Sobre El latido de las cosas. Escritos literarios, de Leda Valladares (EDUNT, 2025)
Por Liliana Massara |
Somos, si tenemos quien nos mire.
A los que me han mirado.
Zumbo en lo absoluto,
En un suplicio de cielos y de alma sin fin.
Leda Valladares
Una inmensa satisfacción recibir este libro: Leda Valladares. El latido de las cosas.
Está prologado por Sergio Pujol, palabras justas con una cita en el final que la toma del “Sonido agreste”de Valladares y que me he permitido tomar porque expresa, sutil, en un breve conjunto de palabras, el sentir de la vida y del misterio que habitaban en Leda:“Pero ella sabía por dónde andaba, aunque no sabía exactamente con qué se iba a encontrar”.
Luego, en las palabras preliminares, Fabiola Orquera, autora de esta joya en soporte papel, realiza su proyecto que, supongo, le demandó su tiempo: Aquí pone su voz para dar a conocer parte de su profesionalización en Estados Unidos, su regreso al país y a Tucumán; siempre vinculada con el decir y sentir popular, en “la senda trazada por mi padre, Dardo Orquera, quien fue músico, artista visual y profesor de Letras”.
Entre todos los detalles de su labor en el ámbito de la cultura popular y del terruño, señala que su objetivo es que la producción de Leda se dé a conocer dentro de la historia de la literatura argentina para que pueda ser valorada “en su real dimensión”, lo que considero un acierto importantísimo por parte de la autora. El recorrido que realiza en el espacio y en el tiempo es la entrega de una rigurosa y profunda labor de la que su manifiesto está en el resultado de este libro que tiene como significado primordial, el regreso a la memoria cultural atravesada por el don creativo y la magia de Leda Valladares y su capacidad de fusionar música, canto, palabras y poesía.
El texto lleva un estudio previo para interpretar la obra de Leda Valladares así como la constitución de una biografía que abarca parte de su intimidad familiar más cercana, y hacia afuera, lo social y la vida relacionada con el arte y el universo creativo en el que Leda participó, como también sus intromisiones apreciativas y sus actuaciones en el mundo europeo, en Francia y en Latinoamérica, volviendo a Tucumán y a lo ancestral de las alturas.
Al trabajo reflexivo e informativo del libro, con aportes interesantes que calan en ese mundo artístico tan exquisito y refinado de las creaciones de Leda, tucumana, nacida en 1919, se suman imágenes fotográficas de antaño, en blanco y negro, de antes y después del Centenario de la patria, que acompañan los surcos de la vida y lo que será su magnetismo cultural. Ciertas fotos hablan por sí solas; ver a Rolando y Leda en su niñez, arriba de una silla, repercutió en mí una especial emoción; despertó la nostalgia al recordar cuando pasaba por la casa del “Chivo”, (así le decían a Rolando Valladares) la de la calle Chacabuco; volví a sentir su voz y el piano sonando en las manos de su esposa. De él supe historias con Leda, su hermana, que yo escuchaba absorta. De pronto, vuelven algunos de aquellos relatos y mi conocimiento se amplía a través de su presencia hecha imágenes que a lo largo del libro dicen tanto como lo que va transcurriendo entre palabras.
Mediante una introducción con separatas se anuncia el nacimiento de Leda en un escenario llamativo, entre espacios de vegetación, una ciudad que ruge con tranvías y un contexto social movilizado por “masas anarquistas”; un cuadro logrado en los detalles justos sosteniendo la información que trasciende a partir de los estudiosos que se refieren a su escritura, ya de incipiente ruptura con respecto al pintoresquismo; ubicada en una generación iniciada en 1941, cuyos poetas y pensadores, a esa altura de los años, están formados en la Facultad de Filosofía y Letras según referencias de Bravo Figueroa a los que apela la información de Orquera.
Leda, amiga de filósofas descollantes y escritoras exquisitas, algunas reconocidas tardíamente como la jujeña Libertad Demitrópulos, conforman un grupo desafiante para el patriarcado de la época.
En el apartado “Los manantiales del silencio y sus burbujas” se comienza el paseo interpretativo de sus creaciones; una fontana de sonidos con los que percibe el mundo, conmueven la sensibilidad lectora “porque antes de mirar el mundo me puse a oírlo”, así ya nos suena su canto y denota su raíz, su herencia de “familia musical”; “una musicalidad que le salía por los poros”, cita Orquera; y la música popular que se vincula a ellos desde la niñez, el carnaval y las comparsas de los ingenios, pero que tenían prohibición familiar de disfrutarlo fuera del hogar pues representaban ciertos bordes mal vistos de la sociedad, aunque en la privacidad, la cuestión se modificara. De hecho, se aclara que Leda y su hermano, “Buscaron una señal para canalizar su deseo y franquear la puerta de la caja y de la guitarra”, transgrediendo la norma social impuesta. Hasta en sus gustos musicales, Leda era una rebelde, la música negra – los blues-, el jazz. En el texto, se van citando frases dichas y/o escritas por Leda que van sumando a la constitución de su personalidad artística, atrevida, desafiante, y a la vez, deslumbrante en sus gustos para la época, alejada de lo que sería “el romanticismo espiritualista, hispanista y católico de la generación del centenario” lo cual marca la presencia de una tradición que rechaza la diferencia que significaban estas nuevas prácticas artísticas.

En otro apartado, “Estudiante universitaria” se hace referencia a la creación del Departamento de Filosofía y Letras, que implica luego la transformación en Facultad y la llegada de docentes como Eugenio Pucciarelli. De este modo van ingresando un conjunto de personajes del arte, profesionales, que luego serán importantes artistas del cancionero popular como Atahualpa Yupanqui.
En “La poesía, estallido verbal…” anticipa lo que será el futuro de Leda: “la búsqueda del origen del lenguaje en una especie de instancia pre-lingúística y pre-sonora…” dice Valladares. Al respecto, y con acierto, Fabiola observa que “la escritora necesitará elaborar una teoría que haga de los cantos ancestrales una forma de conexión con el cosmos a través del grito o a través de composiciones que recrean, en diversas claves, esa idea. (40) Esto llegará en su contacto con las cantoras de los cerros y el decir de la baguala y luego el deseo de preservar el folklore.
En las páginas que vendrán, la trama va armando el panorama de sus nuevas amistades y su derrotero musical y poético.
Se va trazando un mapa de vidas, de vínculos afectivos, de relaciones literarias, artísticas, algunas amistosas; en la configuración de este formato biográfico / reflexivo y crítico a través del que se acercan elementos, detalles, opiniones de sus congéneres, se delimitan los rastros del arte lírico y musical de Leda Valladares, como su rostro identitario e ideológico, con sus “atmósferas de bohemia”, más allá de los tiempos políticos en crisis de la época post Segunda Guerra Mundial y otros aconteceres amenazantes.
En ese mapeo van ingresando trozos y trazos de las producciones poéticas, o algún fragmento de ensayos de la artista tucumana con los esbozos interpretativos pertinentes para guiar al lector por el camino de raíz existencialista y mística de la obra de Leda, explicando cómo se manifiesta en su discurso la relación contradictoria entre el “vacío y creencia” en cuanto a lo divino en el pensamiento metafísico de la artista.
El muestrario de algunas cartas, de colaboraciones diversas en revistas que selecciona Fabiola Orquera, son señales de las proyecciones vanguardistas de Leda, y en este sentido, tuvo apoyo de La Carpa, pues estéticamente se rozan al alejarse de las propuestas románticas que se afincaban en los modos de abordar el paisaje y en la transparencia del lenguaje, lo cual comienza a generar espacios de conflictos estéticos entre generaciones.
En el apartado “Los años de París y la publicación de Yacencia, se trabaja con las dos geografías en la experiencia vital de Leda, en Latinoamérica, los ancestros y un grupo de músicos, poetas, y la relación con el pensamiento filosófico de Kusch tienen el efecto de la transformación subjetiva y de la imaginación, pero cuando ella misma se refiere a su vida, Europa es un circuito contundente de vínculo entre su arte y ese otro territorio, manifiesto en esa fotografía parisina junto a María Elena Walsh, que no son tan nombrados en su relato, tal vez, según opinión de Fabiola, porque “era un signo de clase que la hubiese separado de su pueblo”. Un cuerpo que se habita compartido entre la desterritorialización europea y la territorialización americana, sin embargo, el mundo que concibe en sus primeras etapas marcan la atmósfera angustiante que decanta en “escepticismo y desconfianza en el progreso y la civilización” como consecuencia de los avatares post Segunda Guerra.
El terruño se vuelve copla; la tierra americana regresa a su folklore cuando la ventana por donde mirar es Tucumán y sus cerros (1956). Este apartado toma el nombre de lo que dijo Leda en una entrevista a la Gaceta: “El folklore como tarea poética”; además su “colaboración ocasional” en el Diario local con “Pozos del corazón” que se acerca a la estética de Cesar Vallejo. A partir de estos datos, Fabiola va dando a conocer la producción de un poemario que integrará su libro Camalma, y enumera a un grupo de comprovincianos como Julio Ardiles Gary, Elvira Orpheé, entre otros, vinculados a Sur y a Victoria Ocampo.
“La mujer planetaria”, designación de León Gieco en una cita del libro nos proporciona de qué modo se fue armando ese proyecto de Leda, tan valorable: “De Ushuaia a La Quiaca”, “una recopilación de música folklórica” que inicia un viaje por múltiples geografías.
En el apartado “Un escaso puñado de palabras y otro de emociones secretas” es interesante la información de sus “dibujos novelados” en Mutapetes –escritos en París en 1955-después, Cortázar publica en 1963 sus “cronopios y famas”, unidos ambos por el absurdo y la parodia. Fabiola opina que se pueden considerar “microrrelatos en los que el lenguaje funciona como matriz modeladora de identidades fantásticas y excéntricas” (69) Una descripción interesante que nos permite conocer cuánto de insurrección tenía la personalidad de Leda. Después llegará su disco Solamente, una híbrido de formas musicales con las que intenta representar las “disonancias” del mundo. Fabiola hace una descripción apropiada del disco, sus arreglos, sus composiciones, sumando otras manifestaciones musicales que “incluirán canciones de cámara sobre poemas de Lorca, Rilke y Rimbaud…” cerca de un “extremismo metafísico”. También en Primera Plana dirigida por Tomás Eloy Martínez, gran espacio de difusión, aparece un lugar para Leda.
Fabiola acentúa la preponderancia de su lírica, la que en 1971 finaliza con Camalma y explica el título: “la cama y el alma conforman la identidad-eje, un centro desde el que se agudiza la percepción de los objetos, y los sentimientos implícitos en las relaciones amorosas. Asimismo, se manifiesta la persistencia del sentimiento religioso en el sentido de re-ligazón entre la voz poética y el cosmos, la fragilidad de la existencia humana y la importancia de la mirada” (75). Llegados a este sitio del texto, los lectores afianzamos un claro y preciso conocimiento de Leda. Los que aún desconocían parte o gran parte de esta tremenda mujer, y los que la valoramos desde siempre, disfrutamos de este viaje por los trayectos de una impresionante artista que es nuestra, tucumana y del NOA. Procesamos los itinerarios de su vida creativa, pudiendo sentir el modo profundo en el que Leda se introdujo dentro del mundo para nombrarlo con la grandiosidad de su arte.
Otros apartados como en “Pa’ divisar muchas cosas…” donde tiene su aparición la milonga, sumada a otras composiciones que hacen al ámbito de la voz popular y de la música ancestral que Leda protege. Además, Fabiola muestra como la artista va engarzando música, letra y geografías, cuasi como una experimentación, cuando entre otras experiencias, valora la composición de raíz gauchesca junto al tono de milonga:
“Entonces quiero quedarme / bajo la sombra de un sauce / y en un pedazo de cielo / ver cómo se va la tarde”. Fabiola lo define como un “existencialismo lediano…acriollado”. (80) Muestra otras formas de representación del espacio donde Leda combina conceptos existencialistas con la “cosmovisión calchaquí”. (82)
En “Llanto cavernario”, añade los contextos a partir de 1974 con el regreso de Perón, su presidencia, luego el “Operativo Independencia” y la nefasta Dictadura hasta que llega el esperanzado respiro de 1983 con la democracia. La Gaceta publica “Por el universo en vilo”: “Llanto cavernario por el mundo, / por el asesino y la brisa, / por el pecho huyendo a solas/ y el universo en vilo.”, razones por las que Fabiola manifiesta: “En ellos el existencialismo como actitud de vida es sobrepasado por una angustia cuyo disparador tácito es un presente de creciente violencia social y política.” (85) Va incorporando títulos de poemas y fragmentos para demostrar el peso de la angustia ante la magnitud de los hechos. Con posterioridad, algunos cambios y una vuelta, en el nuevo siglo, a lo familiar que Fabiola admite como una “reterritorialización” pues la artista se reconecta con su mundo tucumano y afectos cercanos. Se mencionan también la producción de algunos ensayos donde dedica espacios a mujeres como Amalia Prebisch, también sobre sí misma, además, vinculadas a un período de feminismo manifiesto, Leda dice “en su tiempo fue una mujer de avanzada que se mantuvo siempre a la altura de sí misma, sin descender en las grandes crisis de este siglo…” (87) Ya circulaba el potencial de El segundo sexo de Simone de Beauvoir, y María Elena Walsh, que apoya el feminismo, advierte contradicciones al respecto de la situación real de la mujer que Fabiola cita en su libro. También se analizan otros ensayos como “Única Fryda” con la siguiente reflexión: “los personajes que habitan la red afectiva de la autora nunca dejan de referir a las figuras arquetípicas que sostenían su estar en el mundo” (88). Así, una serie de semblanzas seleccionadas del entorno de Leda conforman su propia y compleja personalidad.

En “Un tacto en la tiniebla” Fabiola aclara su propósito de no pretender un estudio totalizante, sino, fundamentalmente, la visualización y recuperación de los textos de Leda, “ponerlos a andar”. En este espacio hace una precisa síntesis y arriesga una posición propia sobre la artista: “su escritura comparte atributos de lo que Deleuze y Guattari (1990[1975]) llaman “literatura menor”, en cuanto concibe paisajes metafísicos o cósmicos anclados en espacios desérticos, alejados del telurismo o del folklorismo, llano. Leda elabora su resistencia por una tangente que deriva en la construcción de un espacio poético desterritorializado, que genera imaginarios cósmicos que se expresan en el idioma animalizado de los sonidos pre lingüísticos o el grito” (94).
Al finalizar la introducción, su lectura habilita a la satisfacción de haber seguido el recorrido realizado por Fabiola en torno a Leda y a su obra, con un acertado cierre de etapa del libro al decir: “Ella sabía que las culturas ancestrales sacudían las certezas de la modernidad occidental a grito pelado. Y que la salida a la rigidez de los hábitos heredados suponía un estremecimiento que quiso contagiar a todos, hasta redimir al ser humano en el vientre del cosmos”. (94)
Un despertar de conciencias, un mensaje para valorar el universo creativo de una artista “sentipensante”. Un libro para abrir los ojos hacia “los latidos” de una cultura concebida en este terruño y vuelta a lo universal.
Luego, en la Primera parte, sus libros:
Se llaman llanto o abismo. Al terminar este apartado se aclara cómo y quién lo publica.
Llega Yacencia, otro de los libros, “Poemas con una cantata final” que une fragmentos o poemas del anterior con un epígrafe que marca la hondura de la creación ante la presencia del dolor, cruel luminosidad de la mente y del cuerpo: Al dolor, perverso dios de la lucidez. Leda lleva al paroxismo el don de la creación en un largo y único poema que mezcla fragmentos de los anteriores y apela a la prosa: “Ponerse en lo profundo simplemente para nada. Ni para decirle al viento: “he tocado los fondos develantes”. En nota al pie, remite a la influencia nietzchana de este poemario. Su tercer libro, Mutapetes (Arranques de una lapicera) con dibujos de Leda, ella ingresa a la experiencia de la prosa, adaptando las formas del microrrelato en textos con títulos y paréntesis aclarativos, cuyos finales logran impacto, algunos mucho más que otros. Cito uno, entre los que tanto me sorprendieron: “Cutícula de Oxford”. (Descendiente de un cuñado inglés):
“Voy por los prados de Hyde Park a buscar un alelí, a solfear un remifa.
Si pudiera definir mi yo, diría que es tornasol. Papa me llamaba “el sensitivo traspié”. A raíz de un very well no soporto un solo ché. Hace tanto que no me muerdo las uñas, tantos jueves que no pienso en diván.
Indudablemente frágil me parezco a las libélulas de Oxford, al antojo de un milord.”
Después de la prosa breve, se agrega un texto de Leda a la primera edición que tiene lo siguiente: “Sieteañinos, hoy salen a la intemperie, en fila india formando una galería de almas peculiares, almas apuradas y lentas, sofocadas o rumiantes de vida”. Luego, Camalma (poemas y otros sondajes) con diferentes formatos estróficos y la combinación con una prosa lírica. Cito una estrofa para que se vislumbre en su oficio, la magnífica irrupción creadora del arte que Leda lleva dentro de sí, y el lenguaje que viene y va, entre sus peculiaridades y el genio para proyectar lo humano: “Alma y cama se tiemblan, / se aterran del silencio, / del sólido ausencia, / del cuerpo que al darse vuelta es uno y solo uno: / azotado de soledad”. (182) Se cierra el apartado con la transcripción de la contratapa de este libro cuando de Leda se dice; “…Desde ese momento se lanza a la ida inapresable y enfrenta los plenilunios”. (231).
Autorepresentación es la conferencia / ensayo que Leda dio en el Centro de Historia y Pensamiento Argentinos en la Facultad de Filosofía y Letras, UNT. en 1977. En notas al pie se aclaran estos datos, además hace referencia a los motivos que llevaron a Leda a dedicarse a “su actual especialidad”. Esta conferencia finaliza movilizándonos en cada palabra desde su honda subjetividad:
“El rito de vivir es un mirar oyendo sagradamente. Así seguirán mis acechanzas hasta que la vejez vaya extendiendo sus velos, y pueda entrar, con otros radares, a nuevos universos.” (249)
En “Publicaciones dentro de otra obra”, nos participan de textos que se registran en “Revista Canto” de 1940; continúa con “La estrella en la rosa” de 1943, y “Tala”, Grupo de Artes y Letras, Boletín de Salta en 1949 donde se encuentra alguna publicación de Leda; en la Página Literaria de La Gaceta se reproducen poemas ya conocidos de sus diferentes libros, y textos ensayos que Leda envía desde Buenos Aires en los que da a conocer sus relaciones con otros personajes dentro del campo del arte: Hacia 1976 se publican variados textos como el dedicado a Amalia Prebisch: Sobre ella, entre otras reflexiones dice: “Muchas mujeres tucumanas, hoy profesionales, artistas y escritoras, no deben saber que en esta mujer se inició toda una etapa decisiva de la historia de nuestros destinos de mujer-persona”. (293)
En otras colaboraciones, la baguala es la protagonista de su sentimiento profundo; con ella “se llega al centro de la tierra y a los milagros de la memoria colectiva”. En “El sonido agreste”, texto de 1980, “habita en un sikus, un erke, una caja, […] Su instrumento o su voz traen toda la espuma del río y de la desnudez sagrada”.

Leda Valladares. El latido de las cosas es un trabajo realizado con rigurosidad investigativa. En él, Fabiola conforma una especie de antología, híbrida en sus formas, donde suma: “En escritos relacionadas con el grupo Sur”, del que solo destaco “Preguntas a escritoras, actrices, mujeres de la ciencia, de las artes, del trabajo social y del periodismo”. En nota al pie se informa que esta encuesta tuvo variadas respuestas de artistas, de escritoras, dirigidas a Victoria Ocampo. “Única Fryda” es un texto movilizador que emana de una vida audazmente singular, y en una de las “tres cartas a Victoria Ocampo, la de 1978, le agradece el homenaje de Sur a Fryda, y termina la carta de este modo: “Me llegué personalmente a preguntar por usted a Villa Ocampo porque los teléfonos son objetos remotos. Allí le miré sus ventanas y sus árboles para dejarle mi cariño, como hoy le dejo mi devoción de tantos años”.
“En otras publicaciones” aparecen textos variados sobre el folklore, las geografías norteñas como la Quebrada de Humahuaca; una conjunción de conocimientos y sentimientos en relación con lo musical; un mapa cultural de estilos, de geografías y de personajes como Gerónima Sequeida.
El latido de las cosas. Escritos literarios finaliza con el cuerpo bibliográfico consultado que sostiene la investigación, lo cual evidencia el largo e intenso tiempo que la autora, Fabiola Orquera ha dedicado a Leda Valladares y su obra.
Pienso en su trabajo. No es una definición del mismo lo que quiero destacar, sino su proceso de escritura y selección que quedan demostrados en el avance de cada página y en su resultado final.
Fabiola Orquera logra, mediante la organización y selección realizada, no solo una puesta en escena de la obra de Leda Valladares, sino el crepitar de sus versos en nuestra piel. Nombrarla, ponerla en lenguaje es visibilizar el valor artístico que poseemos en Tucumán, en la región y en el mundo occidental. Un nombre y una obra artística que no se debe olvidar.
Una publicación impecable realizada conjuntamente por EDUNT –editorial de la Universidad Nacional de Tucumán y HUMANITAS -editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT- con edición de Fabiola Orquera, al cuidado de Soledad Martínez Zuccardi. Un bien simbólico y un material cultural que enorgullece por su calidad a la vista, con el logro de una tapa a cargo de Daniel Ferullo que muestra una exquisita imagen fotográfica en sus tonos y en la figura con gestos adolescentes y felices de Leda sosteniendo un libro. Agrego a ello, el trabajo de maquetación de Silvana Firpo y, por supuesto, la elección de su título, el que deja la sensación de lo profundo, de lo sensible, de lo que tuvo y tiene vida en ese andar por las sendas del arte, la literatura y la música.
Un acierto recuperar la obra de Leda Valladares y con ella, el legado de su inmensa trayectoria y de su intelecto artístico/musical.

Profesora y Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Tucumán. Fue: Prof. Titular en las Cátedras de Literatura Argentina I y Literatura Argentina del NOA, Facultad de Filosofía y Letras. UNT; Directora del Instituto Interdisciplinario de Literaturas Argentina y Comparadas (IILAC); Miembro del Consejo Editor del Departamento de Publicaciones en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. Es Miembro de la Red Interuniversitaria de Literaturas de la Argentina, (RELA). Ha dirigido la serie Narrar la Argentina. Es Directora de la revista digital Confabulaciones, en la UNT. Colabora en la Página Literaria de La Gaceta. Entre sus publicaciones, un ensayo crítico Escrituras del yo en color sepia, (2015). Participó de varias antologías de microrrelatos, Cuadernos de Penélope (2021) es su publicación en el género de la microficción.
Excelente reseña! Tuve el privilegio de escuchar a Leda Valladares en una presentación, casi privada, allá por principio de los ‘80, aquí en Salta, en el pequeño auditorio de San Alfonso. En esa oportunidad vino con Laura Cortazar, hija del antropólogo Raúl Augusto. Verdaderamente, su canto era ancestral, prehistórico, inefable!!
Maravillosa reseña y comentario de un trabajo excepcional