Por Pablo Toblli |
¿Cómo te encontraste con la poesía?
En mi infancia y adolescencia, en el uso del idioma que versaba mi padre y que declamaban mis abuelas. A partir de los 20 años, en los versos de Silvio Rodríguez, en la vida poética de un amigo, el cantautor tucumano Sebastián Sabastta. A los 25 años, en caminatas con un amigo poeta. Me gusta reconocerla en quienes viven poéticamente.
¿Tenés escritores que admiras?
Admiré las meditaciones poéticas del tucumano Samuel Scholnik, mientras fumaba pipa. Las rarezas del cuentista uruguayo Felisberto Hernández. Lo natural y sabio en la poética del peruano José Watanabe. La narrativa astuta del tano, Alessandro Baricco. Actualmente gozo leyendo las ocurrencias del cordobés Guillermo de Postfay.
¿Adherís a alguna corriente estética de la poesía?
Adherí a una forma de trabajar por la palabra. Le pusimos el pulmón a una revista cultural. Fue una adherencia crucial en ese deseo de escribir. Fuimos amigxs experimentando expresiones mientras charlábamos con nuestrxs lectores. La poesía te exige una entrega desinteresada, sin especulaciones. Quizás por eso nunca pude escribir por dinero. Hay una corriente superlativa, un arte que se autoregula, que afina de oído, digamos. Darle un nombre al Tucumán de nuestros días fue nuestra corriente sanguínea. Por supuesto, también nos esforzábamos para que vuelvan los lentos.
¿Existe alguna poesía que no te guste?
Me siento de vieja escuela. Necesito la claridad de Atahualpa, esa labor de condensación. Debería revisar mucho de lo que escribí, pero me suelen ganar las ganas de hacer jardinería. No me gusta la poesía que se aleja de su origen oral, por eso recomiendo en mis talleres la lectura en voz alta. Es una buena medida de su ritmo, de su curva melódica. Mi ideal es lo que suele hacer Watanabe: enhebra el núcleo poético del poema al núcleo musical. Aprendí leyendo la versificación del boliviano Ricardo J. Freire, docente del Colegio Nacional. El otro día lo redescubrí en la chacarera “Cuando me abandone el alma”. Ocurre en todos las estrofas: una alta tensión musical en el núcleo poético de la estrofa. En versos para guitarra, mi voz cantante, es el santiagueño Pablo R. Trullenque. Como verás, prefiero hablar de lo que me conmueve.
¿Qué cuestiones, estados de percepción, objetos o temáticas te disparan a escribir?
Escribo cuando estoy de viaje. Viajamos por la América andina y escribimos 70 páginas, a cuatro manos, con un amigo músico. Lo reescribí como una novela sobre la amistad, de madrugada, con el cuerpo fresco. Extraño ese disfrute. Escribo en las fechas especiales, o cuando algo me emociona. Algunas veces he escrito, a pedido, tarjetas de cumpleaños, canciones. Rara vez por trabajo, la violencia laboral entorpece. Cuando me encargaron “Tanto viaje”, la biografía de Secondo Gasperini, el compromiso humano fue tan decisivo que nos olvidamos de las cuentas largamente. Casi todo el libro “El templo de los errantes”, lo escribí durante un viaje y sin pensar siquiera en que se publicaría. Escribo por el orgullo de que te inviten a una revista como Dixit o cuando Pablo Donzelli nos convocó para el libro de cuentos “5×5”. Eso te motiva a trabajar, el respeto por el laburo de otros. No olvidaré el inmenso orgullo que sentí cuando Jorge Leiva me invitó a acompañar su obra fotográfica “Homenaje”, sobre los Valles Calchaquíes. Fue una presión que padecí y me la resolvió una abuela cuidadora de cabras. El libro arte «Ellas» que construimos con la artista plástica y amiga, Mariana Gabor, fue un desafío que quizás me quedó grande, en términos de diálogo entre disciplinas. Para concluir románticamente, enamorado, he escrito ollas de mermelada.
¿Qué lugar crees que ocupa tu obra dentro de la poesía de Tucumán?
No lo sé. Puede ser agobiante posicionarse para eso. El consumo cultural es un tópico apasionante. Para forjar una identidad literaria con aplomo tenés que conocer tus raíces, hay que reconocer tu propio lugar en los libros. Tucumán tiene escritoras y escritores fenomenales. Celebro las instituciones, casas culturales, familias o políticas que posicionan a nuestrxs autores. Nuestro jardín tiene la boca repleta de flores.
¿Buscás cambiar alguna cuestión existencial personal o del mundo en general cuando escribís poesía?
Cuando escribo intento ser consciente de cómo va a ser leído. Es un doble juego. Claro que no pretendo derribar el capitalismo, ni reconciliarme con el mundo en un verso. Busco comunicarme, darme a entender. Soy una persona sociable, compartidor. Busco entrar al corazón simple y calmo del que viaja a pie, como uno, en la casa propia. Busco encontrar esa senda invisible entre dos. El ser humano tiene sus singularidades, que son difíciles de establecer en la conversación, por eso, también anhelo darme a conocer a través de la poesía.
¿Qué opinas del panorama histórico y actual de la poesía en Tucumán? ¿Te identificas con la obra de algún poeta?
Lo poco que conozco de poesía tucumana me encantó. Lo que escuché de la vida de Pancho Galíndez, su poema al padre, su novela inédita es un tesoro. La intensidad de la prosa poética en “Frente al mar de Timor”, de Hugo Foguet. Nuestras vidas como editores en Trompetas Completas nos permitió sorprendernos, laburar para publicar escritos valiosos. Esa revista es un patrimonio poético, aún es parte de nuestro aire. Recuerdo los poemas recitados de memoria de Claudio Piermarini. El ímpetu en la declamación de Jorge Smerling, en la Sodería. El registro grave en la declamación de Inés Aráoz. Suelo comulgar con el “Palacio de la inocencia”, la poética del desconocido Emiliano Guardia. Me han conmovido.
En la última década nuestro literatura ha sido generosa en publicaciones, festivales, recitales y sucesos poéticos. Me reconforta se haya forjado eso también.
¿Pensás que la poesía es solo un género literario o algo más?
Es memoria viva, una versión descarnada de la vida. Es la música que podemos dejar a nuestros hijos. La intuición de un mundo amable, bello. Uno anda tarareando algún misterio, cantándole al semblante de la vida en los ojos de nuestros hijos… hay algo más ahí.
¿Buscás algún tipo de trascendencia cuando escribís?
Sólo compartir.
¿Qué opinás de las siguientes frases?
La poesía es el lenguaje de lo inefable.
La poesía es el entendimiento con lo sagrado.
La poesía es un estado de conciencia alterado.
La poesía es la alerta por lo humano a punto de perderse.
La poesía es el reverso de las cosas.
La poesía es el perfecto equilibrio y atracción de todas las cosas.
La poesía es resistencia de los órdenes hegemónicos.
La poesía es evasión.
La poesía es comedia.
La poesía es libertad y levedad.
La poesía se escribe en la discontinuidad.
La poesía nos hace sentirnos apartados del resto.
Estoy de acuerdo con todas las frases, precisas y ciertas, a mi modo de sentirlas.
La poesía es para unos pocos.
No siempre.
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MÁXIMO OLMOS es profesor de filosofía, escritor, músico popular, aficionado a la milanesa y tucumano. Publicó cuentos, críticas, crónicas y poesías en la revista “Trompetas Completas” (2008-16); “Natural devenir”, (2010, Ed. Trompetas); poemario ilustrado “Ellas”; poemario “El templo de los errantes”, (2012, Ed. Trompetas); biografía Tanto viaje, (2015, Ed. Trompetas) y el libro de Cuentos 5×5 (2015, Ed. Trompetas). La novela de viaje “Celeste de todos los colores” (2019), aún late inédita
Es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y redactor en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.
Máximo, gracias por compartir tu camino y encuentro con la poesía … muy buena entrevista.