retratarlos con la densidad del óleo. Lo terrible, lo que evidencia terriblemente el poemario, es que no espera que esos fantasmas lo visiten, sino que los extirpa de su interior y el lector pierde los límites para saber dónde comienza la voz del autor y dónde la de cada fantasma. Voz que es un patrimonio que le quema en las manos, como se lee en el poema “Plegarias”: “¿Qué haré con la pequeña voz que ahora vuelve / y a otro sitio me reclama?”, pero que inmediatamente se muestra como necesidad: “Que la voz no se aparte / que retorne en el aire / en la luz de cada día, / la belleza del mundo y su herida / reclaman ser nombradas”.
En “El cauce y la costumbre” (Ediciones en Danza, 2020) los primeros poemas están escritos sin remate. Son como una escalera en ascensión hacia un cielo de humo, que no está listo para recibirnos, porque todo lo que debería habitar en él está agazapado dentro nuestro. Siles lleva al lector de la mano y lo acompaña hasta el último peldaño, pero al llegar, lo abandona. El lector pierde el control y queda al aire, cayendo en picada hacia el poema siguiente que repite el proceso. El lector es también una indeterminación, Siles lo vuelve fantasma.
Incluso cuando los poemas remiten y nominan lugares específicos: Cusco, Colonia, Nápoles… estos son posibles si evocan la pequeña patria del autor. Claudio Mattoni así lo expone en el prólogo del libro: “Las escenas de viaje, los poemas del viajero vienen entonces a enlazarse con el origen, el asombro, la entrega al presente de otra edad”. Hay un ejercicio de apropiación de los cielos y los ojos ajenos; el ejercicio de un merodeador que recolecta almas extranjeras hasta absorberles la íntima mirada, la íntima sonrisa, el íntimo dolor; para consagrarlos como un espejo donde puede recuperar la pertenencia y perder cualquier vestigio de extranjería.
Cuando avanzamos sobre el final del libro, las personas y las cosas presentadas comienzan a acercarse peligrosamente. Casi podríamos tocar sus texturas, sus voces, la atmósfera que los rodea y los constituye pero, con cada centímetro que avanzan, con cada verso que nos gotea encima, nos damos cuenta que, en realidad, lo único que alcanzamos a acariciar es el aire sin fondo de sus ausencias. Un aire que se va espesando hasta el último poema, viciándose de formas que simulan ser tibias para esconder sus frías presencias. En esta instancia del libro, la voz parece perder el control y ensaya, una y otra vez, salvoconductos de escape, como leemos en el poema “La decisión”: “Aparto / las letras de tu nombre / el aura de tu rostro / el largo túnel / y tomo un camino lateral / para seguir.” Pero esas vías no van a ninguna parte, fracasan una y otra vez; son un sol forzado intentando iluminar la noche, cuando lo único que pueden iluminar es una selva de fantasmas que se va apropiando del poemario.
Guillermo Siles, con “El cauce y la costumbre”, ha escrito un libro de fantasmas, pero no para fantasmas, sino para reencontrarse con los orificios que dejan las ausencias; beber su líquido silencio y, desde ahí, crear el idioma de estos poemas. Un método que culmina, inevitablemente, en la fusión de su imagen y voz con las de aquellos fantasmas, sus fantasmas.
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Fotografías: Pablo Dumit
Pablo Dumit (San Miguel de Tucumán, 1969)
Poeta aficionado a las artes visuales. Estudió Fotografía en la Universidad Nacional de Tucumán.
En poesía, publicó Poemas para andar despiertos (1991), Poemas para quitarse la muerte (1996), El sol sobre las cosas perdidas (2003), Tu cuerpo echa una sombra que cura la mirada (2011) y la antología Alavez: Antología intervenida (2015) con pinturas de Ernesto Dumit. Sus libros Conazul y El olvido permanecen inéditos.
Dirige el centro cultural Casa Dumit.
Contacto:https://www.facebook.com/dumitfotos/#https://www.facebook.com/dumitfotos/#
[i] El cauce y la costumbre, de Guillermo Siles, fue presentando por Silvio Mattoni, Pablo Toblli y Gabriel Gómez Saavedra el 11 de julio de 2020, con auspicio de la revista La Papa. Este texto se leyó en aquella ocasión.
Concepción, prov. de Tucumán, 1980. Publicó la plaqueta Huecos (Ediciones Del Té, 2010), y los libros Escorial (Editorial Huesos de Jibia, 2013), Siesta (Ediciones Último Reino, 2018) y Era (Falta Envido Ediciones, 2021). Entre otras distinciones, ganó el Premio Municipal de Literatura San Miguel de Tucumán – Género Poesía (Región N.O.A.) y fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes como becario del programa Pertenencia: puesta en valor de la diversidad cultural argentina.