Por Julio Ricardo Estefan |
1. Sobre Crónicas del Oeste del Edén, de Liliana Jalile
Crónicas al oeste del Edén, de Liliana Jalile, es una obra literaria que nos transporta a un mundo lleno de aventuras, mitos y erotismo. La autora nos presenta una serie de relatos que se entrelazan creando una historia fascinante y cautivadora.
Uno de los aspectos más destacados del libro es la forma en que Jalile utiliza el lenguaje para crear imágenes vívidas y detalladas en la mente del lector. Cada palabra está cuidadosamente elegida para transmitir emociones y sensaciones específicas.
Jalile utiliza diferentes técnicas narrativas para contar sus historias. En algunos relatos, utiliza una narrativa lineal tradicional, mientras que en otros utiliza saltos en el tiempo o perspectivas múltiples para crear una historia más compleja y rica.
Por otra parte, Crónicas al oeste del Edén presenta una amplia variedad de personajes interesantes y complejos. Desde mujeres fuertes e independientes hasta hombres vulnerables y perdidos, cada personaje está cuidadosamente desarrollado para mostrar sus fortalezas y debilidades. Además, muchos de ellos están conectados entre sí a través de sus historias compartidas, lo que crea un sentido de unidad en toda la obra.
A lo largo de los relatos, hay varios personajes recurrentes que aparecen en cuentos diferentes. Pero hay uno que se destaca, incluso desde la tapa del libro, es el gallo Nabucco cuya historia se desarrolla a lo largo del libro. Por ejemplo, en el cuento «La casa grande», la autora describe cómo ató una correa de satén verde al cuello de Nabucco para llevarlo a casa de la madre de Félix, aunque dice que es el gallo quien la lleva a ella. A lo largo del relato, Nabucco se presenta como un personaje importante para la narradora, quien lo cuida con mucho cariño y lo considera parte de su familia. Se cuenta cómo Nabucco se comporta con orgullo y dignidad, como si supiera que es muy importante para su dueña.
Quizá por eso, este singular personaje aparece en otras historias a lo largo del libro, como en “Domingo de ramos”, “Armonías”, “Periplo”, “La herencia”, “El recaudador”, “La revancha de Nabucco” y “Ética para Nabucco.
Podríamos considerar a Nabucco como el hilo conductor que va entrelazando las historias de este libro de cuentos. Libro que también podríamos considerar una “nouvelle”, pues cada cuento es un recorte de una historia más amplia que transcurre en este pueblito nostálgico latinoamericano. Como dice Cecilia Gutiérrez Varas en el prólogo, su localización se confirma a través de “mitos y ritos desacralizados; los banquetes opíparos para cualquier ocasión; la magia natural aún en los acontecimientos más domésticos y -sobre todo- el encendido erotismo que restituye la calma después de cualquier incidente que amenaza la armonía del pueblo. Y es que más que a un lugar, somos llevados, en vuelo inesperado, por la voz naturalmente poética y seductora de la protagonista, a un ámbito casi onírico, donde todo puede suceder y de hecho sucede para nuestro deleite. Para dejarnos siempre una sonrisa cuando no, una carcajada plena que vienen a corroborar la belleza y alegría de la vida, de una vida que -por libre y desprejuiciada- merece ser vivida”.
Crónicas al oeste del Edén es un libro que, en cuanto lo empezamos, no podemos dejar de leer.
2. Sobre La complementariedad y otros cuentos, de Miguel Ángel Cabrera
Hace un par de años, José María Brindisi, en su comentario sobre el libro Sirena de río de Ana María Shua, expresó lo siguiente:
“Pocos conceptos resultan en literatura más engañosos –y más contrastan con el oficio del narrador– que el de la naturalidad. El narrador es un arquitecto, un ingeniero, en ocasiones un maestro mayor de obras, la mayor parte de las veces un artesano. Es alguien entre cuyos atributos o necesidades esenciales está la de construir, ensamblar y, por supuesto, falsificar. Es un poeta también –o debería intentar serlo–, y entre otras cosas un ladrón de identidades, desplazamiento que no solo hay que observar respecto de los personajes sino de las perspectivas, las voces, los imaginarios.” (Diario La Nación, 19/11/2022).
Mientras leía este comentario, no pude dejar de pensar en el libro de Miguel Ángel Cabrera; no pude porque lo que Brindisi plantea es aplicable completamente a La complementariedad y otros cuentos, no sólo porque el autor es ingeniero y, de hecho, construye con dicha perspectiva, sino porque estas construcciones, estos cuentos que nos presenta Miguel Ángel en su libro, forman parte de su “memoria personal” y, como todos sabemos, nada hay más impreciso que nuestra memoria. De ahí que podamos apelar a reestructurar esos recuerdos, a modificarlos, a falsificar, como dice Brindisi.
Ya desde el prólogo, el autor nos advierte que se trata de “fragmentos de historias y situaciones escritas con las miradas del niño que fui y que aún llevo dentro”. Esa mirada infantil, rescatada muchos años después, es la que prevalece en todos los cuentos que forman este libro. Aun cuando se establecen dos secciones diferenciadas por el autor (“Primera niñez” e “Historias mínimas”), su mirada de niño sigue siendo el motor de cada relato.
Los cuentos van sucediendo en dos dimensiones: espacio (lugares dónde transcurrieron las historias) y tiempo (fechas o menciones temporales) que ubican al lector en el contexto y las circunstancias de los hechos. Este marco espacio-temporal colabora con la narración porque nos acerca al momento exacto en que sucedió lo que se cuenta y nos permite involucrarnos en la historia, ser parte de ella, no ya como espectadores sino como parte integrante de la misma. Todos apelamos a nuestros propios recuerdos de circunstancias similares vividas con nuestros padres, parientes o amigos, y entonces surge la magia de la literatura: somos un personaje más de los cuentos que leemos.
¿Quién no tuvo entre sus manos, alguna vez, una moneda niquelada con “La fragata” en su cara; o se convirtió de niño en un “Caballero de hojalata” improvisando espadas y armaduras; o jugó a lanzar “Cohetes vespertinos” en una tarde crepuscular de nuestra infancia?
Los tucumanos, ya sea de origen o por adopción, somos celosos de nuestros “sánguches” de milanesa, sean o no “Completos sin picante” y, en las siestas calurosas, defendemos con uñas y dientes nuestras queridas “achilatas” y las mermeladas de la abuela.
En “Cronos” volvemos a “ver” esas viejas series televisivas en blanco y negro que seguíamos embobados al volver de la escuela mientras tomábamos la merienda con el infaltable pan con manteca. Y en “Soldaditos de plomo” no dejamos de repasar nuestra historia, escrita con sangre en los montes de nuestra provincia, que todavía mantiene heridas abiertas.
Cada cuento de Miguel Ángel nos remite a estas lejanas experiencias (o tal vez no tan lejanas).
He querido rescatar en estos párrafos, algunas de las historias que me conmovieron especialmente porque también formaron parte de mi vida. Estoy seguro que cada lector encontrará sus propias coincidencias.
La complementariedad y otros cuentos es un libro escrito con vehemencia, con pasión por lo nuestro, con energía emotiva y con una memoria que trata de ser salvada para las generaciones venideras. Miguel Ángel Cabrera ha logrado su objetivo: preservar el pasado, reflexionar sobre ciertos momentos claves de su vida (y de las nuestras) y, al mismo tiempo, hacerlo con una escritura clara, transparente, que nos permite ver sus sentimientos más queridos con los ojos del niño que fuimos y que, seguramente, aún somos.
Solo resta decir que puedo recomendar con énfasis su lectura.
(Córdoba-Argentina). Desde 1981, está radicado en San Miguel de Tucumán. Es Profesor en Física y Especialista en Educación Superior. Participó en las antologías: Monoambientes (2008), Velas al viento (2010), Fervor de Tucumán (2010), Brevedades (2013), El mundo de papel (2014), Grageas 3 (2014) y Cien páginas de amor (2015). Publicó La excepción a la regla (2009), Juegos de Superhéroes (2010), La señal inválida (2011) y La torre de papel (2013). Es director de La aguja de Buffon ediciones y miembro fundador de la Asociación Literaria “Dr. David Lagmanovich”.