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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Calles

Por Alejandro Carrizo |

Y un día volví (porque siempre se vuelve) a caminar las calles de Tucumán. Mi alma se puso las manos en los bolsillos y, perplejos como un niño, mis ojos se detuvieron en las esquinas de la memoria.

Agarré por Chacabuco, hasta la 24, a “La Lechería”, para tomarme un amarillo con Carlos Michaelsen Aráoz, pero no estaban, ni él ni el bar. Entonces seguí por Junín, hasta “La Cosechera”, para leer poemas con Elba Naigeboren y Nito Racedo, pero tuve que seguir de largo. Doblé por San Martín y frente a donde estaba “El Condado” los ojos de los fantasmas me dijeron levemente adiós con un pañuelo de olvidos. Después pasé por “El Central”, mi alma gritó “¡compañeros!”, pero no salieron ni Larry Janzon ni René Molina. Volví por 25 hasta el “Hotel Corona” y no estaban ni Casacci ni el Bebe Alvarez. Luego crucé –en vano– hacia “El Buen Gusto” para tomarme una ginebra con el Pancho Galíndez mientras Fernando Arce nos recitaba poemas de Juan Gelman (¡qué habrá sido de aquel piano!). ¿Para qué iba a ir a la Cineteca si no me acompañaría Eduardo Rosenzvaig?, ¿o a la Peña El Cardón sin Aurelio Salas? Tampoco me le animé al Bajo, para no ver el hueco que dejaron “El Gallo de Oro” o la peluquería de González.

Preferí ir directo a Muñecas al 200 porque allí, en “El Griego”, donde está la sala Paco Urondo, allí era mi cuarto en la vieja casona “la Machu-Picchu” (¿dónde andarán los chicos de “Joetuc”?). Sabía que no me iban a recibir ni el BubyPerrone ni José Augusto Moreno con el meñique levantado. Entonces, mi alma y yo, nos paramos al frente a mirar que ya no hay begonias en los balcones, ni balcones siquiera.

Entonces, casi en silencio grité: “¡Amores poéticos, salven el mundo!, ¡sálvenme! La poesía es la única geografía que perdura… Debajo de la puerta de la memoria dejo un sobre con mi corazón adentro”.

Me doblé el cuello del saco y me fui, despacio, por las calles enmusicadas del ocaso, cuerpeando aquellos versos de Raúl Galán: “Cuando digo Tucumán, me duele el alma”.


Fotografía: Martín Taddei

Una respuesta a “Calles”

  1. Nicolás dice:

    Qué bueno! Me encantó la frase final…duele algo que quedó en el pasado en el paso del tiempo.

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