Entrevista a Rogelio Ramos Signes
En este junio simbólico porque celebramos el Día del escritor y el Día del periodista, nos pareció atinado destacar a uno de nuestros escritores. Tucumano por adopción, con sus hijos nietos y raíces afincadas desde hace casi cincuenta años en nuestra provincia, pensamos en Rogelio Ramos Signes para este homenaje a su trayectoria, uno de los escritores más prolíficos de las últimas décadas en la región. En este diálogo con el equipo editor de La Papa, reflexionó sobre el presente literario del NOA, el lugar del lector y su biblioteca fundamental.
—Desde hace varios años viene aumentando el número de gente que escribe en Tucumán. ¿Es un buen síntoma en cuanto al crecimiento de la literatura (lectura y escritura) dentro de la provincia, o cantidad no significa calidad?
Es indudable que cantidad no significa calidad. Es más, muchas veces son cuestiones reñidas entre sí, sobre todo si la cantidad es nada más que abundante.
La provincia, lamentablemente viene de un largo período de autores que escriben poco (lo que no es signo de calidad), que atravesaron los años con una producción mínima poniendo todo su esfuerzo en promocionar su nombre y rubricarlo como poeta, cuentista, etc. Esa pobreza creativa se correspondió con una similar escasez de lecturas; escritores que quedaron pegados a un modelo inamovible reducido a dos o tres libros notables, bloqueándoles la posibilidad de conocer otras obras. He tenido la mala suerte de conocer a muchos escritores que se negaban a leer –por temor a dejarse influenciar, según decían- cuando en realidad les hubiese venido muy bien dejarse influenciar, teniendo en cuenta los resultaron que consiguieron con su cerrazón. También esto se puede apreciar en algunos egresados de la carrera de Letras que sólo leyeron las obras que se les imponía al momento de estudiar.
Si hoy las cosas han cambiado, tal vez sea en la necesidad enfermiza por publicar que tienen algunos escritores; de entregar materia desprolija a editores sin experiencia por la necesidad de cumplir con su alto porcentaje de vanidad; fieles a un posible lema que me arriesgo a inventar: “Publique hoy. Escriba mañana”. Esto a veces se observa ya desde el comienzo en autores que hoy publican su primer libro y ya mañana están dictando un taller de escritura. La presunción no sabe de límites.
Perdón si me fui por las ramas; me temo que sucederá más de una vez en esta entrevista. Para volver al punto inicial, contesto: ojalá haya crecido el número de lectores.
—Se supone que los escritores somos buenos lectores. Usted posee una amplia experiencia y conocimiento al respecto, ¿considera que, en general, somos buenos lectores; o no? ¿Qué significa ser un lector activo y crítico?
El tópico es muy amplio e indudablemente me supera. Puedo hablar de la capacidad del escritor-lector y, por supuesto, remitirlo a mi experiencia personal.
Creo que hay varias maneras de leer con seriedad; mecanismos que a veces enseña la universidad, expurgando textos, casi siempre referidos a textos sobre otros textos, tal su dinámica. Esto profundiza el análisis pero bloquea la capacidad de ese lector-crítico como escritor; está tan lleno de teorías y de tópicos expuestos por otros, que luego les resulta imposible escribir algo verdaderamente creativo.
Con respecto a la pregunta en sí sobre el lector activo y crítico, debo remitirme como ya dije a mi experiencia personal, que es sobre todo una mezcla de principios aprendidos en mis años de facultad, sumado a mucho de aprendizaje autodidacta, más algunas formas doctrinarias de leer, enseñadas por viejos militantes del PC que me ayudaron a desentrañar textos.
Y para concluir con la idea y con la pregunta: creo que no somos buenos lectores, somos lectores superficiales aunque muchas veces nos esforzamos por encontrarle la quinta pata al gato de cada texto.
—¿Qué rol juega la educación en la formación de lectores?
No sé qué rol juega, pero sé qué rol debería jugar; claro que eso también depende en buena medida del aprendiz y, por supuesto, de su entorno familiar. Una buena propuesta es aquella que contiene elementos seductores. No olvides que estamos viviendo un momento (redes sociales mediante) de lecturas breves, veloces, desordenadas, incompletas y, como si fuese poco, también mal escritas. Una enseñanza sugerente por parte del docente, más allá de los planes de estudio aplicados en cada época, puede lograr buenos resultados en el interés del alumno por la lectura. Luego, el hogar puede ser un arma de doble filo que tanto fomente ese amor por la lectura como que lo desvíe hacia modelos más llamativos, aunque superficiales.
—¿Considera que entre los escritores (de Tucumán y del NOA) nos leemos?
Nos leemos parcial y raramente; prima la amistad y el afecto por uno que otro escritor. Eso nos lleva a leer uno o dos de sus libros, pero la lectura más integradora y minuciosa por lo general gira en torno a la necesidad de algunos docentes (sólo algunos) que hacen de ello el tema de su preocupación, el motor de su labor pedagógica y finalmente su tarea didáctica, que es la que finalmente llega a los aprendices.
Si bien esto tiene más que ver con la pregunta anterior, responde a la idea de quienes sí leen a los autores de la región. Y en el terreno de la lectura de autor a autor, sólo rige la primera parte, la que alude a la lectura por amistad. Por supuesto que la mía es apenas una opinión personal, que no pretende ser una verdad apodíctica.
—Hablemos sobre la participación en eventos literarias cuando no somos protagonistas, al margen de las obligaciones cotidianas que nos impiden concurrir. Los escritores asistimos a escuchar y/o acompañar cuando no somos quienes leemos o coordinamos?
Lamentablemente no, salvo algunas raras excepciones de ávidos lectores (verdaderos perros verdes) y de quienes traen de la infancia el placer de escuchar que les lean; tal vez la Psicología pueda explicar mejor este supuesto.
Tras muchos años de lecturas, como protagonista y como parte del público (esto último es lo que más me gusta) pude comprobar con tristeza que la gran mayoría, de este pequeño círculo del que estamos hablando, sólo asiste a las reuniones literarias de las que participará, no soportando ser parte del público. Y algo aún todavía peor, que lo corrobora: la actitud de quienes son parte de una lectura de la cual participan varios escritores y que se retiran en cuanto leyeron su trabajito; el resto no les interesa. Creo que eso más o menos responde acerca de si tenemos curiosidad por saber qué está escribiendo el otro; el interés por el vecino.
—A su parecer, ¿cuál es el género que más se consume en Tucumán y en el NOA y a cuál se lo ignora o descalifica?
Por empezar creo que es necesario precisar cuál es el que más se practica. Ahora y siempre, aquí y en todo el país, lo que más se escribe es poesía. A la vez es lo que más se expone en lecturas públicas, tal vez por su brevedad. Paralelamente no creo que sea o haya sido el género más consumido, ya que buena parte de lo publicado, por lo general con mucho esfuerzo, se trata de libros que los autores terminan regalando a sus conocidos. Y ya se sabe que libro regalado, cuando no media en el otro el interés y el esfuerzo por conseguirlo, despierta escaso interés y raramente se lea por completo. A eso debemos agregarle, sobre todo en Tucumán y en el NOA en general, el auge del microrrelato. Es apabullante la cantidad que se produce y, por supuesto, aquí una vez más cantidad y calidad no van de la mano, además de que el grueso de los lectores y muchos de los creadores confunden la microficción con otros moldes breves: poesía narrativa y/o lírica, aforismos, anécdotas, chistes, etc. Supongo que estos libros sí son leídos un poco más porque su brevedad lleva a consumirlos en cualquier momento. Quiero aclarar que esta falta de apasionamiento al hablarte del tema se debe a las muchas décadas que llevo inmerso también en él. Sintetizando: en lo que al microrrelato se refiere, abunda en cantidad, escasea en calidad y confunde los requerimientos del formato.
Creo que ya no se consume tanto el cuento como género literario; supongo que estos tiempos veloces que vivimos requieren salidas más urgentes. Siento que perdió el auge de los años 60 y que se extendió por algunas décadas; lo que es una lástima porque abría un gran abanico de posibilidades temáticas y de estilo. Mientras que la novela sigue manteniendo más o menos su estándar dentro del interés lector; sigue teniendo prestigio y cuenta con lectores verdaderamente interesados en la lectura. A eso se agrega, como siempre sucede, el interés que despierta algún premio, lo que tampoco tiene mucho que ver con la calidad sino con el hecho de la noticia periodística que conlleva, con el comentario autorizado y con la recomendación de boca en boca.

—Sabemos que posee una privilegiada biblioteca. ¿Cuánto tiempo le llevó organizarla? Mencione cinco (5) de sus libros de cabecera.
No sé si es una biblioteca privilegiada, porque en verdad extraño mucho algunos libros que dejé en el camino, por inevitables mudanzas o porque fui regalándolos según mi espíritu de cada momento.
Hoy mi biblioteca (supongo que ya será la última que armé) está dividida en tres espacios físicos diferentes y en varios subespacios: poesía, narrativa, ensayos en general (historia, música, literatura, curiosidades varias) y diccionarios; este último es mi favorito. Ahí sí creo tener un verdadero tesoro, que fui acopiando sin darme cuenta a lo largo de toda mi vida. Tengo cientos de diccionarios, muy pocos de cuestiones bilingües, que son los más usuales, salvo aquellos que recogen lenguas aborígenes. Hay aquí varias perlas como un diccionario de términos olvidados, por ejemplo, otro íntegro de dichos de Sancho Panza, alguno de meteorología, de heráldica, de cartografía histórica; se me hace difícil elegir ahora, pero hay infinidad de temas específicos, como uno de voces naturales, que no es otra cosa que un compendio de más de setecientas páginas de onomatopeyas en todos los idiomas. En fin.
Mencionar cinco libros de cabecera es como elegir cinco para llevarse a la isla desierta. Bien. “Los titanes de lo extravagante y raro”, una edición de Ediciones Anaconda de los años 40, sin mención de un antólogo y en edición económica, indudablemente de venta en los quioscos de entonces. En él se compila cuanto juego literario hayan podido permitirse en poesía, narrativa, cartas y demás los grandes nombres de la Literatura. Ese libro me deja en claro que los escritores del Siglo de Oro Español, por ejemplo, no nos dejaron nada para inventar, salvo para copiar. La falta de un antólogo en la edición pinta a la perfección la importancia que se le daba a la cultura y no tanto al caretaje que piensa primero en anteponer su nombre ante cualquier obra; era casi como un servicio a la comunidad lectora. ¡Ah! Me faltaba decir que lo heredé de mi familia paterna, verdadera consumidora de lecturas varias. Otro libro que elijo es, por supuesto, “Don Quijote de la Mancha” en una hermosa edición que incluye las dos partes ilustradas por Gustave Doré. Otro, no sería uno sino tres, la poesía completa de Antonio Cisneros, Pedro Shimose y César Fernández Moreno, mis tres grandes maestros a distancia. Finalmente la narrativa de J. D. Salinger (no sabría qué libro elegir, aunque supongo que serán sus cuentos) y una joya moderna de W. J. Dowlding: “Guía completa de canciones de Los Beatles” donde se trata la totalidad de cada uno de sus temas en particular: álbumes, canciones sueltas, comentarios de ellos y de otros músicos acerca de cada canción, fecha en que se grabó cada una y cuál fue el aporte personal en cada registro, además de anécdotas desconocidas por boca de gente cercana a esos monstruos tan jóvenes; estamos hablando de muchachos que hicieron su obra inmortal entre los 22 y los 29 años de edad. Y bueno, lamento dejar fuera mis libros de arte sobre todo los de pinturas de Edward Hopper y de fotografías de Jan Saudek; y con gran dolor no mencioné, pero lo hago ahora (ja ja ja) todas las novelas de Haruki Murakami y de Claire Keegan, para mí los mejores narradores surgidos en las últimas décadas… Finalmente te hice trampa; no mencioné cinco libros sino más del doble. ¡Es que esas preguntas no deberían hacérsele a un fanático de la lectura!
—¿Le gustaría agregar un concepto o sugerencia sobre la lectura-lectores-escritura?
Creo que no. Es que temas tan amplios me abruman. Siempre prefiero los detalles al todo, el ejemplo y el porqué.
—Su trayectoria literaria data de mucho tiempo. ¿Podría contarnos cómo comenzó? ¿Cuál es su género preferido?
Comencé a escribir siendo muy joven, y a los dieciocho años ya publicaba en revistas de Rosario y periódicos de Buenos Aires.
El comienzo en sí fue como lector. Fui un niño apasionado por los libros desde los seis años, cuando terminé primer grado y podía leer tomándole sentido a los textos que elegí sin que alguien me impusiera un libro. El primero fue “Recuerdos de provincia” de Sarmiento, luego “El pájaro azul” de Maeterlinck y el “Fausto” de Estanislao del Campo. Solía coleccionar diferentes ediciones de este libro, pero un día las regalé y me quedé sólo con dos, una buena edición y una miniatura muy bella.
A partir de la adolescencia comencé a leer algunos escritores que me acompañarían durante toda la vida: Borges, Horacio Quiroga, Bioy Casares, Oliverio Girondo, los poetas beatniks (sobre todo Gregory Corso) y los numerosos poetas peruanos surgidos en los años 60 y 70. Mientras cursaba el quinto año nocturno cayó en mis manos la letra traducida de una canción de John Lennon, I am the walrus (Yo soy la morsa) y en ese momento decidí que sería escritor, dejando de lado la música que hasta entonces había sido mi pasión. Luego vinieron las publicaciones ya mencionadas en Rosario, Buenos Aires, Tucumán, etc.
Como practico diferentes géneros literarios, no sabría decir cuál es mi formato favorito. Suelo escribir varios textos al mismo tiempo. La verdad es que escribo demasiado; no sé si eso es lo aconsejable, pero ya me acostumbré a hacerlo de esa manera. Escribo poesía y microrrelatos todo el tiempo, de vez en cuando algún cuento y trabajo irregularmente dos novelas. Tengo tantas inéditas, que a veces me invade la desgana. Pero es la poesía el género que siempre me reanima.
—¿Cuántos libros editó y de cuál género?
Cinco novelas, seis libros de poesía (cinco impresos y uno digital), tres libros de ensayos, uno de cuentos y uno de microrrelatos.
Los inéditos sí, son muchísimos.
—¿Tiene pensado editar algún nuevo libro?
Tengo dos libros de poesía en capilla, a la espera de que se dé la posibilidad de publicarlos: “Despedida del mago” y “Poesía en el laboratorio”, ambos son volúmenes conceptuales, para cerrar la trilogía que inicié con “Hotel Carballido” ya publicado y vendido en buena parte, pero que nunca presenté por los problemas físicos que acarreo desde hace dos años. Además aguardo la reedición de mi segunda novela.
Bueno, me gustaría haber respondido a tus preguntas, dentro de lo esperado. Te agradezco que pensaras en mí para esta entrevista, y espero no haber sido poco entusiasta en mis comentarios.
Rogelio Ramos Signes nació en La Rioja, República Argentina, a fines de 1949. Residió en San Juan y en Rosario. Vive en Tucumán desde 1972. Poeta, narrador, ensayista, periodista, difusor cultural.
Libros publicados: Las escamas del señor Crisolaras (cuentos, 1983), Diario del tiempo en la nieve (novela, 1985), En los límites del aire, de Heraldo Cuevas (novela, 1986), Soledad del mono en compañía (poesía, 1994), Polvo de ladrillos (ensayos, 1995), El ombligo de piedra (ensayos, 2000), En busca de los vestuarios (novela, 2005), Un erizo en el andamio (ensayos, 2006), Arca de otro diluvio (poesía, 2008, edición artesanal sólo para amigos), La casa de té (poesía, 2009), Por amor a Bulgaria (novela, 2009), Todo dicho que camina (microrrelatos, 2009), El décimo verso (poesía, 2011), La sobrina de Úrsula (novela, 2015), Eleanor Rigby (poesía, 2021, edición digital), Hotel Carballido (poesía, 2022).
Ha ganado premios en todas estas disciplinas literarias. Está incluido en más de cien antologías de diferentes géneros. Desde 1982 dirige la revista “AyC” (Arquitectura y Construcción). Formó parte de las agrupaciones Clepsidra, en Rosario; Gente que escribe y Nunca estamos juntos, en Tucumán; y Bar o Bar, en La Pampa. Coordina talleres de escritura. Publica artículos y crítica literaria en diferentes diarios y revistas. Es miembro fundador de la Asociación Literaria “Dr. David Lagmanovich”.

Revista de cultura del Noroeste argentino. Fundada en 2019, en Tucumán.
EXCELENTE. Lo guardo para releerlo otras veces. Coincido con sus opiniones pero también comparte con la poesía, la crónica breve . Ambas atrayentes para lectores impacientes.
Tan lúcidas como sinceras respuestas. Un conocedor de la geografía literaria actual: lectores, escritores y críticos.
La parte que refleja al todo….
Lo que si: no se si leemos mal, al menos los que leemos por el placer de leer, la lectura es nuestro respiro de cada dia…se vuelve parte y compañía, aunque en el gusto de lo elegido resida la diferencia.