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ISSN 2684-0626

 

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La provincia y el mal: Entrevista a Fabián Soberón

Por Enrique Traverso |

Luego de las presentaciones en Buenos Aires y Rosario, el libro de cuentos Todo es ahora fue presentado en la Feria del Libro de Catamarca. En ese marco, se hizo esta entrevista al escritor y cineasta Fabian Soberón.

Enrique Traverso: Hace poco he leído tu libro Edgardo H. Berg (ed. La Papa), hace poco he leído tus entrevistas y una suerte de crónicas con una ilustración de un muchacho que vive en Barcelona, un artista plástico, Ramiro Clemente, de gran factura. Y ahora vamos a conversar un poco acerca de estos diez cuentos que para mí tienen una enorme factura, es decir, a los que no les sobra nada, hay un trabajo de relojería ahí con cada uno de los textos. Yo digo que hay un rictus carveriano en tu escritura porque explorás los finales con un sentido carveriano. Por ahí el cuento va desde los márgenes a cuestiones profundas, cuestiones profundas que hacen a la esencia de nuestra vida como hombres de este siglo XXI. Me gustó mucho el cuento “El eunuco” y “Las chicas del motel”, y pienso que trabajás con una trama híbrida que va hacia lo policial, que tiene que ver con sucesos acontecidos en una ciudad del norte argentino. Háblame un poco de estas diez historias.

Fabián Soberón: El libro Todo es ahora aparece luego de la publicación de otro libro que salió en el 2023, que se llama Naranjo esquina. Son dos libros que, si bien no están directamente relacionados, están emparentados desde el punto de vista del ambiente o de lo que yo denomino la zona. O sea, los dos libros, tanto Naranjo esquina como Todo es ahora, están ubicados en espacios que nosotros podríamos identificar con ciudades o pueblos del norte argentino. Aunque no se menciona el nombre de la provincia, en Naranjo esquina se trata de un pueblo imaginario que, si bien es cierto uno puede pensar que tiene características comunes con el villorrio llamado Naranjo esquina en Tucumán, en el caso del libro es un pueblo imaginario.

E.T: ¿Hay una urbanidad distinta entre las ciudades, entre Santa María, Catamarca, Tucumán, por citar solo algunas?

F.S: A mí lo que me interesa trabajar en estos cuentos, y ahí también hay algunos puntos en común, entre los libros Naranjo esquina y Todo es ahora, es lo que podríamos llamar la relación entre la provincia y el mal, o la provincia y las formas del mal. ¿Por qué digo esto? Porque desde una visión romántica, decimonónica, o incluso del siglo XXI, pero que arrastra un sesgo romántico, protorromántico, se tiende a pensar desde las grandes urbes argentinas que en las provincias existe un reino del bien, de la bondad campesina, asociada a ese modo de vida tranquilo, lento, apacible. Y siguiendo, de alguna manera, con la concepción que tienen Elvira Orphée y otros escritores nacidos en el norte argentino, Tomás Eloy Martinez, por ejemplo, en su cuento “Bazán Frías”, y en otros libros, o Juan José Hernández, siguiendo esa línea, a mí me interesa pensar la relación entre la provincia y el mal, o las formas del mal. Y ahí es donde siento que aparece el policial como género de amparo. Es decir, pienso que se pueden usar ciertos códigos del género, pero también se puede tomar el género policial para salir de sus códigos. A mí no me interesa seguir a pie juntillas ninguna regla preestablecida. Ya sea que tome el género o salga de él, he pensado estas periurbanidades, o estos lugares vinculados con las urbes provincianas, en relación con el crimen, el delito, lo que yo he denominado de manera más teórica el gótico del norte argentino. Este gótico no es un gótico fantástico, decimonónico, sino que aquí el gótico es una continuación por otros medios y con otras características del gótico sureño norteamericano. Mi hipótesis es muy simple: el norte argentino tiene un cóctel hecho de una profunda y arraigada religiosidad, asociada claramente a una intolerancia que viene de esa misma religiosidad, vinculada con fenómenos como la violencia de la última dictadura militar, o con manifestaciones claras de fenómenos por fuera de la ley, vinculados con esa misma religiosidad. Entonces, en la articulación entre la ley, la religiosidad arraigada, y todo lo que ocurre por fuera de la ley, surge el gótico del norte argentino, y mis cuentos tienen que ver, creo, con esa estética.

E.T: Hay escritores americanos sureños, por ejemplo, que trabajan ese perfil psicológico de los personajes, Carson McCullers o Flannery O Connor, y creo que lo hacen con un gran ahorro expresivo. Veo conexiones con estos escritores en tus cuentos: vos usás oraciones breves y tratás de describir los climas, tiñendo, digamos, desplegando los rasgos psicológicos de tus personajes. Y luego hay otra característica compartida con los sureños: no tienen un final inesperado, hay un par de cuentos que dan un giro sobre el final y se van a otro lado, o se van a un lugar minimalista.

F.S: Sí, me parece que estoy de acuerdo con lo que vos acabás de decir, hay cuentos que trabajan con un final abierto, que siguen la línea, tomando el autor que vos mencionaste, Carver, antes Hemingway, y también Faulkner en algunos textos, vinculando con esa línea de la literatura estadounidense, incluso podríamos remontarnos a Chejov, por supuesto, como el ancestro, el padre de todos, el primero de todos. Hay finales que tienen que ver con esta idea del cuento moderno, de ese cuento que se asienta en la atmósfera, en la construcción de una atmósfera, y ahí me parece que se juntan esta idea del gótico del norte con la idea del cuento moderno. En los cuentos aparecen claramente los fenómenos de criminalidad, de violación de la ley, y de todo aquello que se sale de la norma religiosa, entran en el ambiente expandido del gótico. Entonces, los hechos criminales aparecen bajo el ámbito de la atmósfera gótica. Lo que hago, me parece, es unir la idea del cuento a lo Chejov, la poética de Hemingway o Carver, con las atmósferas de un pueblo que puede estar ubicado en la periurbanidad tucumana, catamarqueña, riojana, o salteña. Estos cuentos, vistos así, son variaciones del gótico norteño.

E.T: El relato va en una línea de agua de superficie, y luego, por ahí hay un viraje, y está lo que vos decís, aparece el horror, aparece la crueldad. Me parece que tus cuentos convencen, porque el lenguaje es apropiado para los personajes. Creo que no se extrapola en ningún momento el lenguaje, y eso no es poca cosa, Fabián, es algo que yo admiro de tu literatura, en este caso, en estos cuentos.

F.S: Te agradezco mucho, por supuesto, la apreciación, la valoración. Yo creo que el trabajo del lenguaje puede ajustarse de acuerdo a qué tipo de cuento se trate. En este libro yo escribí algunos cuentos que trabajan con la materialidad de lo real, lo que podríamos llamar, de manera muy ingenua y muy rápida, la realidad, aunque no sabemos muy bien de qué se trata cuando decimos la realidad. Los cuentos están basados en crímenes reales, concretamente en femicidios reales. En estos cuentos he trabajado con el caso de Paola Tacacho, que es una profesora de inglés de origen salteño que vivía en Tucumán y que fue asesinada en plena luz de la tarde en la ciudad de Tucumán, después de muchos años de persecución de parte del femicida. También tomé el caso de Bety Algañaraz, que era una maestra de un colegio privado, también de la ciudad de Tucumán, que fue asesinada por dos monjas que forman una pareja lesbiana. Escribí el primer cuento hace muchos años, el primero fue a partir del caso de Marita Verón, que quizás es el caso más emblemático del horror ligado a estos crímenes. Si uno piensa el horror en términos más profundos es inexplicable, hay una dimensión del horror, creo yo, que es inexplicable.

E.T: Cuando uno entra a tus historias desde el contorno, ves que no está la vieja figura del investigador, el detective, no está la figura del padre Brown (para citar un ejemplo), de Chesterton, sino que vas contando desde la periferia, tomás el relato periodístico y ahí emergen tus personajes y sobre eso vas haciendo la costura; me parece destacar eso, es ahí cuando te digo lo del ahorro expresivo. Y entonces elegís contar para que luego aparezca el desenlace ligado al horror.

F.S: Me parece muy importante lo que vos señalás, no hay un personaje detective, no hay un investigador, ya se trate de un narrador en tercera persona o de primera persona. En los cuentos hay una desconfianza respecto del ejercicio de la ley, es decir, el detective encarna, por lo menos en cierta poética, la ley. Pero cuando la ley no funciona, cuando se trata de sociedades anómicas, diría Emil Durkheim, como las nuestras, la ley es ambigua o es disfuncional, y entonces no hay ley y en el ámbito donde no hay ley hay víctimas, crímenes y asesinos. Hay carne y sangre, hay crimen, no hay ley y creo que esa es la materia del libro. Por eso es que los narradores finalmente son narradores en tercera, que no permiten que participen los investigadores o los detectives; o son narradores en primera persona, y esa primera persona está ejercida por la víctima, es la víctima la que habla, o esa voz está ejercida o llevada adelante directamente por el asesino, o por la asesina, porque hay un cuento donde también hay una asesina.

E.T: Y están los cuentos con giros rupturistas como “El eunuco”, un cuento largo, creo que está trabajado de otra manera, pero finalmente hay un ambiente de Fuente Ovejuna en el siglo XXI. Me gusta lo de gótico norteño, creo que es un acierto. Te hago una última pregunta. ¿Qué es lo que a Fabián Soberón le interesa narrar? ¿A quién le querés narrar? Y de repente, ¿qué te interesa narrar?

F.S: Hay que decir que la literatura, si hay algo que hace la literatura es formular preguntas. En este sentido, yo veo la literatura relacionada con la filosofía. Es decir, lo que hace la ficción es preguntar por otros medios o preguntar de otra manera. Yo no veo a los cuentos o a las novelas como respuestas, sino que las veo como preguntas formuladas de otra manera. Si nosotros revisamos los cuentos del libro Todo es ahora, o de Elvira Orphée, o de Tomás Eloy Martínez, o de los escritores que han trabajado como materia los crímenes o el mal en el norte, yo creo que lo que hacen estos libros es preguntarnos de nuevo acerca de lo que nosotros llamamos rápidamente la identidad. Qué relación hay entre la identidad y la crueldad o con el bienestar. Las preguntas serían, ¿de dónde viene el mal? ¿Cuál es el origen del mal? Creo que la literatura nos permite preguntarnos, ojalá que mis cuentos provoquen estas preguntas. Si la literatura produce esa pregunta, o nos ayuda a preguntarnos eso, me parece que si es que hay algún propósito para la literatura, ese propósito está cumplido. Con respecto a los lectores, creo que los cuentos interpelarán a aquellos que se sientan vinculados o interesados en preguntarse por estas cuestiones. Le escribo al lector del siglo XXI de estas ciudades.

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