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ISSN 2684-0626

 

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“Aldo, ¿qué es un poema para vos?”

Entrevista a Aldo Ternavasio

Por Ana Teitelbaum |

Comprometida con una figuración, nos damos un lugar para esta entrevista, que no es más que una pura estrategia: formalizar un cauce posible para que el pensamiento y la experiencia de la escritura de Aldo, transcurra, se arremoline, y nos lleve un rato con él.

La figuración que me atrapó es un rincón del cuadrilátero: una porción completa de una esquina del ring, con toda su ecología, su atmósfera, su sudor y peligro. Estos rincones flotan, pivotan, navegan sueltos y desprendidos, orientándose en direcciones ineludibles. Yo estoy en uno e invité a Aldo a otro. Ningunx está solx: escuchamos, cada unx en su rincón, apenas, como podemos, voces de aliento, sugerencias de coordenadas a seguir, exigencias corajudas o algo así.

lanzarse de espaldas, perder la verticalidad y “LUX” abajo; bisagreando el lomo, se retrae el casi amarillo que se dobla en el hombro-solapa-brazo. un olor a tinta serigráfica me estremece las manos y el gesto curvo me toma de espaldas. lanzo preguntas, Aldo también pregunta, junta algunas y deja que el azar ponga un poco de orden. ¿Dónde empieza la escritura en este libro que se huele?, ¿dónde empieza este libro que avanza en rosa sólido, ilumina en plateado, se desgrana en olores, suelta una obra y escribe?

Escucho/leo a Aldo. dudo, no sé si conservar el orden. ¿Las preguntas funcionan con el libro-Aldo-La Papa? Le hago unas preguntas a Aldo sobre las preguntas.

Ana: Si estuvieses en un rincón del ring, entre round y round, agotado y golpeado, a quién o a qué necesitarías escuchar o ver para que te aliente, te reponga y te ofrezca coordenadas a seguir, en qué “lengua” preferirías ese rincón: un ensayo, una obra de arte, una película, una música, o/y….

Aldo: Antes que nada, debo decir que la escena que sugerís es mucho más certera de lo que te estás imaginando. La vida te da sorpresas. Lo digo porque voy a dar una respuesta categórica que hasta hace muy pocos años no imaginaba ni remotamente que iba a llegar a dar. Sin dudas, la poesía bajo diferentes variantes. Las más líricas, si se quiere, pero también la poesía en prosa y el ensayo como forma poética. La filosofía, la que a mí me interesa, se abre camino codo a codo con el arte en general y, sin embargo, no se confunde con él. Digamos que en la poesía encuentro algo así como una ciencia imaginaria de las realidades virtuales existentes y, por tanto, un nutritivo lugar para hacer crecer el odio a toda la crueldad del mundo en el que vivimos.

Ana: ¿Te escapas de tus fantasmas o los tenés cerquita en tu escritura?

Aldo: Bueno, yo diría que ocurre un poco al revés. ¡Mis fantasmas se escapan de mí y los tengo que andar persiguiendo! Los fantasmas se cuidan solos. Cuando escribo no pienso tanto en lo personal. En todo caso, es de lo personal de lo que me escapo. Al menos por un rato. Me parece que la cosa pasa por hacerse uno mismo un fantasma y largarse a rondar por ahí. La escritura aportaría una dosis de devenir-fantasma.

La otra cosa, a la que me parece importante apostar al escribir, es al hecho de que un fantasma, por definición, nunca es «de uno». Porque así son los fantasmas, seres liminales, que recusan las separaciones claras y distintas. Si busco algo al escribir, sin dudas sería algo relacionado con los fantasmas de lo común. Ruidos a multitudes, jaurías, yunga o pedregal. Un fantasma es ese ruido secreto que se produce cuando agitamos el adjetivo posesivo ‘mi’. Cuando tratamos de imaginar qué lo produce.

Ana: ¿Volvés a lo escrito?, ¿editas, intervenís después?

Aldo: Sí, rara vez una primera lectura me deja conforme. A veces me sorprende que un poema tan corto tenga tantas horas de trabajo. Solo después de encontrar un ritmo, un timbre, un movimiento de las palabras, movimiento en el sentido deportivo del término, las cosas encuentran un cauce. En lo que respecta a mí, nunca sé por dónde irá la escritura. La mayoría de las veces todo comienza con un pulso, una sensación o una imagen que se desprende de lo cotidiano. También me sucede que, en una primera instancia, ese pulso no lleva a nada. Cuando pasa eso, dejo lo que me atrae y, generalmente, después de algún tiempo, el camino del poema comienza a abrirse. Y luego se presenta la cuestión del libro. Sin exagerar, al menos hasta aquí, veo el libro casi como el montaje de una película. Ésta puede ser todo lo fragmentaria que se quiera, pero hay también una articulación que pone en relación los poemas. Tal vez por eso no me gusta tanto la palabra poemario, porque me suena a una suerte de estuche de poemas más o menos autónomos. Por supuesto, es una opción. No es la que me interesa en este momento. También pienso el libro como un fenómeno de masa, o enjambre o yuyaral, como se prefiera. Es necesario darle cuerpo al libro.

Ana: ¿Qué pensas que le hizo, al corpus de tus poemas, la publicación en VOX/LUX?

Aldo: Nunca pensé en otra posibilidad que no sea Lux. Así que es un rarísimo caso, en mi vida, de acierto en el primer intento. Lo que me gusta de la editorial es, en primer lugar, el amor por los libros, algo que se hace evidente si se ven sus ediciones. También me identifico mucho con la manera de operar, es decir, la autogestión. Creo que muchas veces lo artístico de una obra pasa en gran medida por el ecosistema que los artistas crean para que ellas puedan existir. No siempre se tiene presente este aspecto porque aún vivimos capturados por un fetichismo del resultado y relegamos los recorridos vitales a la condición de residuo o subproductos de la obra. Un proyecto como el que sostienen Gustavo Darío Lopez y Florencia Rodríguez Aires (hay más personas involucradas) le restituye el valor a esos trayectos vitales. Y esto es, a mi juicio, lo más valioso de mucho del arte que se produce de esta manera que, en Tucumán, es realmente muy amplio y significativo. Por otra parte, y esto para mí fue determinante, Vox/Lux, que son de Bahía Blanca, circula de manera nómada por espacios en los que convergen arte y literatura, y, siempre pensé que, si mi libro tendría algún lector, este provendría de allí. Creo que el carácter artesanal y las serigrafías que acompañan los libros de la editorial, realizadas por Mondongo y Sergio Bizzio, muestran un aprecio infrecuente por el lector. Realmente me siento muy agradecido y afortunado de haber podido publicar Poemas silvestres allí. En el 2021, publiqué un texto con ellxs, Variaciones geopoéticas sobre una obra de Natalia Lipovezky, un ensayo que acompaña los hermosos dibujos de la artista tucumana (La Lipo) en su libro Conversaciones con las piedras.

Serigrafía de Mondongo y Sergio Bizzio.

Ana: ¿Cómo es tu proceso de escritura?

Aldo: Escribo mayormente de noche, es cuando tengo tiempo y puedo estar más concentrado. Y el cansancio juega un papel importante. Como hay que ganarse el pan, generalmente llego cansado a la noche. Como me gano el pan con trabajo intelectual, mi cabeza llega particularmente fatigada. Sin embargo, es como si esa fatiga aflojara algo. El sentido común o la vergüenza, no sé, lo cierto es que el agotamiento funciona como una paradójica energía poética. Bueno, ¡tal vez eso explique muchas cosas! El agotamiento, por definición, te obliga a inventar algo. Cuando estás agotado no tenés nada. Es como cuando necesitas encontrar posiciones que serían insólitas en condiciones normales pero que, cuando el cuerpo está agotado, hacen que sea más fácil sostenerlo. Lo importante de estar agotado es que no se tiene nada que decir. Tal vez es la manera de hacer lugar a lo impersonal, a lo común. Cuando estoy agotado, otras fuerzas ocupan mi lugar y trabajan por mí. Viento, materia oscura o insurrección. Nunca se sabe. A partir de ahí, solo intento averiguar, probando una y otra vez, qué haría un poeta si estuviera en mi lugar. Uno tiene que inventarse su propia intemperie. Obviamente, sin exagerar, porque de lo contrario el viento te lleva puesto. Lo importante aparece así. Después, a la luz del día, un paciente trabajo de prueba y error va definiendo las formas.

A veces un poema es suficiente. A veces la poesía trabaja en grupo. Nunca está claro de antemano. Solamente dos o tres veces escribí un poema sobre un tema predeterminado. Creo que, en todos los casos, fueron razones políticas las que me llevaron a seguir ese camino. Es el caso de un poema que se llama NN, que es posterior al libro. Digamos que es algo así como un site specific (como se dice en artes visuales). Ese lugar fue el Pozo de Vargas en el 24 de marzo posterior a que Javier Milei asumió el poder.

Ana: ¿Con quién(es)/qué dialogas; conversas cuando escribís?

Aldo: Dialogo mucho con la escritura. Uno se sorprende de la locuacidad de lo que nos rodea. Me gusta especialmente dialogar con animales, objetos y con máquinas. Cuando dialogo con otras personas, generalmente las cosas se ponen polifónicas, y en esta fauna polimorfa uno ya no sabe qué voz corresponde a qué ser. También dialogo con épocas. Esto me parece importante. La idea de que el presente es el principio y el fin de nuestros laboriosos días me parece funesta. Siento una gran necesidad de poner sobre la mesa otras duraciones diferentes a la de la hiperobsolescencia del consumo que hoy está en todas partes. Duraciones históricas, tradiciones, memorias, simultaneidades. Duraciones animales, geológicas. Es evidente que lo que digo también está atravesado por ciertas inquietudes de la cultura crítica contemporánea. Ciertos lugares comunes del pensamiento contemporáneo. También dialogo con escritores que admiro. Y lo hago literalmente. Tal vez dialogar sea decir demasiado. O dialogo con ellos como un huésped con su anfitrión. Quería evitar referencias específicas, pero me cuesta hacerlo en este punto. Lo que quiero decir es que solo se puede ser huésped, como lo observó Jean-Luc Nancy, a fuerza de ser extraño. Hospitalidad y hostilidad son palabras que se alimentan del mismo suelo. Hay muchas citas y alusiones a esos poetas bajo cuyas fuerzas, fui convirtiéndome en uno.

Ana: ¿Qué dirías de Poemas silvestres si no fueses el autor, si fuese de otrx?

Aldo: Esta es una pregunta que me hice muchísimas veces a lo largo de mi vida y siempre en relación a la producción artística o a la escritura. Tal vez lo único que puedo disfrutar como «público» es la música. No soy músico, pero me entretengo haciendo algo de música. Compongo cosas muy sencillas y las toco de manera muy rudimentaria, pero aun así o, tal vez, por eso, soy más oyente que intérprete. Poesía es algo que comencé a escribir durante la pandemia, más o menos. Realmente nunca pensé que publicaría un libro de poemas. No diría que me siento poeta, porque no sé muy bien qué es eso. Pero es verdad que encontré en la poesía algo que me resultó muy estimulante. Lo diría así: Para mí la poesía es la afección sonora del pensamiento. El sonido piensa lo que el pensamiento escucha: un encuentro entre la filosofía y la música. Respecto a tu pregunta, cada vez que releo el libro tengo la sensación de que es de otro. Sin dudas, captaría mi atención. No obstante, siempre encuentro algo ajeno en lo que publico, hasta cuando me gusta algo que escribí, tengo esa sensación de ‘cómo me hubiese gustado que esto se me ocurriera a mí’. Ruido secreto. No puedo decir mucho más, porque ahora, como lector, ya soy producto de esos poemas. No hay vuelta atrás. El fantasma ocupa el lugar del escritor.

Ana: Pensador, productor audiovisual, ensayista, poeta, docente, curador, músico. Andas, habitas, inventas, conectas en estas prácticas artísticas. ¿Hay algo que “decís” en una lengua o práctica que resuene en otra? ¿Cuáles son tus importancias en tu escritura poética?

Aldo: Creo que dicho así parece más consistente de lo que realmente es. Cada práctica construye sus materias, sus problemas, sus maneras de afectar y ser afectado. Tal vez en esta cuestión estoy más cerca de la especie que del individuo. Vivimos en tiempos de especialistas. Y no digo que esté mal eso. Cuando te duele una muela, reconsideras tus prioridades epistemológicas. Lo cierto es que por una razón o por otra, y las económicas no son menores en esta historia, nunca logré acumular la fuerza de voluntad para especializarme en algo. Hay una frase de Deleuze que siempre tengo presente: Para un fugitivo, cualquier cosa se transforma en un arma. Yo soy un fugitivo de mis naturales limitaciones. No soy bueno para ninguna práctica artística en particular. Y, sin embargo, he tenido que encontrar mis armas. Dicho esto, en cierto sentido, para mí, en mi fuga, todo es una variación de la forma de ser de la música. A la filosofía, las artes visuales, la literatura o el cine les veo como mutaciones intensivas de la música. No digo que sea así. Lo es para mí. Volviendo a tu pregunta, supongo que no debe ser muy difícil encontrar las dos o tres cosas en torno a las que cada uno orbita. Ciertas preocupaciones. Pero en mi caso, no lo tengo tan claro. Solamente se me ocurre una cosa: conectar nuestra experiencia con lo que queda fuera de ella, con su exterior. Creo que eso circuló desde mis primeros experimentos en el campo del vídeo arte hasta las poesías que estoy escribiendo ahora. La revuelta de lxs jóvenes chilenxs, hace unos años, tuvo como consigna una demanda perfecta: hasta que valga la pena vivir. Ese exterior que mencionaba antes tiene, para mí, dos caras que se entrelazan e impregnan hasta las cosas más pequeñas de nuestras vidas. El carácter inhumano del poder que aplasta a la vida y la potencia no humana en donde encontramos el valor de la vida. Confrontando con esa exterioridad es que el arte se da la porción de belleza que es capaz de crear con este mundo tal cuál es.

Ana: Ursula K.Le Guin escribió en su libro Contar es escuchar, un ensayo que se llama “La pregunta que más me hacen” y se refiere a la pregunta ‘¿de dónde saca sus ideas?’. ¿Cuál es la pregunta que vos más te haces?

Aldo: Ahora que tu pregunta me hace pensar, me doy cuenta que en lo que escribo —y las poesías no son la excepción—, siempre hay un montón de preguntas. Creo que la pregunta que más me hago es a dónde va ésto. Nunca sé de antemano hacia dónde va un texto. En todos los casos. Y debo decir que siento cierta envidia de quienes saben qué quieren hacer antes de comenzar a hacerlo. De paso, tal vez por esto me gusta tanto un ensayo (y, en realidad, todo lo que leí de ella) de Rebecca Solnit, Una guía sobre el arte de perderse. Vivimos una época en la que estar perdido es casi criminal. Entonces, afino un poco mi respuesta: ¿ya estoy perdido o aún falta un extravío más?

Ana: En tu biografía, decís que naciste, vivís y trabajás en Tucumán. A mí, me encanta esa enunciación. ¿Qué hace esa enunciación en y con tu escritura?

Aldo: Aquí hay todo un tema. ¿Dónde queda Tucumán?, ¿qué hay aquí?, ¿qué significa nacer en un lugar? Sin buscar demasiadas alturas intelectuales, para evitar el apunamiento metafísico, diría, que no tengo nada claro el tema. Soy inequívocamente una persona de un lugar. Sin embargo, un lugar es algo mucho menos definido y preciso de lo que podríamos llegar a creer. Si yo pienso en rojo, no pienso en sangre o en lava, sino en achilata. Pero en la banda sonora de mi vida hay más postpunk que bomba tucumana. Y, sin embargo, mi Manchester está en la esquina del barrio en el que me crié. A esto hay que agregarle cierto imperativo regional. Si sos un artista tucumano se exige de vos cierto color local. Hay que pintar la aldea. Para pintar el mundo están las metrópolis. Sean las que sean. Debo reconocer que soy medio testarudo con ciertas formas de división internacional del trabajo artístico e intelectual. Esto muchas veces me colocó en cierta extranjería en mi propio mundo. Y, para ser sincero —y nada original—, para mí también, escribir es encontrar en la propia lengua una lengua extranjera. En todo caso, y a esta altura de mi vida, podría decir sin exagerar demasiado que ser tucumano, para mí, es una forma de ser extraño en tu lugar familiar. Y estoy lejos de ser el único.

Ana: Poemas silvestres, ¿por qué el nombre del libro?

Aldo: Silvestre es lo que crece, por ejemplo, cuando te olvidás de cortar el pasto. El moho en esa mandarina extraviada en el fondo de la heladera o el verdín en las paredes de las casas cercanas al cerro. Buscaba una voz o una escritura que crezca de esa manera. Silvestre es también la forma de ser de lo cotidiano, lo insignificante, lo diario y, sobre todo, una manera de verlos. Con la poesía trato de ver lo cotidiano como esos animales liberados que, justo antes de partir, se vuelven hacia sus captores sin terminar de comprender de qué están a punto de alejarse.

¿Hay alguna pregunta que te gustaría responder y que no te haya hecho? ¿Cómo te sentiste con las preguntas?

La verdad que ni lo pensé. No, realmente no se me ocurre nada que me hubiera gustado agregar. ¡Me sentí bárbaro!


Aldo Ternavasio nació, vive y trabaja en San Miguel de Tucumán. Es Licenciado en Arte, docente e investigador de la UNT. Profesor Asociado a cargo de las Cátedras Lenguaje Audiovisual II y III en la Escuela Universitaria de Cine, Video y Televisión de la UNT. También se desempeña como Jefe de Trabajos Prácticos en la asignatura Publicidad en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Filosofía y Letras. Dirije un Proyecto de investigación PIUNT sobre Cultura Audiovisual Contemporánea. Como productor audiovisual trabajó en el campo del videoarte, realizando numerosos videos y videoinstalaciones. Es cofundador e investigador del Centro de Estudios sobre Cultura Audiovisual Contemporanea de la EUCVyTv.
Incursionó en el campo del videoarte y las instalaciones y ha conducido numerosos encuentros
de análisis de obra para jóvenes artistas tanto de nuestra escena, como de otras provincias del
país. Integra el consejo editorial de la revista «Link!» en donde escribe sobre arte, cine y
política. Colabora también con la revista Sin Miga.
Algunas de sus publicaciones son: «El lugar del verdadero descanso. Lo impersonal en la poética de La orilla que se abisma de Gustavo Fontán» (2016); «El campo fuera de campo en las sociedades de control. Lugar de espectador y cine contemporáneo» (2017); «Una vasta luz animal cruzando la frontera de las sombras» (2017); «Notas sobre la imagen-extinción. Contagios entre Claire Colebrook y Tsai Ming-Liang» (2022).


Poemas silvestres/Aldo Ternavasio– 1ª ed- Bahía Blanca: Vox/Lux, 2024, 84 p; 22 x 17 cm, ISBN978-987-82986-6-5. Dibujos de tapa y lámina: Mondongo y Sergio Bizzio. Diseño y maquetería: Mux /Almicar P. Gutierrez. Ediciones LUX. www.proyectolux.com.ar

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