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Poemas en Instagram 101

Por Virginia Daniela Gómez |

Fuera de la moralidad y la pretensión: Pensamientos dialógicos sobre las posibilidades y limitaciones que enfrenta la poesía en redes sociales. Consultando a las poetas Irupé Arroyo y Sara Georgieff.

Introducción

El imaginario de poeta que tengo es todo en blanco y negro y casi caricaturesco: antiguo, romántico y sufrido. Es un imaginario de fotografía analógica, un poco mugriento, paupérrimo o en el polo opuesto, con una riqueza excéntrica. Mi imaginación está bastante alejada a la realidad de los poetas, eso es debido a la lejanía y al mito creciente producto del misterio: ni Pizarnik, ni Storni tenían un Tumblr con registros íntimos, tenían solo sus escritos. Me pregunto: ¿Cómo hubieran usado las redes sociales los grandes nombres de la poesía? ¿Cuáles serían sus pensamientos sobre la inteligencia artificial? ¿Qué clase de red social hubieran preferido? Tendría sentido pensar que Allen Ginsberg o Gregory Corso usarían Facebook, quizás incluso de manera papelonera. A veces tengo una sensación de viaje en el tiempo al ver un reel de Instagram del antro neoyorquino C.B.G.B´s  en los setentas y ver que la mismísima Patti Smith le ha dado un like. También cuando veo sus historias, reposteando fotos de Bob Dylan o Robert Mapplethorpe. Y los mini poemas que escribe en todos los pies de fotos de su feed, que incluyen selfies, siempre comenzando por un “this is… (esto es)” y en prosa.

Palabras Preliminares

En este artículo el procedimiento fue sencillo, en parte debido a su brevedad: entrevistas telefónicas con 2 poetas y personajes de las letras con perfiles diferentes; pero que tienen en común la juventud; ser oriundas de Tucumán y la inevitable interacción con las redes sociales en un presente extremadamente virtualizado y mediatizado.

Intento abordar de manera enumerativa, sin profundizar catedraticamente, sino mencionando aspectos matizados entre lo brillante y lo opaco. Sin intención de presentar una verdad absoluta, ni una posición “correcta”, que sería imposible en la actualidad donde todo es “multi”: multicausal, multidimensional, multimedia.  Es una aproximación pequeña sobre un tema inmenso como la totalidad de la cultura.

Raymond Williams usa el concepto determinismo tecnológico, como algo a evitar al pensar y analizar los medios y la cultura en general. Consiste en recordar que ninguna tecnología ni objeto posee moral, es decir ni el internet es bueno o malo, ni las redes sociales son algo por sí mismas. Sino que son plataformas y medios utilizados por las personas, tanto sus usuarios como sus creadores. Además, señala el distanciamiento entre la intencionalidad con la que se crea una tecnología y el uso que realmente le dará la sociedad.

El Factor Económico

La primera entrevista fue con Irupé Arroyo, es poeta, tiene 22 años, estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, en la Licenciatura de Letras. Además es co-creadora de la nueva revista digital ‘Entre Paréntesis’. Sumado a esto, también trabaja como community manager en la editorial Llama Blanca. En todas sus actividades hay una relación siamesa de las letras y el mundo digital. Tuvimos una charla con preguntas abiertas, donde como suele suceder teníamos nociones inconcretas de saberes fijos. “En Tucumán… las ideas no se elevan, sino que reptan”, escribe en ‘La Novela Perdida’ Horacio Elsinger. De manera similar el equipo de ‘Entre Paréntesis’ se escabulle en el mundillo de letras de la facultad tratando de “rescatar voces de poetas que solo suben en Instagram, que no tienen nada publicado”. Y de persona en persona rastrean a estos escritores que en algún lugar del internet llaman insta-poetas”.

Irupé también explica sus razones “porque sabemos exactamente quiénes son los publicados, los compañeros que tienen un nombre dentro del circuito, pero hay una banda que se dedican a escribir en Instagram y casi la mayoría lo hace de forma anónima”. Remarcó la transversalidad del factor económico en el uso de las redes: “La publicación también tiene una cuestión de clase. Una editorial no te va a publicar solo porque sí, o sea, tenés que poner plata en muchos casos. Entonces muchos de estos chicos que no pueden acceder a la publicación física lo hacen a través de Instagram que además es el único medio gratis porque si vos querés publicar por Amazon o un E-book, también tenés que pagar entonces me parece que en ese sentido está bueno”.

También colaboró en el artículo Sara Georgieff, poeta tucumana, publicada, que reside en Buenos Aires. Es estudiante de Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes. En la entrevista abordamos el tema del contraste entre formatos de publicación y ella comentó “no es que tengo una elección. No es que digo: voy a ponerme a crear contenido. Puede llegar a ser un trabajo si lo haces como corresponde, pero cada escritor te va a decir algo diferente según lo que quiere para su carrera. En mi caso no es lo que quiero específicamente”. Además, al profundizar en el tema opina “hay gente que empieza haciéndose popular en Internet, no es lo peor. Pero bueno, todo tiene sus matices, publicar en una editorial un libro (físico), tiene muchísimo menos alcance. Hasta a la gente que le gusta lo que haces, no necesariamente se va a comprar el libro. No compramos todos los libros que queremos, eso es una realidad”.

Sara resalta lo paradójico y ambivalente del internet y las redes: “Internet es gratis, o sea, no, pero sí”. No debemos olvidar el funcionamiento de lógica capitalista del internet. Las redes sociales son empresas y negocios. La materia prima de la producción son los datos de los usuarios o “prosumidores” (que uno, es tanto consumidor como productor de contenido gracias a los relativamente nuevos alcances tecnológicos y mediáticos) que es usada para vendernos publicidades, entre otras cosas. Eso tiene negativo. Publiqué ‘Arrobachau’ con Gato Gordo Ediciones, la experiencia fue muy positiva, no tengo quejas de eso. Pero sí, hay gente hasta el día de hoy que me pregunta dónde lo compro y ya no sé, ya pasó un montón de tiempo. No es lo mismo que mandar un link ni tampoco tiene la misma mística que sentarte con un librito”, opina Sara. Mientras que Federico Díaz-Granados escribe en su artículo ‘La Poesía En La Era De Tik Tok’ sobre la aparición del fenómeno del fan/lector y la posibilidad de interacción y feedback inmediato que incitan las redes. Esto puede llegar a confundir a las editoriales, al pensar que estos fans serían compradores.

Pensar algorítmicamente

Seguramente paseando por la ciudad hemos visto los murales de Acción Poética Tucumán con frases, que más allá de la producción que contienen, tienen una efectividad en relacionar espacio público y literatura. Queda clara como una iniciativa de transportación de la poesía por fuera del estatismo mediático del papel. Como ya dije, la actualidad es multi, y en ocasiones los poetas deben optar por la multimediatividad de un poema para luchar con los algoritmos, que son los que eligen cómo y qué tanto llegan a mostrar las publicaciones. “Otro método que algunos poetas hacen es usar reels (o tiktoks) cinematográficos, con voz en off recitando el poema, porque es lo que más se consume”, comenta Irupé.

Díaz-Granados escribió: “En medio de un planeta que se derrite, con profundos conflictos y nuevas guerras, aparecen las redes para abrir una comunicación global más democrática y cercana, pero también más rabiosa. Podríamos preguntarnos parodiando a Hölderlin: ¿para qué la poesía en tiempos de las noticias falsas? Y tal vez ese sea el mayor desafío, el de sobreaguar y decir verdades en un tiempo tan líquido y veloz”. Y agrega: “Los poetas se convierten en testigos y comentaristas de los acontecimientos actuales, contribuyendo a la sensibilización y al cambio social. Movimientos como el feminismo, los derechos LGBTQ+ y la lucha contra el racismo han encontrado en la poesía un canal de expresión poderoso”.

Si bien es válido el razonamiento de Díaz-Granados, olvida lo paradójico y ambivalente. Cayendo así en un análisis demasiado optimista.

No debemos olvidar que “los algoritmos siempre están hechos, mantenidos y sustentados por seres humanos” como reflexiona Taina Bucher, investigadora de medios. Es decir, que hay una agenda detrás del funcionamiento del algoritmo que atiende a las redes sociales como negocio y probablemente replica aspectos y sesgos humanos, que no necesariamente tienen una visión amigable con los sectores marginalizados o desplazados en la sociedad. “Es muy difícil llegar a la gente, con poesía. Yo lo pensaba un poco cuando entrevisté a dos compañeras para E.P. y me di cuenta que es bastante difícil llegar, si tu poesía no es muy central, muy canónica por así decirlo. Las chicas escriben desde nuestra perspectiva, como personas del NOA y como mujeres. Si vos te fijas en algunos Instagram que solo se dedican a subir poesía y que tienen muchos seguidores tienen esa poesía más típica que interpela un sector más grande”, comenta Irupé, contrarrestando sin saberlo con lo planteado en el artículo de Díaz-Granados.

Cuantitatividad y Simplificación

Sara comenta “es ridículo, tiene que tener pocas letras, ser poco poema. No digo que no haya poemas bellísimos que son muy cortitos, pero también tendría que haber lugar para otras producciones distintas. En una residencia, una compañera, Lena Díaz Pérez escribía unos poemas bellísimos y cada uno tenía como tres páginas, eso Instagram lo mata; tiene que ver con el consumo en general de la gente, no solo de poesía”. Maxine Bisera escribe en su artículo ‘Beyond the Blue Curtains: The Decline of Media Literacy’: “Yo diría que el caos de las redes sociales proviene de la falta de alfabetización mediática. Para explicarlo claramente a todos: nuestra generación falla constantemente en comprender los medios desde una perspectiva crítica, lo que lleva a la falta de comunicación y la hostilidad que vemos hoy.  La alfabetización mediática puede definirse en términos generales como la capacidad de codificar los símbolos transmitidos a través de los medios y sintetizar, analizar y producir mensajes mediados. Los pequeños detalles pueden pasarse por alto fácilmente, lo que lleva a mucha gente a ignorar el análisis crítico y tomar las obras al pie de la letra.” Eso explicaría lo que Sara resalta en su entrevista: “dos autores distintos no te van a decir lo mismo sobre qué quieren para su obra y si el autor considera que el lugar de crear contenido lo beneficia, adelante. Es medio extraño porque te lleva a una lógica así de consumir rápido, que justo la cuestión no es leer rápido, porque la idea es justamente rumiar”.

Para Finalizar

A su vez hay un equilibrio planteado por Sara: “Por eso está bueno ir a lecturas, porque a veces las redes terminan siendo un reflejo de lo que verdaderamente pasa, un muestrario de algunas de las cosas que pasan. Te perdés mucho si te quedas solo ahí”. Las redes sociales limitan el campo comunicacional y la complejidad del diálogo debido al formato con opciones fijas que ofrecen: la crítica está anulada y solo se pueden tener interacciones “buenas” o “malas”, sin posibilidad al desacuerdo o al matiz; ya que previo al debate viene el bloquear, silenciar, o dejar de seguir. No es una totalidad irremediable, pero indudablemente afecta la manera de ver y transitar el mundo.

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