Por Javier Foguet |
El siguiente texto fue leído en la presentación de reimpresión de En la Casa-Barco: Obra reunida, de Inés Aráoz, el pasado 27 de agosto de 2024 en el Centro Cultural Flavio Virla.
Intro
Astutamente, pero más sabiamente Nicolás supo apaciguar mis temores iniciales a estar sentado aquí hablando o a punto de hablar de la casa de Inés; yo había manifestado alguna duda porque hace mucho tiempo no escribo o no pongo atención a cuestiones expresivas… entonces astutamente, pero más sabiamente, Nicolás me sugirió que le gustaría que hablara más desde el lugar del poeta-amigo, que podía, por ejemplo, concentrarme en la casa: ‘toma la dirección que quieras’… y así, con más firmeza y valentía, di la confirmación que de todos modos hubiera dado quedando enfrentado al problema endiabladamente más complejo desde el punto de vista expresivo, de hablar como poeta, sobre una amiga, una casa-amiga, frente a un público… Hasta aquí la astucia… Pero digo que también fue sabio porque en el mismo minuto que reconocí el mayor tamaño del escollo vi o creí ver también el paso…No me suelen rescatar los versos pero súbitamente recordé la elegía de Rilke:
estamos aquí para decir casa, puerta, surtidor, ventana, árbol
Y eso me sirvió como un buen trago… y me sirvió la certeza de que no importaría cuán torpe podían ser mis palabras, hay una cualidad de diafanidad y arrastre de la propia casa de Inés que sin dudas se abriría camino hasta ustedes…
Nudo
La casa entonces… Es sin duda un acierto reunir la poesía de Inés bajo la fórmula de la Casa-Barco. Capto el encanto de la reunión de esas palabras casi contrarias y puedo seguir una porción de su sentido: es como una transacción entre una renuncia y una expansión posterior; sobre todo desde un punto de vista de juventud (y ese espíritu flota en toda la poesía de Inés) hacer casa es una capitulación… pero hay que despejar rápidamente el posible malentendido, es la capitulación del que nace… Eso puede seguirse en algunos poemas de Inés:
el que agacha la cabeza para entrar al mundo…
los únicos rebeldes son los no-nacidos…
Esa fusión entonces condensa a la perfección el gesto primitivo de ceder y recaudarse pero solo para continuar de manera desplazada exploraciones interminables…
Sin embargo la cifra casa-barco no coincide del todo con la imagen mental y afectiva que yo tengo de la casa de Inés. Por supuesto no dejo de disfrutar todo lo que de poético hay en la araucaria-mástil por ejemplo y hasta yo me animaría a señalar un detalle todavía más náutico de su casa: la cuerda que sirve de baranda a la escalera al primer piso… Pero mi primera impresión ha sido bajo otro influjo: es otra fórmula, no tan breve como la casa-barco pero igual de expresiva:
Es un jardín, y una casa en medio del jardín…
Para los que no lo conozcan es el primer verso de un poema de Hugo Foguet, Paisaje con figura… Es el primer verso que yo registre en mi vida. Quiero decir, fue mi primer choque con la poesía bajo una forma verbal. Debo haberlo leído por la época en que Hugo murió, en el 85: el librito habrá estado dando vueltas en la casa de mis viejos… Yo tenía 8,9 años supongo…
Me embrujaba ese verso. Ahora me lo explico de esta manera: en mi mente, sin saberlo, lo escuchaba como en una especie de imperativo divino:
sea un jardín y una casa en medio del jardín…
Y el jardín y la casa de mis viejos eran… potencia nominativa en estado puro…
Me encantaba -me encanta aún- la repetición tan próxima, casi descuidada, de la palabra jardín…Hugo podría haber simplificado:
Es una casa en medio de un jardín…
Pero entonces el conjuro de la simetría verbal se hubiera roto y la casa ya no estaría en medio de nada…
Perdón que me detenga tanto en esto pero quería dejar en claro a qué me refiero con esta fórmula: la casa en el medio, la casa en el centro… Eso es lo que Hugo percibió, por eso la naturalidad y la importancia formal de ese verso. Y yo tomo esa percepción como una forma de oponerla a la otra idea de la casa-barco porque el riesgo que intuyo es que la fuerza simbólica del término barco avanza y termina engullendo al término casa… Quizá para nosotros, mediterráneos, sea más fuerte el mito del mar, del movimiento… Creo que no es un prejuicio mío: por ejemplo en el prólogo a la selección de poemas Barcos y Catedrales (uno de los mejores escritos sobre la poesía de Inés, por otro lado) María Julia de Ruschi dispone todas sus armas para señalar el caudaloso dinamismo de esta obra y el error que consistirá en ‘detenerse’ a analizarla…
Pero la casa en el medio, inmóvil, es un símbolo igualmente vivo. Un centro de gravedad, punto de equilibrio, par de coordenadas que acortan las distancias de los otros puntos de un universo…
A mi mesa estrambóticos!
Algo así dice en algún poema Inés… Es decir, su casa como el corazón o como el centro de los excéntricos…
Un mejor modo de decirlo:
una casa abierta al claroscuro de la música del mundo…
Otro verso de Paisaje con figura en el que he podido comprobar que no hay ni la más mínima partícula de impostación poética…
Epílogo
Ahora tengo 17 años y acabo de dar un tirón al cable de acero que se sumerge en el mar vertical de jazmines… recorro con la mente la onda que avanza en secreto hasta alcanzar la campanada en la otra orilla… Ese brevísimo silencio es siempre (ahora que tengo 26, y 36 y 46 años) una suspensión del tiempo… Los que visitamos la casa quedamos anunciados… tampoco el que pasaba ofreciendo limones, después de esa campanada, podía aparecer a medias, detrás de una neblina…
Imagen de portada: Martín Taddei
Nació en San Miguel de Tucumán en 1977. Es licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Tucumán. Publicó La tumba de los viajes (Ediciones del Copista, Córdoba, 2006), El humor de la luz (Huesos de jibia, Bs. As., 2009) y Montaña en el mar (La Papa, 2024). Algunos poemas suyos forman parte de la antología 53/70, Poesía argentina del siglo XX(ES, EMR y CCPE/AECID, Rosario, 2015). Colabora en la revista Hablar de poesía.