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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Otro libro de minitahs (Umas, 2018) de las Topas bajo la lluvia

Por Belén Navarro |

“vivir solo cuesta el instante

en el que te volviste ese libro”

Paula Rivero

¿Sobre qué escribe una minitah en una antología de minitahs? Libro en mano, yo sé sobre lo que escribe. ¿Y cuatro minitahs? ¿sobre qué escriben cuatro minitahs bajo el marco de la grupalidad? Algo impulsa a dialogar sobre pibas santiagueñas en el proceso creativo de decir poesía, pero me suena a titular quemado la necesidad de remarcar algo del género del sujeto como agregado al arte. Esa necesidad que suena hasta ridícula, de contextualizar improntas como mujeres, del interior, poetas, grupo de poetas que encima sacan un librazo. Estamos acostumbrados a hacerlo.

Siempre que incluimos el discurso en alguna interacción y hablamos sobre lo que nos pasa, mucho de lo significante comienza a entrar en juego y aquí estoy, todavía colgada del título, pensando en si está bien o mal asociar en el primer párrafo el significante minitah a las autoras. Si es correcta la generalización al emplear la palabra pibas, en lugar de subjetivarlas y habilitar a cada una por su nombre al momento de citar su letra. Arranco con esta ensalada porque ciertamente el título me interpela, y doy lugar a reconocer cómo en mi mente se detonan prejuicios, me invento historias sobre lo que ya supongo que encontraré; porque lactamos tanta cultura, porque las palabras ya inventadas sobrellevan una carga de significado poderosa, porque cuando las tenemos incorporadas rara vez las observamos o interrogamos.

Analizo la tapa, supongo que es una chica (seguro) de entre los 20 y los 30 años, pero que podría extenderse desde los 14 a los 30 y pico, y aunque el personaje no está sexualizado lo deduzco rápidamente. Camina sola en una plaza, agarra su mochila, mira al piso. Que su ropa no tenga género es un detalle no menor, que pretendo clarificar en los últimos párrafos de este camino. El poemario construye de entrada, una dialéctica entre lo individual y lo colectivo: en tanto que la minitah deja de escribir para la minitah y pasa a formar parte de algo mucho más amplio. ¿Por qué no hay cuatro mujeres en la portada? Porque con una es suficiente. ¿Por qué camina sola? ¿Por qué mira para abajo? ¿Cuál es el mensaje detrás de una cola de caballo y una remera verde?

Y en segunda instancia, me resuena la pregunta sobre un proceso transformador. Pregunta que surge al tomar en formato físico este título que el sello editorial Umas editó en 2018, y deseo entonces iniciar el recorrido poético que cuatro autoras ofrecen, una antología que considero, documenta y materializa una realidad asociada a la fisura de lo femenino, en un sentido positivo, un recorte de la realidad que habla más sobre la realidad social urbana de pertenencia grupal, que sobre la minitah misma.

Dudé sobre presentarlo como antología, Paula Rivero, Pilar Carranza, Sofía Landsman y Natalia Sánchez convergen bajo el pseudónimo colectivo Topas bajo la Lluvia, y en el lineamiento del libro funcionan como unidad, o al menos así lo siento. Ellas, todas, militantes feministas, activas en la causa desde conocimiento y hacer. Respeto fuerte la creación de ese saber colectivo, y en ello, también la subjetividad donde transita algo de lo que imaginariamente, ser mujer significa desde cada una de ellas, reflejándose en el terreno de cada capítulo titulado con nombre propio.

Cada vez que escribo siento una tendencia irrefrenable a hablar sobre lo femenino, será que también sigo bordeando la pregunta sobre lo que “ser mujer…” en un contexto donde se ha globalizado la intención de ruptura de un viejo parámetro condicionante, promovido por el impacto y alcance de la tecnología y las redes de información. Leticia Moreno, doctora en ciencias de la educación, dice que el feminismo es para hablar sobre lo que nos pasa, y asaltando una pequeña porción del prólogo que Elena Anníbali escribe para ellas, me interesa hablar sobre “una escritura con marcas y apuestas nuevas”.

Este libro ha sido construido mediante un idioma de época que me resulta acertado, el lenguaje poético cruza con la jerga juvenil para abordar con madurez temáticas como el amor, problemas de identidad, procesos de crisis, nostalgia, conflictos internos, preguntas sobre quién ser para el otro y sobre lo que quiere el otro, desde una autodefinición transparente y alterando mitos sobre la femineidad. Dice Sofia Kerns, que las escritoras contemporáneas se ven obligadas a negociar continuamente con elementos tradicionales de auto representación femenina, y es por ello supongo en este libro, la simplicidad con que la poesía del yo parece comunicarse, ejerce contraste con un trasfondo que nos interpela, a nosotras, a peso fastidioso. Topas reformula en su discurso prácticas sociales hegemónicas y en ellas, van desdibujando el estigma de la mujer como carente de deseo y voz propia. Percibo aparecer la inconformidad, la incomodidad y la pregunta sobre porqué ocupar lugares que no se quieren. Los siguientes versos juegan con la negación, como si se supiera donde no, pero por alguna razón, una posición alternativa de lo femenino parece aun eclipsada, o sin forma:

Sofía

Yo amo a Cruela

no se retracta

es malvada

perversa

no tiene un gramo

de empatía

ni pena

por los animales

es ella contra el mundo

pero es ella

Paula

Renegué de la elección musical de mi vieja

de la piel que no elijo

de Lerner tarareando no hace falta

y me fui

Pilar

Quizás me hubiera convenido

no aparecer

apagarme,

cortar

como quien dice

por lo sano

Natalia

No hay mucho mas

que esto que tenemos

y tratamos de pulir

Leí por ahí, que la poesía femenina era sobre la desigualdad, sí, estoy de acuerdo, pero considero que aún continuamos escribiendo en función o en contra del paradigma que nos legitima. Me gustaría pensar que el feminismo nos trae respuestas, pero lo cierto es que nos obliga a enfrentarnos al vacío. No encajábamos en la norma, nos salimos de ella, ajá… entonces ¿ahora, qué? Seguimos conquistando derechos, festejo, lo aplaudo, pero el molde patriarcal que nos han impreso no abandona la acción de romperse. Aún en la rebelión, parece seguir siendo el camino nombrarnos a través del marco de referencia de lo masculino como función, y en ello, aun autorizándolo simbólicamente como amo del deseo. Ser dueño, también es saberse y reconocerse como tal. Quienes se ubican en la posición del deseo tienen algo en común, uno: siempre aparecen como sujetos fálicos, y dos: el falo igual a poder, siempre parece pertenecerle al otro. La minitah aparece entonces en una posición de búsqueda, porque hay un saber que siempre parece quedarle velado, y así… la angustia:

Pilar

Quererte en ese entonces era

meternos a la licuadora

y que vos salgas ileso

Paula

Quiero ser Vegeta

vivir enojado desde las ocho hasta tipo una

parar para dormir y refugiarme

en la ternura de Bulma

Sofía

Y una vez finalizado el orgasmo

como buen amante

el teletubbie deberá callarse

Natalia

Para recordarle a María

que si hoy le arrastro el ala

es porque mi abuela me enseñó

a nunca dejar de buscar el “como es”

aunque no sepa muy bien de qué se trata

De izquierda a derecha: Sofía, Natalia, Pilar y Paula.

¿Qué es el feminismo sino entender el mundo como lo tenemos hoy y transformarlo desde la aceptación de una corresponsabilidad? Hay un código millenial que puede comprenderse fácilmente: nos incluye como partícipes y cómplices, en la parodia que significa la imagen del pibito, que reproduce el estereotipo de género que promueve la discriminación. Se presenta como una deformación reciente del concepto de pibe, proveniente del lunfardo, igual que mina, ambos colmados por estigmas sociales de la época, y en su identidad patriarcal los términos conllevan una carga de sentido tan fuerte, que arrastra hasta hoy una resistencia implícita a la desidentificación.

Los roles sociales del sujeto han evolucionado en el mundo físico, la mujer se ha insertado al campo laboral remunerado y desatado un movimiento exponencial a nivel sociocultural, donde la conquista de derechos jamás ha cesado. Esto, sumado al crecimiento impetuoso de las tecnologías de la información y la comunicación, posibilitó que hoy, cualquiera que tenga mínimamente una red social, haya observado en la masa de amigos y seguidores el siguiente concepto: cómo me veo y me defino, cómo veo y defino a la sociedad, cómo veo y defino al otro, es un posicionamiento político. Vos y yo pensamos en base a la información que hemos recibido. Y es por esta razón, que nuestros pensamientos, lo que consideramos correcto o incorrecto, los discursos con los que conciliamos, jamás pueden ser plenamente objetivos y universales. 

Hay normas y conductas asociadas a hombres y mujeres según su sexo biológico, como bien casi todos sabemos, y se delimitan en la socialización. Justamente en el proceso que, irónicamente, debería distanciarnos de ser considerados organismos netamente biológicos (guiño). Por ser el aprendizaje que fomenta y/o reprime determinadas actitudes humanas para condicionar al Ser según su sexo, nuestra historia, hoy y aquí, pese a quién le pese, no es más que un proceso de transición que incluye casi intacto aún, el viejo esquema de posicionamiento subjetivo. Dicho de otra forma: si hay pibito hay minita también, ambos ocupando un rol social que le corresponde y regula su conducta, y ambos términos conllevan desde lo simbólico, un juego de poder. Si la corresponsabilidad y la igualdad existieran, no existiría la parodización. Dicho en términos blandos: si en el juego de poder mujer y hombre tuvieran el mismo peso, no habría juego de poder. Si no hubiera desigualdad ¿para qué habríamos de diferenciarnos? Nominar, clasificar lo humano, es un arma de doble filo.

Los personajes de ficción, sea en actuación o de otra índole (literatura, memes, performances, letra de canciones) y de no ficción como roles laborales, familiares, sociales, en la homosexualidad misma, en el feminismo, existe una norma de posicionamiento donde se encarnan cualidades femeninas o masculinas en contexto de oposición. Si se habla de poder, fuerza, acción, se remite a lo masculino, si se habla de pasividad, protección, suavidad, lo femenino se representa. La tendencia es a figurar lo masculino como lo independiente, lo femenino como lo sufriente, y así, interminablemente, podemos reconocer la programación social y su repercusión en nuestras conductas y razonamientos.

La producción humana en sentido general y puntualmente en la escritura, que es la que nos convoca, emerge como práctica simbólica de alguna porción de la realidad, el/la/le autor/a/e recorta parte de la experiencia y la materializa. El pibitx en Topas aparece como un otro que resiste la dificultad de sostener algo de la demanda de amor del yo poético, entendido en una posición femenina que parece subordinada a situaciones cotidianas que denotan una asimetría de poder en lo amoroso, unx ocupa la posición de espera frente a la incógnita persistente sobre la mirada del otro. El yo poético escribe sobre la ausencia, pero ¿quién es realmente quién está ausente? ¿cuál es su lugar en el vínculo? ¿En la minitah y en el pibito, hay realmente elección?

Natalia

Estoy esperando que te compres esa heladera

solo para escribir frases en papeles de colores

y pegarlas con esos imanes de frutas o letras

que venden en el centro

cosa que todos los días

te encuentres con algún dato groso,

de utilidad para la dama y el caballero (…)

Porque no es necesario

decirlo todo de frente,

eso es un invento del capitalismo

para hacernos comprar chicles

y corrector de ojeras.

Paula

No vale aparecer

cuando el invierno esté terminando.

Así cualquiera.

Venite antes

quedate conmigo en un parque triste,

sin adelantar la película

Sofía

Buscando una reacción

en tu casa

buscando algo

que me diga

que no estás muerto

porque tu muerte

significa la mía

tu muerte aunque sigas ahí

Pilar

Todavía te manifiestas entre los vivos

de forma perceptible

produciendo sonidos (…)

sos como un arquetipo triste

de manipulación compleja,

un atajo los finesdesemana

en la vida de alguien más

En el amor, según Darío Zstajnszrjber no hay equivalencias, siempre uno es quién ama más. En un sentido positivo, es esta condición la que permite que la subjetividad se introduzca en el vínculo amoroso. En los versos plasmados, el yo poético parece intentar sobrevivir al amor en el instante mismo de su defunción, pero quién habla no es un sujeto cualquiera, es la minitah.

Es ahí, que en un sentido negativo supongo, el determinismo amoroso del varón-mujer promovido con un sentido de utilidad capitalista como menciona Natalia en el primer fragmento, soporta la asimetría jerárquica del vínculo, cuando no la pérdida, de lo femenino frente a lo masculino.

En todos nosotros reina la impronta de jerarquización en el amor, aún en la homosexualidad, aún en la poligamia… me dan fobia las categorías, pero son necesarias, porque en definitiva la marca de la definición lenguajera nos hace seres sociales. Hoy, ahora, ya, mientras está gestándose la ruptura paradigmática en el punto de visibilización de las diversidades sexuales, nos encontramos irremediablemente con que la no definición también es una forma de categorización dentro de las variables posibles, y entonces, la sensación de derribar paredes para entrar al mismo lugar. Quizás la deconstrucción solo se limite a repensar los ámbitos de posicionamiento, ampliar la mirada y dejar de resistir para salir al encuentro, en todo caso, de las hermosas posibilidades que nos otorga la condición humana:

Natalia

Mejor quedate así

para que yo pueda aprovechar

y sacarte una foto

mientras estás en otra

allá en tu mundo

ese que no alcanzo

ese que no me deja entrar

pero que de vez en cuando

te deja quedarte un rato

a comer arroz blanco

como quien recordarme

que yo también soy un palito de yerba

que flota

que espera

mientras vos te reis de tu chiste

y me hundís hasta el fondo

Sofía

Julián

otra vez dejé terapia

dije que iba a volver

pero es mentira.

No quiero abrir esa caja de zapatos

que enterré en mi patio

Pilar

Cuando nos busques en el espejo

vas a ver que,

aun rotos,

somos todavía

una estampita hermosa

Paula

A favor:

todas las risas del mundo

las podemos tener nosotros en media hora.

En contra:

la educación sentimental adquirida

nos va a seguir susurrando sus dogmas

Natalia

Así que acudo a vos

como quien decirte

que mis miedos son estos

A nivel poético, este libro no se limita a explorar sensaciones como la melancolía por una infancia perdida, la soledad o las mariposas en el estómago, sino que invita a reflexionar sobre temáticas como la muerte, la relación de la mujer con el cuerpo, la impronta familiar en la subjetividad del yo poético, aparecen aspectos vinculares adultos y referencias a vínculos primarios cargados de añoranza, denuncian en sus líneas la huella de la tecnología, lo fílmico, la animación japonesa, el fútbol, la cultura de la birra, el porrito y la música como formas de interacción.

Referencias al léxico santiagueño se entremezclan con guiños locales sobre elementos de la cultura: el té de ruda, el poleo, el fideo moñito, las bolitas, las rodillas peladas, que invitan a jugar con la nostalgia. El recorrido del libro pega saltos permanentes en el tiempo, pueden dibujarte una infancia vívida y luego sumergirte en los abismos complejos de la vida adulta, donde lo femenino se sostiene en base a construcciones como cuerpo, sexo, erotismo, amor, sacrificio. El dilema de los vínculos está abordado en su amplitud mediante escenas pequeñas, como una llamada a las cuatro de la mañana o volver al kiosko, y sin intención rimbombante, los relatos mantienen su propósito de decir algo más allá de la palabra precisa. El yo poético reflexiona, se observa y al tiempo que lo hace con sí mismo, lo hace también con el lector.

En su totalidad plasmado en verso, este libro de Topas cuenta con gran cantidad de figuras retóricas conceptuales y de imagen, metáforas vivas, la libertad del texto se mueve al ritmo que el tema central de cada poema parece ir marcando, y sin ataduras de métrica o rima, las imágenes construidas. Cada poema se expresa fresco y con autenticidad, algo que encuentro representativo en las autoras y me gusta mucho. El relato literario que logran montar sobre lo cotidiano resulta fuente de disfrute, interpelan sutilmente, aunque dudo fuera la intención, hay algo del pensar sobre sí mismas que siento nos incluye como lectores en ese tránsito de reconstrucción.

Respecto al título

¿Qué es la minitah sino la encarnación de todo ella? ¿no es la minitah encarnando la imagen de mujer que escapa al modelo de pasividad, sumisión y silencio, tan funcionales a la religión, a la cultura, al capitalismo?

La minita es esa que no se toma en serio porque está marginada del dispositivo familiar tradicional, ajena de cualquier proyección favorable a futuro, es la tercera, o una de las tantas, es la encarnación del cuerpo femenino como objeto sexual, se dice en diminutivo, es un dispositivo simbólico para la anulación subjetiva de Claudia, Lucía, Mariana, ubique aquí el nombre.

El término deriva del lunfardo mina que significa mujer. Es despectivo. Y aunque no se lo emplea para nombrar a la madre o a la niña, es violencia contra el género. Marca un estigma, un modelo de vida limitante. Se usa en frases desubjetivantes como “la minita del boliche” “la minita del gym”. Como herramienta alienante “esa mina está re loca”. Como expresión descalificante asociada a la debilidad y como infravaloración “pareces mina”. “Esa es la mina de Juan” cosificación, posesión. “Es alta mina” “es un minón” para referirse a cualidades hegemónicas (físicas, intelectuales, morales) engloba un check-list donde siempre algo como que le queda grande. Hay un pero implícito, no por ello menos efectivo. Es alta mina pero no llega, algo se le restringe, algo se le niega en su condición y puede ser cualquier cosa porque en el ideal nada nunca es suficiente. Estas frases las extraje de la experiencia y de grupos random bajo la consigna “tiren expresiones comunes que contengan la palabra minita”. Podría seguir desarrollando el tema, pero es suficiente para el punto con el que quiero cerrar este artículo. Y es que en un libro de minitahs, la H parece representar una apropiación del término, como si en la ridiculización del término hubiera un verdadero empoderamiento. La minitah se visibiliza al nombrarse y dialogar sobre sí misma, se hace cargo, está accionando, y es aquí donde disfruto tejer sentido con la portada: la minitah viene a romper el estigma de las mujeres verdes.

Considero que este es un libro de amplio alcance generacional, ameno, para una tarde de ocio juvenil, y para la madrugada dominguera adulta. Pero también para quien guste de profundizar y repensar ámbitos sociales instituidos, reflexionar sobre cómo la historia y el conocimiento impacta en la forma como nos relacionamos con el mundo en general, y con los eventos diarios en particular. Sin más, les ofrezco el tránsito por este bello libro. Ésta es mi propuesta, pero estoy segura que cada unx encontrará la suya. Disfrútenlo, piénsense, reflexionen su entorno, los discursos que consumen y pronuncian cada día. Es poderosa la palabra, fuente de grandes creaciones cuando producen movimiento. This is it (eso es todo).

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