Por Martín Aguierrez |
El poema se deshace en las manos. Crepitar de las palabras que nombran la ceniza y como un chispazo duele la memoria, la soledad, la nostalgia. La poesía de Ángel Leiva se construye justo ahí, en el pozo que dejan las palabras gastadas, incineradas por la experiencia de un Exilio escrito con mayúscula. La ceniza siempre es huella de un fuego que palpita continuamente en el tiempo. Repiquetea el fulgor del exterminio y queda sonando en el silencio de las noches, de las ciudades, de los amores, de los poemas por escribir. Ahí, en ese sonido de la tierra en llamas, Ángel Leiva canta.
La editorial de la Universidad Nacional de Tucumán (EDUNT) acerca a los lectores un conjunto de poemas gestados en la diáspora y humedecidos por el agua de los mares del mundo. En un jardín de otoño (2017) pone a circular el trayecto de una vida en movimiento que hace del poema un refugio, del otoño cerrado una estación para soportar las borraduras del duro invierno, de la memoria una botella que flota en el agua y se salva.
La pregunta por la extranjería se suscita en el primer poema de En un jardín de otoño: “En las distancias oigo / el sonido de los Juegos / en la infancia / con la celeste música / que es la patria que llevamos / dentro”. Ángel Leiva (Simoca, 1941) ciudadano del mundo pero arraigado a esta tierra, interpela el campo literario tucumano con una poética que sisea múltiples lenguas, voces de un Hombre que es muchos hombres a la vez y que recoge las problemáticas de un mundo en constante movimiento. Y es en ese gesto donde la literatura de la región se enriquece, se abre a las lógicas de las partidas, las venidas, los adioses y rescata una mirada extrañada que ve “volar (Simoca, Tucumán, en definitiva) la tierra desde el Aire”.
En esa tensión entre lo que se tiene y lo que se abandona, el espacio del jardín que enuncia el título del poemario se cruza con otros que habitó el poeta en poemarios anteriores: el desierto, la ciudad, el patio, la casa, geografías imaginarias que se desprenden de geografías materiales para atarse a lo que se tiene, a las palabras humedecidas de tierra con abono de nostalgia.
En un jardín de otoño los poemas una y otra vez hacen gravitar el círculo de la voz de una tribu errante con memoria a cuesta. Gesto de reivindicación que repone la palabra de quien fue forzado a la ausencia y condenado a una voz sin eco, sin tesitura, negado a la posibilidad de respuesta, “esa forma de la muerte”. La escritura poética entonces se convierte en una ficción de regreso. Uno de los poemas de Leiva exclama: “Por donde van y vienen / los traficantes de saudades / con la bolsa llena / de monedas falsas / y a la espera de / las Horas // que al final de Todo / siempre nos vivirán / prestando compañía / en la elegía de ese viaje / que es del tiempo”.
Los lectores nos sumergimos en poemas de largo aliento en los que siempre nos reencontramos con el Laberinto “del que formamos parte los humanos y las cosas”. Lengua-laberinto que le tuerce el cuello al recuerdo y lo escribe en los torcidos renglones de los viejos cuadernos olvidados. Porque aquí, inscribir la memoria supone apelar a una lengua que ha sido echada boca abajo, sometida al silencio y que, tras largos días de sufrimiento, escribe la patria torcida.
Vuelvo a las cenizas y al poema como un modo de resucitar los memoriales del miedo. Me detengo en la imagen de un Árbol en el centro del jardín. Imagino su corteza pulverizada por la violencia del fuego. Sólo cenizas sobre la tierra. Con ellas, los dedos del poeta trazan una palabra en mayúscula: BELLEZA. Inmediatamente, se rajan las velas del barco porque el viajero, el exiliado canta de nuevo en Casa.
*Imagen: En un jardín de otoño de Ángel Leiva, Edunt, 2017.
Martín Aguierrez (San Salvador de Jujuy, 1987) es Licenciado de Letras por la Universidad Nacional de Tucumán y Becario Doctoral del CONICET. Forma parte del colectivo Chubascos, grupo creativo que coordina encuentros y talleres de lectura. Publicó Palimpsesto profano: la escritura de Washington Cucurto (IIELA-Facultad de Filosofía y Letras de la UNT) en el año 2016 y artículos académicos en revistas de especialidad tanto del país como del exterior. Asimismo, ha prologado libros de poesía y narrativa de autores tucumanos.
muy bueno! Angel Leiva tiene una gran poesia que no solo Tucuman debe recuoerar en su titalidad sino toda la Argenti a!