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ISSN 2684-0626

 

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Duelo y melancolía pop: a 10 años de Muchacha indie

Por Claudio Rojo Cesca |

Preludio Yoísta (and why the fuck not)

Mi primer encuentro con los poemas de Muchacha Indie fue en una feria del libro de Tucumán, en 2015. Pablo Espinoza, autor del poemario y editor, andaba con Almadegoma, su sello editorial, y desde su mesa de exposición, forma y presunción de contenido asomaron a mis ojos el tufillo de una mística. Un conjunto de textos que prometían la brevedad del cross a la mandíbula (a lo Roberto Alt), lenguaje sin fileteo y un título que remitía a Fogwill y su Muchacha Punk, aunque claramente la filiación musical, poética y hasta cinematográfica apuntaba los misiles en otra dirección. 

Esa dirección ¿era yo? En la frontera de mis treinta años (acabo de cumplir 40), embalado en la química de una existencia que miraba a la poesía sin saber qué buscar en ella. Y si podemos afirmar (yo, por lo menos, lo hago) que Muchacha Indie inaugura un gesto poético singular, algo que excede la versificación y toca los estatutos de la idiosincrasia, la elaboración rigurosa del tono, la sincronía de emblemas que el poeta restituye para que entendamos en qué universo nos quiere incluir, le canto falta envido a la propuesta y añado: el poemario de Pablo inaugura también un tipo de lector, atento a la sensibilidad pop de su generación, aunque sustraído del parasitismo cancheril que pretende, antes que todo, posar una pertenencia.

La senda del Perdedor

Los poemas de Muchacha Indie sugieren una trama y una geografía. El espacio es la Jujuy de Pablo, un territorio armado con asociaciones propias, no precisamente destinadas a atraer el turismo. Esto se presenta de manera furtiva en el primer texto de Muchacha, con un poema de un solo verso: Me embola Jujuy cuando llueve. En este umbral, la romantización de la lluvia como trámite metafórico de la tristeza se cae a pedazos. También declara una posición del agente lírico respecto a la exaltación de ciertos regionalismos. No deniega su lugar de origen, pero tampoco sería exacto afirmar que lo combate. Pongamos, en todo caso, que lo comenta sobre una pátina en la que deslizará, en adelante, junto con las asociaciones sobre el territorio, representaciones de una pérdida, por donde discurre el polo de la trama, y en torno a la cual se abre una pluralidad de secuencias en las que se nos relata la desventura melancólica (¿y sistemática?) de un desencuentro.

Pérdida es también la palabra clave que signa no necesariamente al personaje aludido en el título, sino al escribiente, que se apropia del término para constituirse como sujeto-del-poema.

Otra vez perdí.

No me quedan vidas.

Nunca pude rescatar a la princesa ni salvar al mundo.

Nunca fui de los que dejan su nombre en el ranking.                       

A ella no le gustan los perdedores.

Ella se va.

(del poema GAVE OVER)

También del mismo poema es la descripción de una Jujuy devenida, por la pérdida, en un paisaje donde irrealidad y desvitalización convergen: Jujuy es un lugar enorme/pixelado/con soles de ocho bits. Es una imagen nostálgica que preexiste a la cultura gamer y alude a la precariedad: ella se va, el mundo que nos rodea pierde resolución. La cuestión de la precariedad se acentúa por una selección de ilustraciones de corte anatómico, donde proliferan huesos de caderas y fémures, es decir, cuerpos despojados de carne, algo que podría formularse como una reducción al hueso de la cosa humana, un perder capas, velos, formas de un erotismo.   

Más adelante, la figura del “perdedor” reaparece en el poema LUSER (la palabra LOSER, es decir “perdedor” en inglés, deliberadamente mal escrita). En su primer verso, ya no es sólo el poeta quien ha perdido, sino la propia Jujuy: Queda una sola sala de videojuegos en San Salvador. Con la pérdida amorosa sobreviene otra, desplazada a la ciudad, vicaria de circunstancias que tienen que ver con el juego y la inocencia, donde, a su vez, se proyectan en esquema infantil/adolescente perspectivas sobre el mundo que tienen que ver, sobre todo, con el mal y el heroísmo:

Cuando quieras te invito a que me veas jugar

para demostrarte

que no me importa el peligro

que venga

lo que venga,

del planeta que sea,

del infierno

mutante

pesadilla

zombi

o policía…

no importa

voy a estar ahí

siempre

dispuesto a jugarme hasta la última ficha por vos. 

(del poema LUSER)

La pérdida asoma con una asociación mortífera en Astronauta olvidado (título que refiere al disco de la banda argentina Bauer), donde el autor sugiere, no ya la restitución del canon amoroso por la vía de la ofrenda (jugarse las fichas en una máquina, por ejemplo) o la historización nostálgica dosificada en viñetas, sino la identificación con la cosa extraviada: Me dormí escuchando Bauer/Y soñé/que yo era ese astronauta perdido en el espacio./En una cápsula averiada./Sin dirección./Sin señal en el celular./Condenado a flotar a la deriva/mientras dure la provisión de oxígeno. 

El poema concluye con una imagen desoladora: Sólo la noche/inmensa/como único paisaje. Desolación porque el lastre infinito de la noche se presenta como insignia destilada del espacio que otrora ocupara el ser amado, o la serie de representaciones sobre inocencia e ingenuidad asociados a su cercanía. Este salto al vacío con aquello que se perdió da pie al poema más crudo del libro, en el que ya no contamos con el velo imaginario de los videojuegos:

Dos pájaros están matándose en la ventana de mi taller.

Lo que al principio parecía un juego inocente o baile nupcial

resultó ser una pelea a muerte.

Ahora se sujetan con las patas

se clavan los picos en el pecho

en los ojos

en la espalda

en la nuca.

Ahora vuelan plumas y salta sangre

manchando los libros que dejaste sobre la mesa.

(del poema SANGRE)

Se propone, a pesar de la violencia, un límite real, una aproximación a la cosa animal, salvaje, donde sexualidad y muerte hallan el vértice de un equívoco. Una escena que no es ya el vacío total de la noche infinita (donde el oxígeno se extingue y no hay más que uno-con-la-nada), sino el combate de dos cuerpos que, como tales, pueden ser nombrados, referenciados, metabolizados en un tropo literario.

Sinuosa, ella. Escapa. Es Una, pero ¿es una?

Así, la Muchacha Indie se magnifica a la talla de un enigma. En la fascinación del narrador, su estatura está, para nosotros, igualmente extraviada, hablada ahí donde el agujero de su ausencia invoca apreciaciones sobre su grandeza. Suponemos que fue (y es) amada, aunque el amor, como tal, tampoco se nombra. Se articula un juego macabro en el que jugador y jugadora amenazan abandonar la escena lúdica, des-existen, o seducen con fíala certeza:

Vos no existís.

Yo no existo (…)

Lo único real es la distancia

inconmovible

siempre.

(del poema LEJOS)

Esta precarización del registro subjetivo, sin embargo, es inconstante. Oscila entre referencias musicales, acercamientos al ser amado por la vía de una red social (Siempre termino dando vueltas por tu biografía./Buscando algún mensaje./Alguna línea./Algún enlace./Algo./Que me diga./Que también pensás en mí) y películas. Sobre esto, el penúltimo poema cita a la película The Warriors, de Walter Hill. Es el único texto donde el Yo lírico construye una escena más allá del otro amado, donde incluye (a la vez que se excluye a sí mismo) a los chicos de la pandilla de mi barrio. The Warriors, habría que añadir, transcurre en un futuro distópico plagado de bandas marginales en permanente rivalidad, un relato en el que hay un protagonismo colectivo, un Otro social a pesar de las arbitrariedades de un mundo sin legalidades claras.

De las oscilaciones entre la precariedad y el imaginario pop también se puede decir algo: ordenan el tono de los poemas, lo refrescan. Combaten la certeza con la que el “astronauta olvidado” avizora el vacío. Y si bien la Muchacha Indie se erige como el núcleo de este vacío, también es su contorno, una representación que puede desligarse de la cuestión unívoca del ser único, por más única que sea la manera de vivir su falta. A veces se piensa en ella, a veces su ausencia parece mítica, fuera del molde de la historia de una vida. Otras veces participa de la escena, en el espacio vecino, aunque inalcanzable.

En ese sentido, la Muchacha Indie puede ser una categoría abstracta, un objeto causa de poesía, referente inasible promotor de imágenes, de broches con la historia personal. Pablo la nombra tramposamente, como si pretendiera encubrirla bajo esta figura misteriosa y plena de asociaciones. Muchacha Indie puede ser una, la singular, la que el Yo lírico restituye a partir de una sucesión de episodios donde el elemento común es la nostalgia y la pérdida.

También puede tratarse de una elaboración untuosa, un sistema de proyecciones donde se idealiza la estatura del deseo, en suma: un modo de vérselas con la falta. Ante ella, todo esfuerzo se presenta sacrificial, todo triunfo lo es sólo si puede ser dedicado amorosamente. Los textos, breves y de semblante minimalista, son posiciones, modos de concurrir a la cita con el Otro imposible, espectacular, fascinante. La escritura, como pasa entre enamorados, se nutre de la escritura del mundo (canciones, videojuegos, estrellas pop, bandas indie, una película de culto) no por el afán de pertenencia donde se inscribe cierta gestualidad poética, sino porque Pablo presupone un Otro de la poesía con el que dialoga, momentáneamente (el amor así parece demandárselo), para dar cuenta de sí frente al cráter que convoca su sacrificio o, por suerte, su palabra. En definitiva, qué es la Muchacha Indie sino la falta en torno a la cual Pablo nunca deja de ensayar una inscripción, la de su voz poética, la del fichín donde se combate imaginariamente, como un paladín medieval, para arrogarse la dignidad de una represa a salvo del silencio. La estructura de un triunfo, con diez resonantes años de andar por el país inaugurando las señas poéticas de una generación.

Bonus Track

La siguiente lista tiene canciones o discos que el poemario menciona o podemos presuponer referenciados indirectamente (tal es el caso de Last of an Ancient Breed, incluido en la banda sonora de The Warriors). El conjunto se puede escuchar como un soundtrack imaginario de Muchacha Indie, acompañar su lectura o ampliarla. La versión de Reel Around the Fountain, interpretada por Fun People, es un cover de la canción homónima de The Smiths. Incluí el cover porque sé que a Pablo le gusta más.  

Las tortugas (Tobogán Andaluz)

Reel around the fountain (Fun People)

Moonage Daydream (David Bowie)

Chica de oro (Él mató a un policía motorizado)

Astronauta Olvidado – disco completo – (Bauer)

Last of an Ancient Breed (Desmond Child)

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