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ISSN 2684-0626

 

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Renacer entre la ciudad de cenizas

Sobre La nube negra, de Irupé Arroyo

Por Delfina Terán Cossio |

La nube negra, de Irupé Arroyo es un primer poemario en el mejor de los sentidos. Rumia por distintos estilos y formatos, se anima a experimentar. Es fresco, aún en su oscuridad.

Se lee como un diario íntimo, donde el sentimiento está a flor de piel, pero donde también hay espacio para la reflexión. La voz poética reflexiona sobre sí misma, sobre sus vínculos, sobre lo que la rodea, sobre lo divino. Hay una búsqueda de sentido muy propia de la adolescencia, la pregunta por el propósito de la vida y cómo enfrentarse a la incertidumbre. En ese sentido, La nube negra es indudablemente un coming-of-age. Pero a su vez, hay una pregunta por el por qué de hechos muy puntuales. Es una voz poética adolescente, niña por momentos, pero que ha sido tocada por la crueldad del mundo adulto y debe enfrentar un dolor y una pérdida que no termina de entender. El poemario narra la travesía de una niña por el duelo del primer amor, del cual emerge ya adulta joven.

La nube negra contiene dos historias paralelas pero relacionadas. La primera se cuenta en verso, en un estilo intimista. La segunda es alegórica y se narra en 7 microrrelatos. Allí, reminiscente de los mitos griegos, se cuenta la historia de dos “medias de alma” que deben atravesar una ciudad devastada por la nube negra para volver a encontrarse y volver a ser una.

La obra está dividida en cuatro capítulos. El primero, titulado “Gibosa”, sirve para establecer a nuestro personaje principal, nuestra narradora: la Gibosa, confesional y reflexiva, pero sobre todo, doliente. El dolor atraviesa todo el poemario, pero en este primer capítulo se lo ve y se lo siente con más claridad porque desconocemos sus causas. La Gibosa duele pero no nos dice por qué, y en esa incapacidad del lenguaje recurre al uso de máscaras: encarna un caballo atropellado en la ruta, un caballo que ha sido atado de patas, saboteado por la crueldad de los hombres.

La reflexión sobre la injusticia y la maldad es el segundo eje de este capítulo. La voz poética se siente injuriada por algo o alguien, aún cuando no se anime a decirlo. Hay monstruos, personales y sociales que acechan a la Gibosa. El capítulo termina con el monstruo de monstruos, el mal de males, el mismísimo diablo. Pero la Gibosa ya no teme, su dolor la ha insensibilizado y logra enfrentarse a Mandinga y salir victoriosa, mas no intacta.

La Gibosa inhala el humo negro del brasero y esto la sume en la oscuridad del segundo capítulo, “De dios”. El capítulo más corto de los cuatro, representa el tocar fondo para poder tomar impulso y salir a la superficie. Aquí la Gibosa se reconoce poeta y se apropia de la palabra como instrumento de transformación:

«No traicionamos a nadie

escribir nunca fue pecado»

A partir de este movimiento subjetivo, la Gibosa puede contar su propia historia en el tercer capítulo, “Inocente rencor”. Su dolor, su duelo, vienen de la pérdida de su primer amor: una adolescente como ella, hija de un padre violento y homofóbico. La ruptura forzada y violenta de ese vínculo es lo que hace al trauma de la Gibosa y la convierte en lo que es, porque la giba se forma con los recuerdos que pesan. Pero la palabra es sanadora y en el decir, en el drenar, nuestra protagonista se cura.

El último capítulo, “En el centro”, describe la reconciliación de las dos medias almas de la historia paralela, correlato de la reconciliación de la Gibosa consigo misma, su pasado, su presente y su futuro. La voz poética aún reflexiona sobre su amor perdido, ya no desde el mar negro del dolor sino desde la orilla celeste de la nostalgia.

Aquí ocurre un “reinicio del mundo”, a partir del cual la voz poética se decide a amar de nuevo, a un otrx, a su ciudad, a sí misma. La Gibosa pasa la página y, sobre la hoja en blanco, se dispone a construir su casa, ya libre del dolor que la atormentaba.

La nube negra es de una poesía confesional, anclada en lo narrativo, pero que incorpora la metáfora mística y lo sobrenatural sin tropiezos. Nos regala imágenes vívidas que hacen a las escenas que sostienen la historia. El poemario, además, tiene ilustraciones de Rocío Luna que completan el viaje de nuestra protagonista.

Una curiosidad sobre este poemario es que no fue corregido al momento de su publicación, los poemas son lo que eran cuando la poeta era aún esa adolescente recurriendo a la poesía para atravesar la angustia. La nube negra es el sentimiento crudo, sin censura, de una chica que se enfrenta a la crueldad del mundo.

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