Por Santiago Garmendia |
Este año cumplirá setenta y ocho años “el niño“, Raphael. Sigue cantando con maestría, aquello de “yo sigo siendo aquél“. Lo que siguen son una serie de consideraciones lógicas acerca de la identidad personal a los fines de justipreciar el legado del cantautor.
El poeta español reza, en su famosa canción del mismo nombre “Yo sigo siendo aquel…”. No he encontrado una mejor formulación de la catástrofe humana de la identidad. En primer lugar, ¿quién puede decir algo así o mejor, quién tiene la necesidad de decir algo así, si no es porque, en algunos aspectos por lo menos, ya no es aquel? Porque no sólo dice “yo sigo viendo las estrellas”, sino que afirma que es el mismo, o cuanto menos que en lo esencial es el mismo, que sigue teniendo aquellas propiedades (mirar a las estrellas, echar de menos al sol cuando se muere, amar con la fuerza de un loco, etc.) que lo definirían esencialmente.
Retengamos algunos puntos clave de la reflexión de el bardo español.
(1) El problema de la identidad personal surge en el mismo momento en que surge la pregunta por la identidad. Es, por así decirlo, un concepto de crisis.
(2) Raphael nos dice que es el mismo que antes porque mira las estrellas, ama con la fuerza de un loco, etc. O sea que nos brinda una serie de propiedades bajo las cuales se puede establecer su identidad. No nos dice, claro, todo lo que ha acontecido entre el tiempo pasado y el actual. Por lo que tenemos dos lecturas:
(a) Es una descripción sesgada (no nos cuenta todo lo que ha cambiado, sólo lo que se mantiene).
(b) El bardo nos señala lo que considera son las propiedades esenciales de su persona, para acto seguido señalar que siguen estando presentes.
Es muy problemático que él intente por sí mismo definirse esencialmente, digo cualquiera puede cumplir con aquello de mirar a las estrellas y amar con la fuerza de un loco. Nos queda como criterio un análisis de ADN que él acompañe con la letra. Pero no quiere desde luego decir solamente que su secuenca AGTC es la misma, que no lo han cambiado por otro. Quiere decir que es el mismo.
Ahora, todavía más interesante me parece un aspecto de la lectura romántica de la canción que es totalmente discutible: el de un reporte subjetivo interno y apodíctico. No creo que ninguna de las teorías de la persona basadas en la continuidad de la memoria o del acceso a información privada sean defendibles en la medida en que procuren dar cuenta de una especie de conocimiento previo que compete exclusivamente a la primera persona.
Con la ayuda de una formalización muy sencilla, podríamos analizar lo que ocurre en el esenario. De la canción se puede improbablemente desprender un criterio intersubjetivo: R le dice a S (el público) que sigue teniendo el conjunto de propiedades P en t1 y en t0, cuyo significado es compartido por R y por S en t1 y en t0. Desde luego que se tiene que arriesgar, para que sea sensata la tesis rafaeliana de ser el mismo que ante a la luz de tales propiedades, que cuando él esté diciendo “yo sigo siendo aquel que P”, alguien, por lo menos potencialmente, le pueda replicar “NO”. Su respuesta en tal caso no podría ser, desde luego, “yo lo sé aunque ustedes no”, o “me fijo en mi memoria y encuentro una continuidad en el registro reflexivo de mi conciencia tal que en T1 y en T0 (ahora) tuve y tengo conciencia, por introspección, que tuve y que sigo teniendo “P”, siendo el significado de “P” accesible a mí antes que a los demás y siendo yo la autoridad máxima del criterio de aplicación de “P”, con lo cual estoy informando y no poniendo a consideración la posesión de tales propiedades”. Ahí aparece una idea obstinada y absurda de la identidad. Ese es el Raphael que siempre gusta.
Es doctor en Filosofía, docente e investigador de Filosofía del Lenguaje en la Universidad Nacional de Tucumán y la Universidad Nacional de Salta. Integra el colectivo “Dudas Razonables”, desde el cual se producen contenidos de radio, teatro y talleres de Filosofía. Su primera obra de ficción fue la novela La religión de los dioses (Culiquitaca, 2015). Publicó Mal de muchos (y otros cuentos de libros) (Lago Editora, 2016). Nació en 1976 en San Miguel Tucumán, ciudad en la que reside.
Genial análisis Santiago. Me hizo reír mucho. La conclusión se sigue logicamente: solo persistimos obtinada y absurdamente en aquellas descripciones en que decidimos creer, aunque en mi caso ninguna me convence. Por eso no puedo decir que sigo siendo aquel jajaja