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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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El banquete. Palabras sobre “Escena de Cena”

Por Samuel Cortéz |

El lunes 23 de agosto se realizó en modo virtual el evento Escena de cena, organizado por tres grupalidades del NOA: el Colectivo Teatro (Jujuy), Manojos de Calles (Tucumán) y La Otra Vuelta Artes Escénicas (Salta). Se trató de un espacio de encuentro para teatristas tanto de la provincia como de otras regiones del país, que nos conducía hacia la cocina y la intimidad de dos maestros y referentes del teatro en las región NEA Y NOA: Gladis Gómez* y José Luis Valenzuela*, para charlar de la manera más distendida y amena sobre las vinculaciones en el teatro entre las regiones, los puntos de contacto y los territorios teatrales, los efectos de la pandemia en el sector, las “nuevas teatralidades”; y para conversar y repensar el hecho mismo de estar reunidos: el disfrute del banquete.

Sería bastante tedioso y dificultoso hacer un resumen preciso de una reunión de más de dos horas donde la conversación fluyó y rebotó por distintos temas con perspectivas contrapuestas, incluso, y con un agradable matiz federal; por lo que voy a comentar los puntos que, a mi criterio, más resonaron y más se acercan a las vicisitudes de la escena en la provincia y la región.

Del centro a la periferia y de la periferia a cualquier lado. El tema de la territorialidad y el lugar de la mirada sobre el ideal de la escena, la sensación de que existe un teatro central en oposición a uno de los bordes, del margen, y la necesidad de revertir esta fórmula o incluso simplemente desecharla por una postura superadora que trace redes, son algunas de las ideas que quedan durante parte de la conversación. La necesidad de los teatristas de correrse de estas separaciones de regiones y las alternativas que los nuevos tiempos brindan para romper, desde la virtualidad, como nueva forma habitual de comunicación, hasta los festivales y circuitos de circulación de obras por territorios considerados no habituales o centrales tradicionalmente de difusión como formas de trazar esos lazos. Además, la importancia de encontrar los puntos en común, puntos históricos pero narrativos y poéticos también, entre distintas regiones que siendo cercanas geográficamente no son tenidas en cuenta o aprovechadas mutuamente para la circulación de las obras y los docentes, por la costumbre de una mirada que apunta siempre al puerto. 

Otro interesante debate, fue el ligado a la influencia de las políticas de producción en las formas misma en que se llevan adelantes las obras. En nuestro país, gracias a la creación del Instituto Nacional de Teatro, a partir de una lucha colectiva e histórica de los teatristas por lograr la llamada Ley del teatro (ley 24800), se han venido dando desde su nacimiento un largo listado de subsidios de producción, difusión, creación de salas, mejoramientos de equipos, investigación, festivales, y varios etcéteras más, que dan cuenta de la importancia que tiene para el sector dicho instituto y el baluarte de triunfo que supone para los hacedores. Sin embargo, hay un intercambio interesante y fundamental que se reeditó en esta Escena de cena: ¿en cuánto juega en los elencos, a la hora de armar y pensar una obra, las especificidades lógicas que demanda un subsidio y sus tiempos? Es un debate abierto que siempre deja un plus de posiciones encontradas y discrepancias, y algunos que otros puntos en común, pero que es menester que siempre vuelva, que reaparezca como tema que obliga a los hacedores e investigadores del teatro a repensar sus modos de producción. La vigencia de este debate obliga a los grupos dispuestos a embarcarse en las aguas turbias de la escena y más turbias de la burocracia de los trámites para lograrla, a estar atentos a los fines y objetivos de sus puestas, al sentido último de dónde dirigir las fuerzas que se encarnan sobre tablas y también clarifican y recuerdan la importante responsabilidad colectiva de velar porque las autoridades del INT, y también de los otros sectores del andamiaje del estado ligados a la cultura, estén ocupados por personas próximas a los polos productivos y no que operen como meros administradores de la caja.

El siguiente, es un tema que capaz no haya sido tan central pero que en particular me resultó llamativo y por eso acudí a repreguntar, luego del evento para ampliar un poco más, a José Luis Valenzuela.

El banquete. Si bien es bastante obvio que reunirse entre pares es un común a la condición humana y que tiene, entre muchos efectos, algunos que son terapéuticos, iniciáticos y de transición, y por lo general, ligados a alguna forma de satisfacción más allá de lo individual; lo cierto es que, cómo operan estos encuentros y cada fin específico varía según el colectivo al que agrupen. En el caso del teatro, donde el producto: la obra, es llevada adelante por los cuerpos mismos de los actores, supone una presencialidad difícil de comparar con otras expresiones artísticas, en cuanto al vínculo entre hacedor y espectador, entre sujeto-actor y público. Esta presencialidad concreta, material e inalterable (aún en la virtualidad) de un otro-público en el instante mismo en que se ejecuta la acción creativa (y no solo la repetición) hace del teatro el lugar por definición de lo efímero y de lo instantáneo, y esto tiene sus implicaciones concretas en la subjetividad de sus hacedores.

José Luis utiliza la metáfora del circo romano bajo la idea de estar ante un público en una arena rodeado de ojos, primero librando un combate interno y propio y al mismo tiempo librando un combate con un público que ocupa un lugar también de enemigo potencial. Lo que vuelve al suceso de la actuación una acción harto desgastante. En este marco, la costumbre, siempre presente en los elencos, de juntarse a comer y beber y compartir después de la obra ocupa el espacio y el tiempo para exorcizar; opera en un sentido ritualista íntimamente ligado a ahuyentar los malos espíritus y las fuerzas negativas, fuerzas que operan no solo sobre la comunidad implicada sino sobre cada individuo que la compone. Por eso también, una cuota de intimidad. Se trata de reuniones donde va la gente que estuvo ahí, que fue parte, que estuvo dentro de la situación escénica y los técnicos, y con suerte algún familiar o novia o novio. En general se trata de que impere un ambiente absolutamente amistoso y contendor, lugar donde incluso los reproches y los problemas queden para otro momento, si la función salió mal, no es ahí donde se discuten los errores. José Luis precisa que ese momento es como prender la tele y ver cualquier cosa, sacarse de la cabeza el estrés de la función. Agrego que, siguiendo la metáfora del circo romano, aparece una sensación de haber sobrevivido al riesgo, la calma y el disfrute, no solo de no haber sido comido por los leones, sino, también, por la mirada ajena. Para el director e investigador, esto está ligado a cierta concepción que tienen algunas personas de que el vínculo y la relación con los públicos es una relación amistosa, armónica y siempre gratificante. Y no es así. Esa mirada del Otro (en el sentido Lacaniano del término) en que deviene el público genera una tensión muy particular, bastante paradojal, ya que al mismo tiempo de ella se desprende y por ella se actúa (esto último un agregado personal). Él cita como ejemplo actividades de performers como la de Marina Abramovic donde queda al descubierto esto con las experiencias que llamó la serie de los ritmos, donde aparece a la luz del día la relación violenta que hay desde los públicos.

Por otro lado, José Luis teoriza sobre el banquete, en particular el banquete griego, que no es cualquier forma de reunión; que tiene su legalidad, sus códigos y distintos personajes que cumplen funciones específicas para lograr un objetivo trazado. Esta ley del banquete se manifiesta en un orden programado que puede considerarse como la dramaturgia del convite. Esto compone una estructura que regula al tiempo que habilita las pasiones y la organización de la palabra y convierte el momento en un ritual preciso cuyas etapas están destinadas a provocar euforia de manera progresiva entre los convidados. La bebida que vehiculiza es el vino, que no es repartido a diestra y siniestra, sino de manera moderada, distribuido racionalmente en el banquete, demarcando regímenes de comportamiento y de actuaciones.  El desarrollo de esta teoría y los interesantes paralelismos que traza entre determinada situación escénica y el banquete como otra forma de una teatralidad no representacional, pueden resultar de gran interés para las personas ligadas a la actividad y ante todo para los interesados en la dramaturgia. Este material es accesible de manera gratuita y simple en la página oficial de INT (http://inteatro.gob.ar/) en el sector de publicaciones, se trata del libro “La risa de las piedras”.

Hasta acá es el intento por resumir algunos de los puntos conversados en este espacio, más allá de los presencial, que fue Escena de cena. Para todos los sectores creativos de la provincia y del país, los repliegues deberían de ser colectivos y apelando a recursos grupales que traccionen potencialidades subjetivas, sobre todo en momentos de tantos golpes como los que el sector de la escena viene recibiendo desde incluso antes del comienzo de la pandemia. Por eso estos espacios cobran un valor extra que el de ser un lugar de descarga de tensiones, de charlar entre conocidos, y no tanto, y de disfrute por el convite. Abren el juego a que circule la palabra de los hacedores y que esta se federalice. Surge ahí un saber que no se articula, capaz, de manera directa en la producción, pero sí que funciona como colchón, como apoyo y sostén para la producción. La posibilidad de construir esos saberes o de abrir preguntas sin respuesta de manera grupal y distendida, es en todos los momentos una necesidad, pero en estos momentos en particular, además, supone una acción de salud para los trabajadores del teatro.

Gladis Gómez: aguerrida teatrera del NEA con una militancia territorial de raigambre feminista desde sus inicios, y con una amplia trayectoria como dramaturga, directora, actriz, docente y gestora teatral.

José Luis Valenzuela: salteño de nacimiento, trashumante por elección ha recorrido los caminos de los teatros argentinos de norte a sur, de este a oeste con un pensamiento teatral propio generado en los márgenes de las teorías centrales o hegemónicas. Director, pedagogo e investigador teatral.

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