Por Álvaro Astudillo Mattalia |
El pupo de Elena (Monoambiente Editorial, 2019) de Tito Lizárraga, autor jujeño radicado en Tucumán, contiene treinta y seis cuentos divididos en secciones marcadas por canciones y poesías. En la sección “Otros pupos”, otras voces autorales acompañan la del autor, también registros audiovisuales en códigos QR con lecturas de fragmentos. Merecen una mención especial las ilustraciones en tinta negra de Cecilia Espinoza, talentosa artista jujeña. Tanto la inclusión de otros autores, el material multimedia y las ilustraciones, constituyen sellos distintivos de las publicaciones de Monoambiente Editorial, editorial que centra su producción en autores nóveles de la región del NOA.
En este libro, el lector va a encontrarse con la primera publicación del autor, con la oralidad norteña y con huellas de lecturas de Rulfo y García Márquez. Tito filtra las palabras en su tamiz y pinta, con su paleta de colores, una Latinoamérica patente, muy nuestra y ajena a la vez. El pueblo chico y los infiernos grandes.
El escritor nos permite notar que el cuento no es solo un cuento, también es poesía, canciones y mensajes en una botella a la deriva en un río caudaloso del Noroeste Argentino. El cuento es una novela. Esta obra se compone de capítulos que pueden ser leídos de manera autónoma y, al mismo tiempo, como una historia en varios tiempos.
La historia abarca desde la infancia hasta la adultez de la vida de Elena. La existencia está atravesada por las historias de su barrio y las balas de la policía. La obra se compone entre gritos que nos descolocan de dolor y escenas de una ternura que llena cualquier espacio vacío en el pecho. Se refleja en ella una interesante mirada sobre la crianza, el sexo, el matrimonio, la sexualidad, las infancias y la vida en los márgenes de una ciudad.
Elena (sin hache) juega a buscar a su propio Paris, desatando una guerra para acabar con la discriminación, la injusticia y algunas creencias. Escribe en un diario la vida cotidiana trazada desde temas universales como la locura, la religión, la libertad y el amor. Y también envía y recibe cartas entre la tranquilidad y el desorden.
Los demás personajes orbitan alrededor de su pupo, donde se concentran los orígenes de todo: papá, mamá y abuela; la Flor, la Ludmila y la Paula; Mario, Juan y el Camilo; la Zafiro y la Memé. Entre todas las voces, enseñan el ombligo del mundo.
Ofelia, inseparable compañera, es una muñeca que no habla, pero dice todo. La ayuda y escucha. Guarda los secretos. En ella Elena encuentra todas las respuestas a sus preguntas.
Doña Salomé, la loca del pupo para abajo, llena de flores, de dulces y con su sonrisa luminosa, vive rodeada de espanto, entre sombras y encierros. Conoce el poder de los libros y es quien marca la primera decisión difícil que debe tomar Elena.
Como un conjuro. Sapos azules. Elefante blanco. Perra verde. Blusa amarilla. Paragüitas, sillas y botellas de colores. Todos podemos tener un arcoíris al final.
Así, las botellas dejan el río y se suman a un mar inmenso con historias donde se entreveran los colores y las resistencias a las que hay que zambullirse y flotar.