Por Verónica Juliano |
Voy a atrapar
el instante del grito
como un florecimiento
y a coronar
secretamente
el poema
que nunca se escribe.
María Elvira Juárez
La inquietud cautiva (Editorial Humanitas, 2017) de María Elvira Juárez constituye un obsequio inestimable para los lectores. Se trata de la reunión de una serie de poemas inéditos, recuperados por María Elvira Loberza, hija de la poeta, y cedidos generosamente al Departamento de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras para su edición. Otra pieza de lujo de la imprescindible Colección LETRA Y VOZ que congrega, entre otros autores destacados de la cultura y de la literatura de Tucumán, a Juan Falú, Pepe Núñez, Samuel Schkolnik, Néstor Soria, Carlos Alsina, Ruben Cruz, Hugo Foguet, “Chichí” Costello, Bernardo Vides Almonacid, Juan González.
El poemario se organiza por décadas que se proponen, a su vez, como núcleos posibles para el deslinde de una poética de autor. En orden decreciente, parte de 1990 a 1940, permitiendo a los lectores un recorrido diverso por las decisiones estéticas que la poeta adopta en su vasta trayectoria escrituraria. Esta organización torna “audibles” “tonos” y “matices” diferenciados, según transcurren los años. Si bien todo intento de periodización tiende a abstraer gestos recurrentes y soslaya los desvíos -siempre presentes- de todo derrotero de la palabra, este orden propuesto permite capturar el diálogo sutil de la poesía con cada contexto histórico.
Se trata de cinco décadas de producción poética, esto es, de conformación de un encomiable archivo de más de medio siglo de trabajo con la materia del lenguaje y de la memoria. Afirma María Elvira Juárez: “Desde la memoria, depósito de formas, sucesos, recuerdos, en un esfuerzo por expresar situaciones límite, aflora un lenguaje inédito”. ¡Qué paradoja hermosa se gesta en el empeño por capturar lo inasible; en el deseo por articular un lenguaje jamás pronunciado; en el vértigo por alcanzar el poema imposible!
Seis poemas conforman el bloque 1960-1970. La progresión que proponen -aún tratándose del segmento más corto del poemario- pulsa un ritmo creciente que inicia con un yo poético que duda: “No sé por qué a veces / sin piedad, sin amor, sin asombro / amanece un día el hombre / ciego y sordo”, para alcanzar una potencia explosiva en el poema “Esta pausa…”, que da cierre a la sección: “Voy a cortar / la pausa, / a romper / el eclipse, / a alumbrar tus prisioneros bordes, / allí / donde la piedra / cierra su límite / y el llanto / aún aguarda / calladamente fiel…”
A este sexteto lo amalgama un gesto que atraviesa la completitud del poemario que es la búsqueda de un lenguaje primigenio: “anhelé encontrar mi cifra perdida” desliza uno de los versos del tercer poema que compone la serie. Más adelante, “Mas sólo fue una calle sin medida / con el silencio dilatándose, / sin una lumbre amistosa / sin savia, sin vocales, sin la cuota solar de un mediodía / sin la pluma de un pájaro siquiera”. La imagen del silencio en expansión remite a la génesis del mundo y de la palabra.
Cierta “nostalgia” por la pérdida de un estado grácil gravita los poemas e impulsa un movimiento regresivo. La poesía se propone, entonces, como vía de retorno a ese paraíso perdido: “Vale la pena plegarse / para capturar la luz, / para embriagarse / con el claro gorgoteo del agua, / para entrar en la patria del gusano / bajo el húmedo abrazo del barbecho”. Luego, en el poema final: “Voy a escribir / en la entraña antigua / del baobab / el secreto bostezo / de la soledad / el fuego del espino, / el largo viento…”. Encontrar la cifra extraviada es adquirir la llave de acceso a la totalidad. El Todo, con su circulación medular, se aviva en cada sujeto como un llamado que a veces es grito; otras, secreto; otras, pregunta; otras, “ritmo gracioso” de un poema que nunca se escribe pero que se sabe existente desde siempre.
Verónica Juliano nació en San Miguel de Tucumán, donde reside. Es docente e investigadora en la UNT. Lleva a cabo diversas acciones vinculadas a la promoción de la lectura. Eventualmente, escribe.