Sobre Eleanor Rigby (Eos Villa Editorial, 2021), de Rogelio Ramos Signes
Por Mónica Cazón |
Hablar sobre Eleanor Rigby es deconstruir la obra poética (parcial) de Ramos Signes. Es hablar de un lirismo exquisito, condensado, traspasado por la ironía, el sarcasmo y la ternura. Es hablar desde ese lugar donde el poeta y el lector escriben. Ardua tarea que nos lleva a bucear entre las corrientes literarias subterráneas de varias generaciones, porque Ramos Signes transitó la historia y fue actualizándose desde espacios diversos, incluso en esa casta de poetas de la Generación Beat donde sólo se contaban con los dedos de la mano a cuatro o cinco artistas consagrados.
El poeta apuesta a un lector del otro lado de la mesa, alguien que espera y se asombra. Quien escribe es un hombre desvelado que nos habla desde el desgano, el cansancio y la soledad y, a pesar de eso, apuesta a la esperanza. Un hombre que convive con sus libros y libretas para escribir, sea cual fuere el camino que cursen sus días y las tareas fastidiosas de la cotidianeidad.
A este ícono solitario, en el que se pueden identificar los rasgos de Antonio Cisneros mixturados con Gregory Corso y Allen Ginsberg, los editores de Eos Villa lo plasman en esta edición con su paisaje agitado de poética refinada.
Eleanor Rigby es una antología personal en donde se recopilan tres de sus veinte libros: Soledad del mono en compañía, La casa de té y El décimo verso, más una decena de poemas inéditos en donde vuelve a dar a luz con su escritura, al decir de Piero de Vicari, su prologuista. Cada uno de estos libros, habitado por el poema que logra el efecto poético que se propone; la relación íntima del escritor con el lenguaje, la congruencia correlativa pero no monótona. Textos diferentes que, sin embargo, se enlazan como si fueran un único e interminable trabajo.
Rogelio Ramos Signes pertenece a esa tribu que alimenta la fogata en la que se templó la disidencia, en la que dijeron sin decirlo, porque sus tiempos no permitían hablar en sus liras del exilio, la vida-muerte, la desaparición o la arrogancia, como esa tan acariciada Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters. Poseen elementos comunes que el poeta destaca con su voz, transitando un enrejado a veces ajeno. La pluma suelta que vuela sin descanso.
¿Quién se atreve a escribir estos versos? ¿Qué nos quiere decir en Paredes de la prisión?
En las oscuras márgenes de esta estrofa o de otras / descansa el universo. Yo (nieto de inmigrantes) tiendo las camas / perfumo los ambientes / busco en vano quien despierte tanto sueño / pero nada es campana / en este cuarto empapelado de imprudencias. / Tiritando de envidia / desmadejo conceptos que a todos pertenecen / y es muy burdo mi plagio / entre ancianos dementes que suplican ver un nuevo día. / En las escalinatas travertinas que conducen Allá Afuera / agoniza la lluvia. / Yo (pequeño comerciante) levanto cielos imaginarios / en honor a imaginarios temporales, / pero es poca pantorrilla / esta columna que sostiene los Tinglados. / Presintiendo truculencias / monto guardia con armas antiquísimas / que habrán de llevarme a la derrota / mientras alguien suspira en la borrasca / y yo me entrego. / Agrietando las paredes de la prisión donde sucumbo / sólo viene a consolarme / prepotente / el eterno rock & roll de los que siempre esperan.
Otra vez la lírica, la ironía y el humor infaltable que por esas habilidades (poco frecuentes en la poesía) se mezclan con la ternura, como sello vital en la poesía de Ramos Signes. Desde ese lugar, escribe.
En descargo de un poeta que envejece
Cuando sobre la palabra “poesía” lea “poseía”, cuando por decir “alertados” diga “aletargados”, “dietético” por “didáctico”, “estupor” por “estupro”, “ministerio” por “misterio”, “secuela” por “escuela”, “tintorero” por “timorato”, “cementerio” por “centenario”, habré ingresado lentamente en la parte joven de mi vejez./ Cuando por leer “pabellón” lea “paella” significará que también tengo hambre (o que extraño a mi madre), cuando sobre la palabra “honor” lea la palabra “horror”, sobre “felicidad” ponga “ferocidad” y por decir “esperar” sólo diga “espesor”, habré puesto un pie en el primer tramo de mi última escalera. / Cuando por suplicar “perdón, perdón estaba equivocado” sentencie “ya no te queda salida, mejor date por muerta” deberán encarcelarme. / Cuando en el afán por leer la palabra “mujer” lea la palabra “manjar”, deberán dejarme en libertad o condenarme a cadena perpetua según el recto entender de los señores del jurado.
Cada poema tiene ritmo, recapitula sobre la muerte, la existencia, el mundo, lo cotidiano, sobre la mujer y el amor-desamor, siempre amor. La mujer y el erotismo, esa mujer que el poeta trata de entender y la imprime en el poema. Expone la verdad de las convenciones sociales, la tradición, la represión obligada y la represión inducida, que se percibe oculta en la vida. Su país, la época aciaga de la dictadura.
La vida por sí misma (o “Ella no tiene qué ponerse” o “Poema del climaterio”)
Ella, adiestrada en mesas de cubiertos diferentes / en específicas mesas de “esto para aquello” entre copas de cristal “madagasco” bruñido en Algeciras / y el anual viaje a Europa para renovar vestuario / hoy, aquí (por Dios, los militares ¿qué han hecho del país?) / no tiene qué ponerse.
También en Víspera podemos observar la rebeldía, la represión y la ironía: Me plancharon aquellos pantalones que usé en los funerales de mamá vecina, me pusieron las polainas negras de mi disfraz de antiguo congresista y me otorgaron sin retorno el papel de niño orquesta. Me prestaron una corbata casi gris de tan gastada, me peinaron a su gusto y en mis bolsillos dejaron caer cuatro direcciones de ciudades árboles. Me aconsejaron no rebelarme. Me besaron en las mejillas y poniéndome un saco claro me despidieron con lágrimas. Esta noche voy a pensar en todos.
La antología se propone “inclusiva y abarcadora”, y efectivamente lo es a lo largo de sus páginas.
Estamos ante un poeta outsider, de una larga carrera literaria, establecido en un espacio geográfico pero que vuela en diferentes direcciones y contiene afinidades del movimiento beat. ¿Es antisistémico deliberadamente? No. Lo encontramos entre líneas, en el caos, el pacifismo, a lo bonzo. Ramos Signes es una multiplicidad.
Todo poeta permite reconstruir las conexiones, encuentros y vagabundeos que se dan entre las distintas aristas de la literatura. En el poema Aniversario, del libro La casa de té, el autor utiliza el yo poético, pero tiene la capacidad de introducirlo en el lector y jugar con la nostalgia. Hacerla parte del otro, taladrar su sentimiento, sin ser intimista. Los excesos que la memoria extraña, y luego olvida;
Y de pronto / sin darme cuenta / me volví viejo / y me sentí cansado / y no reconocí mi cama / y busqué huellas / donde ya se habían borrado / con un quitahuellas fabricado en Corea / y un ridículo pajarito llamado Manantial / pasó volando a ras del tendedero / con un cartelito en el pico / que decía “c’est fini” / y puse un disco de Los Beatles / y lloré / y alguien corrió en el patio de tierra / (sin consuelo) / gritando que la abuela se moría.
Un hacedor diestro nos convoca, responde a un contexto cultural, dialoga con la tradición, ovilla y desovilla el puntilloso trabajo que realiza con el lenguaje. Hablemos sobre una de sus principales características: la ironía, como una figura literaria por la cual el escritor da a entender exactamente lo contrario de lo que afirma. Una burla sutil y disimulada a través de la cual se busca provocar una sonrisa en el lector tomando temas que, habitualmente, son vistos de manera seria: la familia, el progreso social, las relaciones amorosas, etc. Ramos Signes se opone a una visión del mundo demasiado ceremonial, con el fin de fomentar en el lector un espíritu crítico y abierto a las innovaciones y cambios en el mundo cotidiano. La ironía, muchas veces, busca estrangular la cultura anquilosada, la cual es asumida diariamente en forma mecánica y alienante.
Ars poetica vespertilia
Todavía sentado a la mesa de los sobrevivientes / declaro mi deuda con medio centenar de poetas / a los que aún no he leído. / Los notarios de la literatura pueden fraccionar mi cuerpo / en tantas partes como la ley lo crea conveniente / y / si algo queda de mí / un dedal de tierra me espera al final de este camino. / Todavía sentado a la mesa de los indelebles / y temiendo preguntar por los que faltan / declaro en contra de mis pocos aciertos / buscando el camino / a no sé qué cielo de portentos largamente prometido. / El vampiro de mi poesía / yace a los pies de una estatua de Quevedo.
El poeta, provisto de la ironía como procedimiento poético, recusa el tono demasiado sentimental y eventualmente cursi, que se observa en la lírica romántica. También rechaza la poesía de ostensible compromiso político-partidario. Este poeta outsider muestra predilección por una escritura de temple humorístico, que cuestiona la noción de gravedad y circunspección en lo que respecta al abordaje literario de temas como el amor o lo cotidiano.
La felicidad es un revólver ardiente “Happiness is a warm gun” (John Lennon)
Éramos buenos con aquello del violín y la flauta / pero se portaron mal con nosotros / nos corrieron a golpes / cañadón al fondo / nos besaron los pies / nos dijeron guanacos. / Luego fuimos dependientes en una fábrica de camisas, / gladiadores de adobe, / holgazanes con clase. / Tal vez eso explique por qué los días de fiesta / incurables / volvíamos a presentar nuestro número de violín y de flauta / al público que pudiera detenerse sin asco / en un baldío de 4 por 9.
El libro, junto a los poemas inéditos, crece en miradas desde lo cotidiano hasta las problemáticas planteadas con ese humor original que aquilata lo medular de cada libro.
Encontramos un corpus sólido, plausible de devorar sin prisa. Por supuesto, elaborado por uno de los destacados poetas de nuestro país.
Cierra el poemario Siempre con ellas:
Entre Leda y el cisne / me quedo con Leda. / Entre Desdémona y Otelo, me quedo con Desdémona. / Con Isolda antes que con Tristán, / con Eurídice antes que con Orfeo. / Entre Venus y Marte me quedo con Venus, / con doña Inés antes que con don Juan, / con Julieta antes que con Romeo, / incluso con Eva antes que con Adán./ Siempre con ellas. No voy a cambiar de bandería
a esta altura de mi vida. / ¡No, señor! / Llegado a esta encrucijada bíblica / haré una excepción con don Quijote / sólo porque Dulcinea nació de la atormentada cabeza de ese caballero / y no de una costilla.
Entre tanto y tanta citaré a Harold Norse para cerrar estas palabras sobre la obra parcial del poeta outsider:
“No soy un hombre. Lloro cuando me siento infeliz. / No soy un hombre. No me creo superior a las mujeres. / No soy un hombre. No uso suspensorios. / No soy un hombre. Escribo poesía. / No soy un hombre. Medito sobre la paz y el amor. / No soy un hombre. No quiero destruirte.”
Mónica Cazón (Tucumán). Escritora, Lic. en Ciencias de la Educación y Especialista en Literatura Infantil/Juvenil. Se desempeña en la UNT en Educación No Formal. Docente en PLAT. Coordina la Asociación Literaria Lagmanovich. Fundó el CIDELIJ Tuc (Centro de Investigación, Estudio y Lectura de la Literatura infantil/juvenil -Ente Cultural-UNT- y el Laboratorio de lectura crítica e investigación “MicroLee”. Gestora cultural. Colabora en La Gaceta Literaria y otros. Lleva editos 12 libros de diferentes géneros.
Muchas gracias, Mónica Cazón. Es un exceso de generosidad tu amplio comentario. Lo agradezco y lo tomo como lo que siento que es: un reconocimiento a la persistencia en el fascinante, y a veces despiadado, mundo de la literatura.
Desde el siguiente link, pueden descargar el libro gratis:
https://drive.google.com/file/d/10MRCmdwAILUFz9FVAb8LZ0noww45llsQ/view?usp=drivesdk
Excelente comentario de un más que excelente libro!