Por Verónica Juliano |
De certidumbres
que aprisionan
huye amor.
Ariadna Chaves
Todos tenemos (como decía Cortázar) un azar que no buscamos comprender. Se sabe, la razón y su exigencia definen y llaman “casualidad” a aquello que irrumpe de improviso y que no se atiene a leyes conocidas que lo expliquen. Pero mientras la fuerza de la razón se afana en la conquista de la certeza, es decir, en la muerte que acarrea toda respuesta, una voz pequeña –sólo por momentos audible– nos susurra en lengua propia: lo que importa es la pregunta. Y la pregunta aparece como una danza singular, como una coreografía que jamás se multiplica; como un baño único e irrepetible en un “río circular”; como un movimiento que paradójicamente nos aquieta y nos sosiega. Diana Bellesi lo expresó bellamente en sus apuntes sobre el oficio de la poesía: “disminuir los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo”, aquella que no busca comprender y que, por ello, lo alcanza en elevado grado.
Cada lector bien podría registrar el momento preciso de su encuentro “azaroso” con ciertos libros y autores. Una especie de autobiografía lectora por fuera de las lecturas, llamémoslas, “obligadas”; digamos, un delicioso inventario de descubrimientos literarios en lugares inesperados (¿o, acaso, es la literatura la que nos descubre y son los lugares los que nos esperan desde siempre?). Una suerte de relato anticanónico, personalísimo, en el que importe más el hallazgo que quien halla o es hallado. Una narrativa regocijada en el privilegio de poder experimentar algo singular en medio de tanta uniformidad:un estar afuera, estando adentro, como forma de intemperie necesaria.
Abandona / tu corazón a la intemperie / escucha dentro de ti / los manantiales, son los versos iniciales del poema “Intemperie” del libro homónimo de Ariadna Chaves. En una librería de usados del que fuera algún destino de verano, se produjo el encuentro/hallazgo. Es sabido, los dedos escarban de otra manera cuando llegan a la sección de poesía, al menos los míos.Su ritmo recrea un tecleo ansioso que prestidigita una forma del deseo. La intimidad del silencio / pudo asir tu mano, comienza el poema “La cima”. ¡Y cuánto de íntimo y de silencioso hay en el encuentro/hallazgo del cuerpo que anhelamos, aún sin saberlo existente! Dar con esas superficies de placer* que son las tapas gastadas de una edición original que se resiste a un destino prefabricado de saldo o de olvido.
Intemperie es un poemario desnudo; por momentos, hermético. La concisión de los versos, así como su brevedad, construyen una enunciación compacta que podríamos denominar “poética del despojo”. Leemos en “Natural”: Si se altera / el orden natural, caminas / sin saber sobre despojos. Corre el año 1976 y la experiencia histórica se introyecta en los poemas que se proponen, a su vez, como “Testimonio” oblicuo: En verdad / digo el testimonio / cuando más / la muerte; / yo vengo de la tierra. Tres dibujos del maestro Antonio Berni, realizados exclusivamente para esta edición, esbozan a una mujer (nube / remolino, / tempestad o trueno) que asume tres actitudes discernibles en el tono del poemario–¿acaso, su pequeña voz?–: el ojo múltiple para la percepción del mundo, el viaje hacia la fuente y el cuerpo–pese a todo– deseante. Intemperie me ha permitido abrazar alguna forma del misterio; me ha dejado desnuda en la tierra de los signos; me ha mostrado que la salida es hacia adentro y que, a veces, necesitamos estar completamente indefensos para salvaguardarnos en la poesía que, a fin de cuentas, siempre nos encuentra y nos insufla el hálito vital de la pregunta.-
*En alusión al imprescindible disco homónimo de Virus.
Datos del libro: Chaves, Ariadna: Intemperie. Ediciones DEAD WEIGHT, Buenos Aires, 1976
Verónica Juliano nació en San Miguel de Tucumán, donde reside. Es docente e investigadora en la UNT. Lleva a cabo diversas acciones vinculadas a la promoción de la lectura. Eventualmente, escribe.
Así es. La salida es hacia adentro.
La poesía profunda pone el cuerpo y en la «intemperie » se asienta el conocimiento del sí mismo.
Un placer leer estas reflexiones.
Gracias querida, Lili! te abrazo fuerte!
Liliana acierta. No sólo es un placer leerte siempre sino que además uno se siente inmerso en la pequeñez de ciertos mundos donde habita la poesía.
Gracias por tomarte el tiempo de lectura!