Sobre Golondrina de todos los campos, de Nicolás Manservigi
Por Verónica Páris |
A veces las cosas complejas se pueden contar con palabras simples, a veces es necesario que así sea, acudiendo a la simpleza como una hábil aguja que sirve para desenmarañar cuestiones intrincadas, sabiendo que lo simple es un don casi divino, como el perdón.
Tal vez de eso se trata la nueva novela de Nicolás Manservigi «Golondrina de todos los campos», de la sublimación del dolor a través de la simpleza y la dulzura puestas en el relato de un niño de siete años que no es como los demás, él es especial. Esta historia nos sumerge en la vida de Salvador, un niño que enfrenta un bullying feroz, la incomprensión de su entorno y la consecuente soledad debido a su identidad de género y a ser percibido como diferente a los demás.
«La persona que sigue a la multitud normalmente no irá más allá de la multitud. La persona que camina sola, probablemente llegará hasta lugares donde nadie ha estado antes» y en una suerte de simbiosis metafísica con esta frase de Albert Einstein, es que el camino solitario de Salvador lo conduce a desarrollar un frondoso mundo creativo como refugio y escape de la realidad hostil que lo rodea. El arte, el cual aflora en Salvador a través del canto a muy temprana edad, se convierte en un catalizador para expresar su singularidad, explorar su identidad y encontrar su lugar mágico en el mundo. La creatividad se convierte en su aliada para enfrentar las adversidades y descubrir su verdadero ser en un entorno que a menudo lo rechaza.
A lo largo de la narrativa, se exploran temas sensibles como la identidad de género, la depresión, el bullying y la dificultad de ser aceptado en una sociedad que frecuentemente no comprende ni respeta la diversidad. En este pueblo de Tucumán donde se desarrolla el relato, el núcleo familiar de Salvador no escapa a los estereotipos ni las dinámicas de cualquier familia tradicional donde si bien hay amor, también hay silencios, hay cosas que es mejor no decir, cosas de las que no se pueden hablar, ni se pueden hacer… La educación católica salesiana que recibe Salvador no lo resguarda de la violencia que recibe de sus compañeros de clase, quienes lo atacan permanente con agresiones verbales, físicas, psicológicas y lo exponen a episodios de suma crueldad y brutalidad. Por el contrario, Salvador decide aislarse y callar porque, según él, «si llora siempre es peor» y resulta absolutamente abrumador que este comportamiento abusivo no haya sido detectado ni corregido por las autoridades del colegio. Tal vez, a lo distinto se lo corrija ignorándolo y esperando que el tiempo y la obra y gracia divinas pongan las cosas en su lugar… Sin dudas, algo de verdad hay en esto, pero el precio puede ser muy alto.
Salvador pagó ese precio, con una infancia disruptiva, solitaria, incomprendida, triste. Para sobrevivir a tales injusticias, la mente y, por sobre todas las cosas, el sabio espíritu de este niño tan particular de siete años lo han rescatado y también lo han fortalecido. Apoyándose en su perro Toto, fiel compañero y guía, en el amor cómplice e incondicional de su padre y en su abuelo, único confidente de su verdad secreta, pero aún latente. El complejo entramado vincular con la figura de la Loba, su madre, han moldeado y definido ciertas actitudes fundantes en el carácter de Salvador que lo han marcado, quizá, hasta su vida adulta.
La historia de Salvador nos invita a reflexionar sobre la importancia de la aceptación, la escucha, la observación, la empatía y el respeto hacia la diversidad de identidades de género, un tema tan en boga por estos tiempos pero que siempre estuvo presente en el trasfondo social. También nos enfrenta a la impotencia, la ignorancia y la falta de herramientas para abordar temáticas tan sensibles que reclaman atención y compromiso. ¿Cómo se aborda la identidad de género en la niñez? ¿Cómo se evita la crueldad de los niños que atacan lo diferente porque así lo tienen aprendido? ¿Cómo nos referimos ante alguien que no tiene sus propios pronombres resueltos? ¿Cómo encasillamos lo complejo de la psiquis humana?
Un tema tan candente como vigente y, respecto del cual, necesitamos aún mucho recorrido como humanidad para poder abordarlo con la seriedad y el compromiso que requiere. En la figura de Salvador se encarnan tantos seres que han transitado este camino del autodescubrimiento con dolor y represión sintiendo que, tal vez, abandonarse en sus elecciones era la única manera de ser incluidos. La constitución humana es compleja y no puede ser rotulada en blancos o negros, buenos o malos, hombres y mujeres, es menester abrir la conciencia, habilitar grises y aceptar que somos mucho mas de lo que creemos.
Al recorrer la travesía de Salvador, el lector es testigo de cómo el mundo creativo del protagonista se convierte en un espacio de libertad, autenticidad y belleza, donde encuentra la fuerza para enfrentar los desafíos y abrazar su verdadero yo a través del poder transformador del arte como medio de expresión, sanación y validación.
En resumen, «Golondrina de todos los campos» es una obra que aborda de manera sensible y profunda la experiencia de Salvador, un niño que, a pesar de la adversidad y el rechazo, encuentra en su rico mundo interior y, en el arte, un camino hacia la aceptación de sí mismo y la construcción de una identidad única y valiosa. La historia de Salvador nos recuerda la importancia de celebrar la diversidad, la creatividad y la autenticidad en un mundo que a menudo busca imponer normas y etiquetas restrictivas. Nos recuerda que nada está escrito en marcador permanente, una etapa no está determinada por la edad y su paso en el tiempo la deja archivada como un libro cerrado. Comprender a Salvador como personaje es tan complejo como estudiar el comportamiento humano. Un trabajo como este reclama futuro, un futuro en el cual haya más aprendizaje en materia de inclusión y de las diversas dinámicas vinculares entre las personas.
«Lo que los demás rechazan de ti, cultívalo. Eso eres tú» dijo Jean Cocteau, y Salvador lo hizo carne, en todo ese silencio guardado que, sobre el final de la novela, se transforma en un canto de reconocimiento y liberación.
Una conversación con el autor Nicolás Manservigi
—¿Por qué Golondrina de todos los campos?
Mmm, creo que si revelo el por qué estoy adelantando el corazón del libro. Pero podría decir que «Golondrina» representa en el personaje principal una especie de perla que guarda en su interior y protege del mundo externo. Golondrina tal vez podría ser esa parte que no todos mostramos por temor, y puede entenderse como una emoción, un miedo, una forma de ser….
—¿Cuánta ficción pudo maquillar la verdad detrás de esta historia y cuanta verdad fue imposible de esconder tras la ficción?
No creo cuando los escritores dicen que «inventan todo» y que no existe en sus textos ninguna cosa autorreferencial. En mi caso todo lo que escribo tiene algún germen que surge de mi vida o de la de alguien cercano que por alguna razón me toca. Y la ficción simplemente pasa a ser una herramienta de transformación, ya que «traducir» algo interno en un cuento o novela es un proceso que requiere mucha imaginación para darle belleza a algo que quizás no la tiene.
—La dedicatoria del libro dice «A mi madre». ¿Por qué? ¿Qué representa la figura de tu madre para vos y cómo es el vínculo entre ustedes?
Así es, el libro está dedicado a ella porque algo de su universo es lo que usé para construir esta historia. Mi vínculo con ella es hermoso, pero no deja de ser el resultado de siglos de construcción mutua y entendimiento.
—Hablanos de tu abuelo.
Mi abuelo materno murió cuando yo tenía 2 años y su sueño era tener un nieto que cantara… Y el paterno falleció cuando yo tenía 9 años creo y era el típico vínculo donde él me permitía hacer y decir cosas que tal vez antes no le hubiese permitido hacer a sus propios hijos. Tuve siempre más relación con mis abuelas.
—¿Qué sentiste al escribir este libro?
Un exorcismo. Lo escribí durante la pandemia y fue un hermoso ejercicio de ir hacia atrás en el tiempo para mirar la infancia con ojos nuevos para así poder escribir algo que me alejara de cierta solemnidad y le diera a los recuerdos otra sensación, menos dramática.
—¿Cuánto de Salvador vive en vos hoy?
Mucho, porque, como dije antes, escribo sobre lo conozco, sobre lo que siento. Y principalmente para entenderme. Por lo tanto, no sólo Salvador, sino todos los personajes que escribo en las novelas e incluso los guiones de cine, tienen cosas de mí. Cuánto no lo sé, a veces son simplemente pinceladas.
—¿El Nicolás de hoy sería el mismo si hubiera tenido otra infancia?
Yo agradezco la infancia que tuve, con lo lindo y lo feo, así conozco la armonía y el equilibrio en mi vida. Y no sé cómo sería con otro origen, este que soy me gusta y me sienta bien.
—El Salvador niño no quería casarse, ni tener hijos. ¿Qué opinaría hoy al respecto siendo un adulto?
Creo que sí se casaría, pero no tendría hijos. No sé si tiene mucho sentido traer hijos al mundo, aunque bueno, ese es un pensamiento mío… sólo que «si lo dice el personaje» queda mejor…
—Tanto dolor no pudo anular la dulzura y el increíble mundo interior de Salvador. ¿Crees que fue necesario haber pasado por tanta violencia para cultivar tanta nobleza? Hoy por hoy, ¿sos amigo del dolor?
Yo pienso que la naturaleza de las cosas siempre encuentra su cauce. Tal vez el tiempo y las acciones de los demás puedan hacer que las personas se endurezcan un poco, pero allá en el fondo, si alguien es dulce, seguirá siéndolo hasta su muerte. Torcer ese destino sería como pretender que un río se comportara como el mar y por más que se lo fuerce, sus sonidos, su forma son distintas.
—Más allá de sus cualidades físicas y actitudinales ¿Qué hacía a Salvador tan especial ante los ojos de la gente?
La ternura. Porque ante la belleza y la ternura todos nos rendimos.
—Cuando estás en un escenario cantando, ¿sentís lo mismo que Salvador la primera vez? ¿Quién canta realmente?
Quizás lo sentía más de niño. Al hacerme más grande todo se fue tiñendo de una exigencia que trato de ir desarmando. ¿Quién canta realmente? Aún estoy preguntándome muchas cosas respecto a eso, para qué canto, por qué y así….
Verónica Páris, a quien todos llaman Páris, es artista multidisciplinaria desempeñándose como actriz, autora, directora, cantante, gestora cultural y performer. Es Licenciada en Comercio Internacional, fue becaria y egresada de la Carrera de Intérprete en Teatro Musical de la Fundación Julio Bocca y acaba de certificarse como Gestora Cultural en Espacios Universitarios en el Centro Cultural Paco Urondo. Actualmente se encuentra cursando el profesorado de teatro en la EMAD. En 2023, su poemario TREMEBUNDA, fue seleccionado para ser publicado por Ediciones Halley.
Muchas gracias por este valioso aporte.