“No creo en una literatura programática, una literatura que deba cumplir una función social, ocupándose de determinados temas”
Por Diego Puig |
Dueña de la mirada más federal que La Solapa haya encontrado hasta ahora, Eugenia Almeida desborda elocuencia y posicionamientos bien definidos. En muchos casos, la autora de obras de gran recorrido internacional como “La pieza del fondo” y “La tensión del umbral” cuestiona las premisas de las preguntas de la entrevista y propone miradas alternativas basadas en su amplia experiencia.
El prestigio de Eugenia la ha llevado a ser jurado de premios nacionales importantes como el Premio Fundación Medifé y Filba, función de la que dice: “Es un trabajo que hay que hacer sin vanidad”. Y desde su trayectoria literaria, piensa la lectura y la escritura con particular lucidez: “La lectura para mí no está asociada a la enseñanza sino al placer. Nunca asociaría la palabra ‘lecciones’ a la lectura”.
La Solapa se enorgullece de desplegar gracias a Almeida un intercambio jugoso, lleno de contrapuntos, que amplía la discusión sobre la literatura argentina contemporánea, abriendo más y más vías para enriquecer y complejizar un debate que muchas veces parece cerrarse sobre sí mismo. En la dialéctica con Eugenia, abundan las sorpresas, abundancia que se repite en el riquísimo listado de autores del interior que con generosidad nos recomienda.
Si célebre comparte raíz con celebrar, entonces celebramos doblemente la participación de Eugenia Almeida en La Solapa.
Para usar un concepto de estos tiempos: ¿Quién es? ¿Cómo se autopercibe Eugenia Almeida, la escritora? ¿Qué buscaba con su escritura, con sus textos, cuando empezó a escribir? ¿Qué busca ahora?
No creo en una idea de identidad fija. Por lo que me sería muy difícil definirme de algún modo, fijar algo que está en cambio permanente.
En la escritura nunca he buscado algo definido previamente. Sólo el deseo de entrar en ese paisaje y ver qué pasa. Para mí el encanto está en no saberlo. En descubrirlo a medida que escribo. Mientras ese deseo siga apareciendo, seguiré escribiendo.
¿Una oración, un pasaje o fragmento de la literatura que te parezca perfecta?
Tantos, tantos fragmentos que me parecen perfectos. No podría elegir uno. Pienso en Marguerite Duras, en Wisława Szymborska, en Roberto Juarroz. Lo que vienen son nombres de autores. Quizás mis preferidos. Pero hay muchos relámpagos en muchos libros. De hecho, a medida que voy leyendo voy tomando nota de esos relámpagos. Tengo muchos cuadernos donde colecciono fragmentos.
¿Cómo ves la literatura argentina contemporánea?
Múltiple, diversa. Creo que esa es su mayor riqueza, la variedad. Es innegable que estamos en un momento de mucha creatividad y de mucho reconocimiento para autores –y fundamentalmente autoras— que vienen trabajando hace muchísimo tiempo. Eso es para celebrar.
Fuiste jurado del 1° Premio Medifé Filba, ¿Qué te enseñó la experiencia de ser jurado de un premio?
El trabajo de jurado es muy interesante. Por un lado, te permite asomarte a lo que se está escribiendo casi en tiempo real. Conocer algo de lo que aún no se ha convertido en libro. Y quizás allanar el camino para un escrito que te parece valioso. Esos momentos son hermosos: cuando uno descubre algo que quiere que todos lean.
Después está la parte más compleja: los jurados siempre debemos encontrar un punto de encuentro. Y allí, parte del trabajo implica poder escuchar, valorar y hacer lugar a miradas que quizás se alejen mucho de la propia. Aún si ese proceso es siempre de enriquecimiento personal, a veces el consenso se construye cediendo algo. A veces ese algo es justamente la obra que consideraste más valiosa.
Creo que es un trabajo que hay que hacer sin vanidad. Sabiendo que lo que uno puede aportar es una cierta subjetividad, una cierta mirada. Y que del cruce de esas miradas surge algo.
¿Cómo entendés el valor literario de un libro al que querés adjudicarle el/un premio? Busco la singularidad. No hay mucho más que eso. La búsqueda debe estar abierta. Sólo espero que haya ahí una voz propia.
¿Cuál creés que es el mejor consejo que te dieron para escribir?
Siempre seguir escribiendo.
¿Qué es lo próximo que los lectores van a poder leer tuyo? ¿En qué estás trabajando o por publicar?
Trabajo en una novela. Ya veremos si ese trabajo da frutos.
¿Los conceptos de centro y periferia en la literatura argentina significan algo para vos? Si Buenos Aires y las corrientes de escritura rioplatenses marcan el centro, ¿cómo te posicionás vos? ¿Qué implica Buenos Aires como centro literario y editorial de Argentina para tu literatura o en relación a vos?
«Centro» y «periferia» son dos conceptos un poco abstractos. Habría que definir de qué estamos hablando. Hay que ver cuáles son los valores que están en juego. Así, solos, no significan nada.
Yo no creo, como vos decís, que «Buenos Aires y las corrientes de escrituras rioplatenses marcan el centro». No comparto esa idea en absoluto. ¿Centro de qué? ¿Estamos hablando de literatura o de concentración de la industria editorial?
Me preguntás qué significa «Buenos Aires como centro literario» y me quedo pensando. No sé qué decir. ¿Quién dictaminó que Buenos Aires es el centro literario? Es la capital del país. Es el centro administrativo. Es la ciudad más poblada. No creo que una categoría política administrativa se aplique a la literatura.
Fuiste traducida a varios idiomas y has ganado premios internacionales, ¿cómo es tu relación con tus textos traducidos? ¿Los has leído? ¿Qué percibís de las lecturas que hacen de tu obra afuera del país en contraposición a la manera en que se te lee en Argentina?
Las traducciones pertenecen, para mí, al ámbito de la maravilla. Es algo que me deslumbra. No he leído completas esas traducciones (las dos o tres que podría comprender porque conozco esa lengua) por la misma razón que no leo mis libros una vez publicados. Los escribí, los solté.
Sobre tu pregunta en torno a las lecturas que se han dado en otros países, no me animaría a decir algo generalizado. Cada lector es un mundo. Me gusta escuchar lo que tienen para decir. Pero no soy capaz de distinguir qué de eso se debe a su nacionalidad.
¿Qué te ha enseñado la lectura? ¿Qué lecciones has aprendido leyendo o cuál es la más significativa?
La lectura para mí no está asociada a la enseñanza sino al placer. ¿Qué efectos de aprendizaje puede tener ese placer sobre uno? Es difícil decirlo. Por lo pronto, nunca asociaría la palabra «lecciones» a la lectura.
¿Te parece que hay temas imperiosos, temas o historias que deben o necesitan ser abordados por la literatura hoy? ¿Hay algo que te gustaría leer y que no encontrás?
Toda época parece reclamar ciertos temas. Y muchas veces no son los que uno piensa en primera instancia.
No creo en una literatura programática, una literatura que deba cumplir una función social, ocupándose de determinados temas. Aclarado eso, no sé si hay algo que me gustaría leer y que no encuentro. Más bien es al revés: algunos libros me van sorprendiendo y descubro que ahí estaba algo que necesitaba y que ni siquiera sabía que existía.
Esta es una apreciación personal y para nada científica, pero buscando escritoras del interior para las entrevistas de La Solapa, me pareció que la proporción entre poetas argentinas del interior y mujeres escribiendo prosa o narrativa fuera de Buenos Aires era llamativa. Las escritoras oriundas del interior que escriben narrativa parecen vivir en Buenos Aires, mientras que las escritoras que permanecen en su lugar de origen se abocan más a la poesía. Vos tal vez serías una de las pocas excepciones. ¿Tenés alguna idea al respecto?
No coincido en esa lectura. Creo que es un lugar común que se va repitiendo con los años. Lo he oído muchas veces también aquí en Córdoba. Son muchas las escritoras de narrativa que viven en las provincias. No creo que sean unas pocas excepciones. Lilia Lardone, Perla Suez, Tere Andruetto. Doy solo esos nombres. Enormes escritoras. Y viven en Córdoba. Podríamos agregar muchos más.
¿Qué escritores del interior recomendás leer?
Muchísmos: Ivana Romero, Selva Almada, María Inés Krimer, Perla Suez, Sonia Catela, María Teresa Andruetto, Gabriela Halac, Emilia Casiva, Pablo Natale, Mirta Rosenberg, Natalia Ferreyra, Leticia Ressia, Elena Annibali, Federico Falco, Laura López Morales, Diana Bellesi, Claudia Masín, Nelson Specchia, Beatriz Vignoli, Carlos Schilling, Beatriz Actis, Carlos Busqued, Elvio Gandolfo, Ana Piretro, Mempo Giardinelli, Sergio Gaiteri, Fabio Martínez, Gabriela Massuh, Martín Cristal, Isabel Cortés, Camila Sosa Villada, Liliana Ancalao. Por supuesto: Olga Orozco, Juan L. Ortiz, Tizón, Moyano, Elvira Orphée, Bustriazo Ortiz. Podríamos seguir por horas. Hay muchísimos nombres.
Eugenia Almeida (Córdoba, 1972): En 2005 ganó el Premio Internacional de Novela “Dos Orillas” organizado por el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón por «El colectivo», libro publicado en Argentina, España, Grecia, Francia, Italia, Portugal, Austria e Islandia. «La pieza del fondo», publicada en Francia y Argentina, fue seleccionada como finalista del Premio Rómulo Gallegos 2011. En 2015 publicó el libro de poesía «La boca de la tormenta» (Premio Alberto Burnichón). Su novela «La tensión del umbral» recibió en Francia el Premio Transfuge a la mejor novela hispánica de 2016. En 2019 publicó el libro de ensayos «Inundación». Coordina talleres de lectura y clínicas individuales de escritura.
Fotografía de portada: Philippe Matsas.
Nació en Tucumán en 1982, pero se siente más o menos tucumano porque vivió gran parte de su vida fuera de la provincia. Es autor de la novelas Nadar sin luz (Ed. Milena Caserola, 2013) e It girl (Gerania Editora, 2020) y de los libros de cuentos Vírgenes infinitas (Ed. Mulita, 2018) y El problema de la luz (Gerania Editora, 2022). Actualmente sus escritores favoritos incluyen a Jhumpa Lahiri, John Cheever, Federico Falco, María Gainza, Rafael Pinedo, Hebe Uhart, Fogwill, Mavis Gallant, Lucia Berlin y Magalí Etchebarne. Dicta talleres de escritura y de lectura (con ¿excesivo? entusiasmo) online.