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ISSN 2684-0626

 

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El escritor (preposición) oficio

Por Santiago Garmendia |

El escritor y su vida son desde luego un género literario en sí mismo. En los extremos están, cual tautología y contradicción, los que  -por suerte o por desgracia- asumen full time la de la escritura como un oficio exclusivo. En otro polo aquellos que – por desgracia o por suerte- son unos sacha Clark Kent que lo hacen a contrapelo de su profesión.  En el amplio espectro que queda dibujado hay quienes se han esforzado en ejecutar felices síntesis de sus dos vidas. Otros, como en mi caso, no hemos tenido más remedio que acatar una homogeneidad que bien retrata Munch en sus cuadros.

Lo primero que quiero decir, antes de algunos delirios filosóficos, es que no es lo mismo el centro que la periferia. Las oportunidades remotas que tiene cualquier ciudadano del mundo de vivir siendo escritor, disminuyen drásticamente si se es argentino. De esa magra porción de torta que le toca a la Argentina, cuyo numerador es casi cero, y su divisor una cifra de ballena azul,  a los tucumanos nos corresponde un átomo. Por lo cual hay mucho de “al cabo que ni quería“ cuando se nos pregunta acerca de la profesión de escritor.  Pero por lo menos nos queda aquel sutil encanto de la periferia. Ya el escritor es un border…ahora, intentar serlo en estas latitudes es apostar al treinta y siete en la ruleta.

Pero todo, no sólo el resto, es literatura.  Esté donde esté, el escritor se convierte en personaje fascinante.  Desde luego, por lo que la escritura tiene de búsqueda de nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo:  es un poco el grito -ya que nombramos a Munch- de una vida interior que se descubre y oculta a la vez. El texto es un espacio donde se forman y deforman miserias y bondades de nuestro mundo social, a las que nos acomodamos o de las que nos rebelamos. Primera, segunda o tercera, singular o plural, masculino femenino o neutro, la escritura esboza el campo visual de un personaje, el mapa hacia algo que podemos llamar el escritor. Claro está que al ojo no se lo ve, se lo infiere a ciegas si me permiten el mal chiste. El escritor no es sustancia sino pregunta, duda. Incluso y sobre todo para quien escribe. Esta es la raíz de la fascinación con el autor, porque es la tortuga de todos los Aquiles: no importa si existe, sólo importa que nos mueve.

Esto explica, creo, la ridícula idea de nombrar una profesión sustantivando un verbo tan extendido como escribir. En última instancia el así llamado escritor ejecuta una acción tan común como fumar. Texto y tabaquismo. Nadie dice soy fumador con los humos con lo que se presenta a sí mismo como un escritor. Pero por otro lado hay en el caso de la escritura algo muy parecido al tabaquismo: la confesión de un vicio, la vergüenza de alguien que hace algo nocivo e improductivo en términos económicos. Excluyo desde luego a unos pocos cortesanos.

De parte de quien escucha la presentación de alguien como “él es escritor“, se suele dar el mismo fenómeno de humo y vergüenza, sólo que en tercera persona. El interlocutor que oye a alguien llamarse escritor siente algo que está entre el Uh y el Ah, entre la vergüenza y la admiración, la empatía y el recelo.

Ya dijimos muchas veces que uno lee las biografías y se encuentra con el mito de Jekill y Hyde, banquero humano de día, soñador mutante devenido en cascarudo por la noche. Oficinista y escritor de ensayos, contador público nacional y poeta. Pero también está el cronista de sus experiencias, está Thoreau, avistador de tormentas, que luego se recluye en Walden. Fray Mocho arponero de ballenas, Joaquín V. Gonzalez, y su expedición a los indios ranqueles. Desde luego, aquí en Tucumán es Hugo Foguet, capitán de navío y verbo conjugado un modelo Jekyll Hyde.

Tucumán contiene todos los estilos de escritores, y textos excelentes. Tenemos historia en todas y cada una de las disciplinas olímpicas: ensayo, poesía, novela, teatro y cuento. Una virtud, aquel encanto de la periferia es, creo, que los autores tienen una característica fundamental: se preguntan todo el tiempo qué es escribir. Por las condiciones extremas a las que son sometidos, valoran y aquilatan ese espacio y este tiempo que es la escritura, la construcción de sí mismos. Un escritor es una pregunta, una duda dijimos. Completemos entonces esa idea conque es una que no puede ser respondida en primera persona del singular. Porque lo que creo de mí no coincide jamás con lo que soy.

Una tarea que es en plural. No hay lobo solitario, saben que escribir es más que mover el lápiz. Es también gestionar las ediciones y… la lectura. Hay una conciencia del valor de ser leído. Los autores no van a faltar nunca, pero sólo hay comunidad si hay lectores. Los escritores tucumanos saben que tienen, como señala justamente la filosofía política de la comunidad, la nada en común. No es poco, es la posibilidad de construirse a sí mismos sin falsos reflejos.

*Imagen: foto de Martín Taddei

2 respuestas a “El escritor (preposición) oficio”

  1. Teresa dice:

    Muy buen artículo!
    Saludos

  2. Martin Taddei dice:

    Muy bueno!

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