Por Silvia Camuña |
“Música de cuerpos rotos” última publicación de la poeta tucumana Alejandra Díaz (2023, Falta Envido Ediciones. Colección Indeleble. Tucumán), se divide en dos partes, la primera “Onírica” que se inicia con una cita de Anais Nin: “Lanzas tus sueños al espacio como una cometa/ y no sabes lo que te devolverán: una nueva vida, un nuevo amigo/ un amor, un nuevo país”; (tal pareciera ser que los sueños lanzados, en el caso de este libro, devolvieron un nuevo país, el del lenguaje). La segunda parte, que da título al poemario, “Música de cuerpos rotos”, abre con una cita de Isidoro Blaisten: “… donde un hada con reuma apagó las antorchas y se guarda la luna en alcancías”.
Ambas citas son los dinteles que atravesarán las/os lectores para entrar al “universo alejandra”, “alejandra” con minúscula, como en el famoso poema de otra Alejandra (Pizarnik) donde intenta decirse:
Sólo un nombre
alejandra alejandra
debajo estoy yo
alejandra
En su “universo alejandra”, nuestra poeta tucumana intentará también, como Pizarnik, crear la realidad en el poema. En “Música de cuerpos rotos”, tensar el lenguaje para crear un mundo lo desintegra en una nueva belleza. En ese mundo el recuerdo se raspa como un objeto:
“raspamos el recuerdo
cada día
en pequeños detalles
un juego puro
por recuperar
lo que nos pertenece”
En él, los miedos adquieren consistencia de objetos:
“una hilera de miedos
hace silencio
los peso
los mido
están ahí
cuando todo calla”
Es un mundo donde callan las luces:
“la noche huele
a estrella muda”
Donde “la tristeza emerge de casi todas las cosas”, donde “el nido del poema crece a la intemperie”, donde se desea “arrancarse la pesadilla como quien se arranca la piel” y “rasparse la congoja como musgo crecido en la planta de los zapatos”.
Como nos dice Rosa Montero (2022), en su libro “El peligro de estar cuerda”, “escribir es jugar con un juguete enorme”. Al punto de haber escrito la propia muerte cotidiana:
Réquiem
“ella cava en silencio
el hueco
donde guardarse por las
noches
escucha
la tierra que hace ruidos
cuando gira”
Pero en “Música de cuerpos rotos”, la escritura es también una posibilidad de regresar del abismo:
“abro la ventana
tomo aire
una paloma
hace nido debajo
sobre el sobretecho
cuando otro ser vivo nos mira
a los ojos
regresamos
del abismo”
El creador, dice Brenot (Montero, 2022), “despliega una energía considerable para luchar contra una parte de sí mismo que quisiera rendirse ante la adversidad”. Si la adversidad logra ganar, entra la muerte, con sus pies de fieltro y su mirada amarilla”. Montero afirma: “publicar mis pequeños delirios descontrolados y lograr lectores que los acepten, comprendan y aprecien, me sujeta a la tierra, me cose con los otros y por consiguiente con la realidad”. “Escribir es un milagro poderoso que, paradójicamente, nace de la impotencia, y que permite a quien está preso de sí mismo… construirse una existencia lo suficientemente válida”.
Así nace una gran obra literaria, un “universo alejandra”, así escribe la poeta, “a ciegas, a tientas, siguiendo los dictados del inconsciente, sin saber de dónde viene, a dónde va. Se escribe en la más completa oscuridad” (Montero, 2022). “Escribo como si fuera a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida”, decía Clarice Lispector. “Yo diría que para la mayoría (de los escritores), la escritura es un esqueleto exógeno que nos mantiene en pie” (Montero, 2022), sobre todo cuando:
“siento
que voy a quebrarme
como costillar
de pájaro pequeño”
“Música de cuerpos rotos” ¿es un libro triste? Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo, nos dice Rafael Guillén en su poema: “Ser un instante”. Y ¿qué música es la que hacen los cuerpos rotos? Nos dice Alejandra en otros de sus poemas:
“Frida se endereza
corre
y hace música
con las partes rotas”
“mi padre me preguntaba:
escuchás
el sonido de los pétalos
cayendo a la tierra”
La música de los cuerpos rotos es una y otra, el movimiento torpe que acarrea las partes, y la suavidad silenciosa de los “pétalos decapitados”.
María Negroni (2023) en su libro “El corazón del daño”, nos dice que a lo mejor los libros son también eso: un viaje a la transparencia. También afirma: “Los libros son la música de un saber que se ignora”. Leer a Alejandra Díaz me condujo a estas otras lecturas recientes, porque mientras crea su universo, también lo define y se define de manera contundente, breve, honda. Su música da a escuchar un silencio. Ella es el acto de lo que Negroni define como poesía: “los poemas son centros adentro de un centro, micrografías del deseo, interioridades profundas que funcionan como defensas. El poema se debate entre lo que es y lo que podría ser, y apuesta siempre a lo absoluto, que no es sino la dicha de encarnar una primera persona, cada vez más imbuida de su propia ausencia”.
“Lo real siempre juega a desaparecer” (Negroni, 2022). En ese juego están las palabras de Alejandra, tensando la belleza de un nuevo país del lenguaje donde: “callar es un conjuro” y “soñar es un ejercicio premeditado”.
Bibliografía
Díaz, A. (2023) Música de cuerpos rotos. Falta Envido Ediciones. Colección Indeleble. Tucumán.
Montero, R. (2022) El peligro de estar cuerda. Editorial Seix Barral. Colección Biblioteca Breve. España.
Negroni, M. (2023) El corazón del daño. Editorial Literatura Random House. España.
Tucumana. Es profesora en Letras pero se considera sobre todo poeta. Publicó «Poemas de la montaña» (2009), “Tumba do” (2017), «Poemas del maravilloso ritual» (2018), Poemario “Cornucopia” (Fondo Editorial Aconquija, 2021- Ente de Cultura de Tucumán); participó en la antología Poetas de Tucumán 1960-1990- (Editorial Humanitas, UNT, 2022) y en la Antología «Reunidas» (Tafí Viejo Ediciones). También incursionó en otros géneros, dramaturgia, guion, y tiene publicadas novelas cortas, “Miskimina” (1998), “Clademira y el vuelo”, “Relato en son para Mala” (2013), “Narrativa breve reunida” (Gerania Editorial, 2021) que reúne la reedición de sus novelas cortas y la primera edición de la novela “Blanca del Barrio El Bosque”. Es además docente e investigadora.