Por Ezequiel Campos |
Mientras mi hija curioseaba en el stand de juguetes didácticos tomé valor y me acerqué a este hombre, con un libro suyo que había comprado hace unos minutos, donde salía su cara. De esa forma me había asegurado que era él con quien tenía que hablar. Venciendo mi timidez que me impidió durante años entablar alguna charla con desconocidxs, lo saludé. Le dije que no me conocía pero que yo sí a él y torpemente empecé mi relato.
Mi viejo trabajaba en una imprenta en la Ciudadela y un día cayó a la casa con una hoja impresa que parecía un panfleto grande. Tenía textos varios escritos por desconocidxs. En ese momento no me di cuenta, pero tenía un fanzine en las manos: una publicación autogestionada de bajo presupuesto, editada por personas que no podían/querían esperar que alguien más los publicara.
Cada cierto tiempo mi viejo traía nuevas ediciones que se “robaba” de la imprenta (siempre se hacen ejemplares de más a los solicitados), y yo las devoraba. Algunas cosas me encantaban y otras no, pero lo que me cautivaba sin lugar a dudas era como estas personas se hacían su lugar con entusiasmo y trabajo duro. Alguna vez tuve que salir a buscar publicidades y no es lo más bonito del mundo. Según lo que mi viejo me contaba que hablaba con “los piernas estos”, así se mantenían y todo lo ganado volvía en forma de nuevas ediciones.
Esta publicación se llamaba Trompetas Completas y de tener una hoja, pasó a ser una revista de 64 páginas con tapa color. Es lo que sale cuando la pasión transmuta en trabajo, creo.
Todo esto iba contándole a Pablo en medio del barullo del Mercado Cultural, mientras él saludaba a conocidxs y yo fichaba de reojo que mi hija no se escapara.
Todavía no sabía bien cómo decirle lo que ya le estaba diciendo, pero continué cómo podía.
Más tarde llegaron a mis manos por la misma vía los dos primeros libros de Pablo (y en este punto del relato sí me dió un poco de vergüenza estar contándole que no había comprado nada de su producción, sino hasta esa misma noche). Los Perfectores el primero, y luego uno que tenía un título muy largo. Ahí me enteré que así también se podían hacer libros de esa manera, sin mediar editoriales ni agentes, a puro corazón.
Y bueno, lo que quería decirle es que el contacto con su trabajo me había afectado y cómo. En esa adolescencia poco efervescente que atravesaba, la lectura y la música me abrían un mundo nuevo: el DIY o “hazlo tú mismo”. De a poco fui incursionando en la escritura y la guitarra, alimentándome de punk, fanzines y todo tipo de publicaciones independientes. Me fui dando cuenta que cuando se tiene algo para decir los recursos y los medios tienen que pasar a un segundo plano. Se hace con lo que se tiene y con lo que se pueda encontrar, pero se hace. Nutrido por estas experiencias comencé a editar con algunos amigos. Lo primero que hicimos fue un panfleto en contra de los circos con animales que repartimos afuera de la carpa, en recitales y por la calle. Luego el primer fanzine, Papaya!, una ensaladita de cosas en un formato que cabía en la palma de la mano, gratis y de cortísima tirada. Ya en el 2010 encaré mi proyecto más longevo, La Hoja en la Ventana, que sigue saliendo hasta el día de hoy… un par de veces al año. En el medio edité un librito con un amigo, Damian Espeche, compañero de músicas y letras, otro librito en solitario y algunos fanzines más.
En ese camino de regar pequeñas gotas de arte autogestionado me encontré muchas veces con la indiferencia y la falta de interés, pero otras veces, en cambio, una sonrisa y un asombro casi infantil. “¿En serio hacés esto vos? ¡Está muy bueno!” son palabras que posta te inflan el pecho de una sensación rara entre esperanza y orgullo. Así que he tratado siempre de decirlas también, de agradecer y reconocer. Me llevó casi 15 años en este caso poder decírselo a esa persona.
A todo esto más que nada lo pensé. La charla con Pablo fue algo vertiginosa y se tuvo que ir pronto porque lo convocaban de su stand. Le dije que hace poco lo había agregado en Facebook y que estábamos en contacto por cualquier cosa.
Hace unos días me escribió y me pidió que realice una columna con lo que le conté esa noche en el Mercado Cultural. Y aquí está lo que pasó en realidad, más todas la cosas que dije a medias, más lo que me falto decir quizá: gracias a vos y a toda la gente como vos.
Imagen: Una de las 34 Trompetas Completas que circularon entre 2004 y 2015.

1986, nacido y engordado en San Miguel de Tucumán. Edité (a veces solo y a veces acompañado) los fanzines Papaya! (2008), La Hoja en la Ventana (2010 – presente), Pagafantas Fanzine (2015), Naranja es el color de mi corazón enfermo (2015, microzine), Algunas notas sobre imaginar personas (2017). También los libros-zine Noches de mucho viento/ Una noche de Agosto (2013, junto a Damian Espeche), Contra el muro del espacio y el tiempo (2016). Participé en la Feria del Libro Punk, la FLIA y diversos eventos contraculturales cuando pude. Malcriado con Fun People y The Smiths, toqué la guitarra en varias bandas y todavía me gusta.
Me encantó…pequeñas gotas de arte autogestionado,
Muy bueno, lo disfrute. Aguante tromoetas completas. Siempre necesarias en su hogar.
El arte, el amor al arte, la escritura y la producción de cultura. La llama que alimenta a otros y que vive en mi. Volveré y seré trompeta.
Queremos y admiramos a Pablo.
Muy lindo te felicito por tu arte.
Extraño las Trompetas Completas. Tuve el honor de salir en dos números y se me vienen muchas emociones al pecho.
¡Esaaa! Vamos por más Trompetas completas