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La escritura y la vida

Sobre Una vida de novela. Juana Manuela Gorriti, de Leonor Fleming

Juana Manuela se disfraza: un saco, un pantalón y una peluca. Deja a sus espaldas, el turbulento amor con el caudillo boliviano Isidoro Belzú. El objetivo es Salta. Su mejor máscara es ser ella misma con ropa de hombre.

En la ciudad no la espera nadie. Un transeúnte distraído la confunde con un funcionario. Ella cultiva el equívoco doble. El señor le ofrece un cigarro. Ella lo recibe y tose, se ahoga. 

Viaja sola, con la compañía del paisaje. Los caballos la dejan en la desolación verde y amplia. El silencio es estremecedor. 

En la entrada a la finca paterna, un hombre le da la mano. Es un campesino, un baquiano, el encargado de custodiar la propiedad antigua. Cuando ve los árboles y el estanque de agua y las hierbas que se mueven, díscolas, por el viento temprano, percibe que el mundo es otro y el mismo. En medio de la inmensidad, atravesada por el éxtasis de la soledad, se desnuda. Entre la fronda y el sonido del hogar, encuentra su tierra natal.

Este conjunto de escenas no conforman una ficción. Forman parte del periplo vital de la escritora Juana Manuela Gorriti estudiado por Leonor Fleming. Con una prosa clara, Fleming escribe una vida de novela, un cruce de ensayo literario y perfil biográfico sobre la escritora argentina. La combinación de géneros es atinada ya que la vida de un escritor está hecha de acción y escritura. De esta forma, el libro de Fleming da cuenta de los vaivenes de una vida a la vez que presenta una mirada crítica sobre la escritura. ¿La escritura es la vida y la vida es literatura en el caso Gorriti? La figura de Gorriti es especialmente interesante en este sentido: podríamos decir que a cada cambio de rumbo le sucede un avatar en las posibilidades escriturarias. Nace en Salta y siendo muy joven parte al exilio con su familia, obligada por la persecución de los federales. En este apartado, Leonor Fleming muestra el cuadro de situación de los unitarios y los federales en la provincia y cómo la familia Gorriti debe huir del embate federal. El único que no parte es “Pachi” Gorriti, hermano del padre de Manuela, ese “tío federal” que va en contra del mandato unitario y que muere antes del exilio. 

La familia se instala en Bolivia. Allí, según narra Fleming, Gorriti se casa con Isidoro Belzú, “el caudillo propio”, el militar que cumple con el ideal heroico, un ideal que signa algunas páginas de la escritora, entre ellas los perfiles que escribe sobre el propio Belzú y Juana Azurduy. El matrimonio con Belzú es frágil y escandaloso. El saldo es la separación. El libro consigna varios episodios que podrían tildarse de novelescos y que parecieran indicar la contaminación virtuosa y triste entre la ficción y la realidad. Gorriti, la peregrina, la exiliada, merece ser incluida en la generación del 37, ese “grupo de los proscriptos o generación romántica”.

Belzú es asesinado. Ella se instala en Lima y lleva una existencia austera: “Gorriti se presentó en Lima acompañada por el remolino que causó su primera novela, y aunque la audacia del argumento levantó polvareda, también conquistó a los jóvenes, entre los que se encontraba Ricardo Palma, quien la compararía más tarde con María de Jorge Isaac, tótem del romanticismo americano”. En esa ciudad desarrolla su vida literaria y en un segundo momento es reconocida. Funda un ciclo de tertulias que comparte con intelectuales más jóvenes. Posteriormente regresa a Argentina, una vuelta que empieza siendo intermitente, con los múltiples viajes referidos en el libro: a caballo, en barco, y después en tren. La gloria le llega en Buenos Aires aunque se trata de una consagración en una existencia pobre, con una pensión escasa de la que se queja. Hábilmente, mientras narra las peripecias de la escritora, Fleming intercala y desarrolla importantes análisis de los libros de Juana Manuela Gorriti: “En varias ocasiones, Gorriti se inspira en el mismo asunto para distintas narraciones; opera como un pintor que toma estudios del natural y luego va ofreciendo versiones que van del testimonio a la ficción. Temas, escenas, climas intensos que la conmueven, son rescatados una y otra vez como queriendo ensayar las posibilidades de un asunto con mucho jugo narrativo”. Gorriti escribe a partir de la revuelta civil de los peruanos en contra de España.

Fleming desgrana el proceso de reescritura múltiple, “el laboratorio de la escritora, que pasa de la crónica testimonial histórica y biográfica a la ficción y la fantasía” y detalla la circunstancia que llevó a la intervención vital de Gorriti en esa contienda. En varios apartados de Una vida de novela leemos un cruce logrado entre crónica histórica, perfil biográfico y crítica literaria. Las reflexiones de Fleming son precisas y oportunas ya que combinan la erudición con el análisis claro, contundente, y las referencias a los otros autores que han estudiado la obra de la escritora. Debo decir que el libro evita los farragosos y aburridos párrafos académicos. Con una soltura necesaria, encuentra la prosa para medir los logros de la escritora y el derrotero increíblemente novelesco.

“La muerte no fue para Gorriti una presencia lejana sino un hecho que acontece y golpea una y otra vez en sus años más próximos”, dice Fleming. Gorriti vive la trágica muerte de sus hermanos e hijos y hace con ellos literatura. Con su “don de contadora”, convierte en literatura todo lo que toca”.

Para Leonor Fleming, “la escritura es el arma que empuña Juana Manuela, limitada para la guerra por su sexo, su lugar y su época”. En Sudamérica el “proceso de la escritura entendida de una manera pública y profesional tiene como figura fundacional a Juana Manuela Gorriti”.

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