Sobre Instantáneas, de Juan Ramazzotti
Por Lucas Cosci |
Historia, memoria, ficción, mitos, fantasmas, oráculos, alteridades. El libro de relatos Instantáneas (de anversos y reversos) de Juan Ramazzotti, publicado por Editorial La Papa (2021), conjuga aquellos ingredientes en una original alquimia que desafía muchas de nuestras vanas certezas.
¿Por qué instantáneas? Digamos primero que se trata de relatos del instante, la narración como un trabajo del lenguaje sobre el tiempo. La centralidad narrativa del instante atraviesa de la primera a la última página.
Entonces, nos preguntamos, ¿qué es un instante? Hablamos de una referencia temporal difusa, vaga, casi ilusoria. Una fracción no mensurable de tiempo, en la que sucede o está a punto de suceder algo. In-stante, lo que está por encima, que apremia o que amenaza, según cierta etimología. Tempus Instans, el momento presente.
Re-preguntamos, ¿cuánto dura un instante? Puede ser una fracción de segundo, una sucesión indefinida de segundos, un asomo a los bordes de la eternidad.
Dice en “La séptima bala”: “Por eso en este instante —admitiendo la imprecisiónn temporal del término, ya que no existe un lapso en el presente capaz de describir la diminuta eternidad que separa las balas de mi pecho— siento que alcanzo la justa plenitud de mi destino”.
Una “diminuta eternidad” es una fracción minúscula de tiempo que condensa una superposición de capas de sentido. Instantáneas intenta un buceo por esos estratos, desde una concepción del relato en el que la historia, la ficción y la memoria se cruzan, convergen, divergen, se revierten sobre sí y, finalmente, entran en un juego de producción de la mayor originalidad.
La perforación del instante mediante el relato hace posible el hallazgo de un momento heurístico, que desnuda el ropaje de lo real, y lo muestra en su más cruda desnudez.
Los relatos de instantáneas ensayan un merodeo por aquellos instantes del pasado que tienen efectos en el presente; tanto el remoto, que nos remite a los orígenes, por caso “Génesis”; como el reciente, que se recupera en la memoria, como en “The Falling Man” o “Despedida”, y un espectro de variaciones que se suceden en un orden no cronológico. El desafío es remontar la historia en sentido contrafáctico y exhumar el reverso de un instante determinado: lo que pudo haber sido y no fue, las historias encriptadas en el mármol, lo arbitrario y esquivo de las cenizas que quedan del pasado.
El libro se compone de treinta relatos en distintos formatos y extensiones: cuentos de estilo moderno, microficciones, relatos breves y textos que oscilan entre el relato breve y la poesía. Los títulos son casi todos de una sola palabra, como una forma de comprimir significados en la sugestión de un solo signo que interpela.
Los asuntos convergen en una operación que desacraliza las versiones consagradas de la historia, sus memorias y sus mitos. Algunos ejemplos: Una re-narración del mito bíblico del origen de las tablas de la ley, los pensamientos del instante final del Che Guevara, las peripecias de Ícaro y de Edipo en versiones que transgreden el orden de la tradición mítica, la conversión de un rumano al judaísmo en un campo de concentración, un reencuentro de los Beatles que modifica la historia de la legendaria banda, el monólogo de una víctima del 11 de septiembre, un desenlace inesperado en el monte de los olivos, la búsqueda de una novela perfecta cuyo final desborda la esfera de la ficción; y más, mucho más que no podemos listar aquí.
Los sucesos históricos no son sino un pre-texto para producir un hecho narrativo. Los textos de instantáneas recuperan y subliman la narratividad incoada en la historia, mediante el desafío a la versión convencional de los hechos.
Voy a recurrir a una imagen conocida: El espejo de Stendhal. De origen apócrifo, se atribuye al narrador francés la idea de que la novela es un espejo que ponemos en el camino. La metáfora conjuga un sentido realista del hecho narrativo. Los relatos reflejan entonces con relativa nitidez las peripecias del camino, que serían los procesos de la historia.
Ahora nos preguntamos, ¿qué pasa cuando el relato funciona como aquellos espejos que distorsionan la imagen? ¿O cuando el espejo refleja algo que no existe en el camino? ¿Qué pasa si el camino es el reflejo del espejo?
Bien, los anversos y reversos de instantáneas funcionan como espejos que desvarían o alucinan: No reflejan el camino; lo producen, lo modifican, lo desafían. Hay un juego creativo entre espejo y camino, un juego por el que se interpelan y se reinventan. Historia y ficción se interpenetran. Hay en todo caso una nueva construcción en esa región difusa entre ficción y realidad, entre anversos y reversos.
Mediante la operación de transformar la historia en una ficción posible, los textos modifican lo necesario en contingente, lo consumado en pura posibilidad, lo particular en universal.
En materia de estilo, instantáneas propone una vuelta al culto de las formas, una apuesta al lenguaje construido, desbordante, pleno. Una prosa limpia, trabajada, calibrada en cada una de sus palabras.
La enunciación es siempre a medias, siempre la sugerencia, la invitación a participar en la construcción de lo narrado. El relato termina en una incitación a la apuesta. Nombres, incidencias, fechas y lugares nunca son del todo revelados; es en general el lector quien se ve inducido a conjeturar esos datos para cerrar el texto.
Instantáneas, por último, es un libro inquietante, que nos desplaza hacia una posición incómoda respecto de nuestro pasado, cuyo reverso nos espanta o alucina. Nos invita a la sospecha, nos incita a una revisión, nos interpela a repensar los lugares consagrados. El pasado está vivo. Sigue sucediendo en cada página.
Vive en la provincia de Santiago del Estero. Es doctor en Filosofía por La Universidad Nacional de Córdoba. Docente e investigador en la UNSE y en la UNT. Autor de libros de ficción, entre los que se encuentran Faustino (novela, 2011), La memoria del viento (cuentos, 2012), 1958, estación Gombrowicz (novela, 2015), Ciudad sin Sombras (Novela, 2018); y del ensayo El telar de la Trama. Orestes Di Lullo, narrativa e identidad (2015). Es autor del blog El cuaderno de Asterión, en línea desde el año 2009, donde publica artículos literarios y de actualidad política