Por Facundo Iñiguez |
El inicio fue una voz en mi mente dándole cuerpo a las letras en la pantalla del teléfono: el entrevistado me confirmaba la fecha y el horario para conversar sobre una revista cultural que dirigía, junto a un grupo de artistas, en la década pasada. En otras condiciones, aquí comenzaría la descripción de las formas de la luz del sol sobre los edificios, la frescura del viento y el color anaranjado de una tarde de mayo tucumana. Aparecería yo sentado en el bar de El Griego o frente a la Plaza Urquiza, tomando una gaseosa sin azúcar, repasando las preguntas, expectante por la llegada de Fabián Soberón. Lejano a eso, la entrevista se llevó a cabo a distancia. Esa inagotable palabra, atiborrada de sentidos que mutan en el tiempo; aquella otra forma de nombrarla.
A través de mi computadora y de la de Fabián, separadas por una pandemia, conversamos, principalmente, sobre la revista cultural Miltrescientos Kilometros. Publicación que forma parte del legado cultural de Tucumán y del Norte Argentino.
En el año 2000, Fabián Soberón y Cesar Juárez realizaban un Café Literario en la vieja disquería All Music, ubicada sobre la calle 25 de mayo. Denise León, Ingrid Placereano, Denise Oliszewski y María José Cisneros se sumaron a esa dupla y, en el marco de esos encuentros, surgió la iniciativa de crear una revista cultural. Algunos años más tarde, en el 2007, aparecería en los quioscos “Miltrescientos Kilometros”.
Fabián cuenta: Queríamos hacer una revista de la cultura tucumana y del norte del país, no solo de la literatura. A mí me interesaba, problematizar, dar lugar, difundir, y discutir que era ser músico, cineasta, dramaturgo en ese entonces en Tucumán. Me interesaba saber cuáles eran nuestros ancestros, nuestros precursores como dice Borges, por eso hicimos una serie de dossiers.
- ¿En qué consistían los dossieres?
Cada uno estaba dedicado a un referente de la cultura. Había que bucear, discutir cual sería el elegido para el homenaje. El primero fue Hugo Foguet. En esos años, pocas personas, como Inés Aráoz, hablaban de Foguet. Liliana Massara, varios años después, inició la catedra de Literatura del Norte pero en ese momento, año 2006 – 2007, nadie leía a Foguet, salvo la novela “Pretérito perfecto”. Entonces el primer dossier fue dedicado a él. A mí me interesaba Foguet. En la revista había un debate interno para seleccionar al homenajeado, para dedicarle un especial, pero también tenía que ver con la cuestión autobiográfica. Como dice Oscar Wilde “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”, cuando uno hace critica está hablando de su propia lectura. A mí me interesaba Foguet porque para mí, en mi camino de escritor de ficciones, en ese entonces, significaba leer a un autor que situaba a sus autores en la ciudad de Tucumán y en un espacio simbólico que al que yo podía acceder de manera inmediata. Y esos cruces entre la realidad y la ficción o los efectos entre la realidad y la ficción, eran los que más me interesaban en esos momentos. Yo estaba escribiendo una novela, la primera que publiqué, y Foguet se impuso como un autor clave. Yo empuje y todos estuvieron de acuerdo en que fuera un homenaje a él.
Ese fue el primero, el segundo fue dedicado a Ezequiel Linares, el pintor; que tuvo una historia particular. Un pintor que nace en Buenos Aires pero que recala en Tucumán y se convierte en el gran referente de varias generaciones de las que fue maestro. Fue un referente para la facultad de artes.
Para cada dossier hacíamos entrevistas, se pedía a un especialista en el área que escribiera testimonios. Tenía perfiles, entrevistas, artículos de análisis, recuperación del pasado histórico cultural. Había un trabajo de investigación para armar el dossier que lo hacíamos entre todos.
El tercer dossier fue para un dramaturgo: Oscar Quiroga. También indagamos en el mundo teatral de Tucumán y consultamos a especialistas. Mauricio Tossi, quién todavía no se había doctorado en ese momento y hoy es uno de los referentes centrales en la investigación sobre teatro en Tucumán, escribió un artículo dedicado a Quiroga.
Luego a mí se me ocurrió la idea de hacer documentales que acompañaran los dossiers, y que hubiera un trabajo audiovisual a la par que se publicara el trabajo en papel con los trabajos que comentaba. Salieron tres números en papel de la revista, era costosa y se solventaba con publicidades. En un momento ensayamos algo, que duró muy poco tiempo, pero lo hicimos. Ensayamos un sistema de socios, de personas que pagaran una membresía: suscriptores. Teníamos una suscriptora de lujo Lucía Piossek, la filósofa. Ella nos dio el dinero, se suscribió a la revista y para nosotros fue un gran logro, una gran alegría para el grupo.
- ¿Qué significa el nombre de la revista? ¿a qué hace referencia?
El nombre alude a la distancia aproximada que hay entre Tucumán y Buenos Aires, y surgió en el marco de las discusiones de ese momento: qué significaba, qué diferencias podía haber entre escribir y producir entre una provincia marginal y una metrópolis.
Esa discusión en ese momento me resultó importante, hoy en día no. Me corrí de ese lugar, dejó de tener sentido para mí, no sé para otros. Es válida y oportuna en términos económicos y políticos. Las diferencias son notorias, obvias, entre la existencia de una industria cultural en capital federal y el resto de la república. Ya las detectó Alberdi y la remarcaron filósofos, políticos y estudiosos que vinieron después de ellos, esa generación, la del 37. Y creo que es a ellos a quienes les corresponde esa discusión. Es decir, a los que se ocupan de discutir la política de la cultura, en el sentido más amplio del término. A los que se ocupan de discutir cómo se distribuyen los recursos, pero no sé si es una discusión de los que hacemos cine y literatura, necesariamente.
- ¿Por qué, en aquel momento, lo considerabas un planteo importante?
Supongo que tendrá que ver con el fervor juvenil, el ímpetu vanguardista. Esta idea de enfrentar el mundo. A todos nos pasa a los 20 o 18 años, sin ser peyorativo. Uno se siente Adán, se siente el que descubre el mundo, el que inventa el mundo, que se lleva al mundo por delante y puede destruir todo. Y que es necesario destruir para luego crear. Creo que este espíritu y esta idea formaban parte de ese ímpetu. Tenes que encontrar alguien a quien atacar, a quien golpear, con quien pelearte.
- Aun así, Miltrescientos Kilometros hace referencia, más bien, a un puente o a un recorrido que hay que hacer para llegar hasta Buenos Aires. No es la distancia entre Tucumán y Córdoba u otra provincia cualquiera. Como si hubiera habido una fijación con Buenos Aires. No remite exactamente a destrucción como lo planteas, sino más bien a otra cosa. ¿Cuál era el debate entre ustedes en ese momento?
Es verdad, se puede leer como un puente. Yo recuerdo no leerlo como un puente, igual que los que estábamos en la revista, no lo leíamos como puente sino, en todo caso, una distancia. No infranqueable, sino una distancia, una forma de mantener distancia. Decir nosotros estamos acá, ustedes allá y nosotros tenemos una forma de posicionarnos respecto a la cultura: nos sabemos el margen, tenemos auto conciencia del margen y queremos mantener esa distancia. Por eso te digo que había parte de ese ímpetu juvenil. En mi caso ya forma parte del pasado.
Nos dimos cuenta que ese discurso tenía un límite. Comenzamos a reseñar a artistas de otras provincias, de otros lugares. Seguimos haciendo difusión, pero sin la carga de la construcción del enemigo. (Sección “Tarjeta Postal” de la revista)
Con el grupo coincidíamos en esto de hacer una reivindicación, y una difusión sobre todo, del norte del país. Nuestro objetivo era comenzar por Tucumán, pero seguir por las otras provincias del norte. Eso sí, rechazando la mirada folklorista, es decir, la mirada del color local. Ya habíamos leído a Borges “El escritor argentino y la tradición”, ya sabíamos que lo primero que no haría un árabe sería escribir sobre camellos porque los tiene ahí al lado. No nos interesaba la reivindicación del color local, quiero decir. En mi caso, desde ese entonces ya me interesaba la cuestión cosmopolita. La relación del lugar, del origen con las culturas distintas, diferentes, y del intercambio con otras posibilidades, con otras miradas.
- ¿A qué público estaba dirigida la revista?
Nos dirigíamos, fundamentalmente, a un público que considerábamos que casi no existía. Parece una empresa muy ambiciosa. Fracasamos, sacamos tres números nada más, pero queríamos construir un lector. No había un lector de las producciones locales. Darle la tapa del dossier a Foguet significaba buscar un lector que no existía, construir un lector. Salvo los que conocían a Linares en la facultad de artes, no era reconocido por los demás.
- ¿Era un clima de época o era algo que ustedes pudieron captar?
Ahí tocas un asunto importante. Tal vez tenga que ver con algo que estudian los sociólogos. No soy especialista. Habría que indagar en cómo se construye la identidad de Tucumán, la identidad social, psicológica, étnica, desde la multietnicidad, la identidad social, cultural. Lo que nosotros percibíamos, o yo percibía, es que algunos tucumanos tenían cierta tendencia al rechazo u olvido de lo que se producía aquí. Habría que pensar si eso se transformó, si eso cambió. Lo podrían responder los de tu generación, personas más jóvenes. Me tocó viajar a Santiago a dar clases y mis alumnos tenían una afición genuina por los autores locales. Incluso hasta reivindicación de los autores locales, pero aquí en Tucumán no había interés en algunos sectores. Tal vez por esa vocación de dar lugar a esas voces acalladas, o secretas o semi-ocultas es que nosotros hicimos la revista. Buscando ese lector que no existía. O sea que fue una búsqueda fracasada desde el comienzo porque no había ese lector. Ojalá haya quedado en algún lugar, alguna huella de esa construcción destinada al fracaso.
- ¿Con que frecuencia salía la revista?
Comenzó en 2007 y dejamos de editar la revista en 2009. Hicimos un encuentro que realizamos con un editor de Jujuy, un editor de Rosario y uno de Córdoba en abril de 2009. Hicimos un encuentro de editoriales que nucleaba a revistas como Trompetas Completas, y hubo otras de salta, Jujuy, Córdoba. Vino Osvaldo Aguirre, amigo mío, Reynaldo Castro, editores de Córdoba, Sergio Gaiteri. Creo que ese acto, donde hubo discursos, exposiciones, lecturas, de alguna manera marcó el fin de la revista. Por la sencilla razón que mi mujer y yo tuvimos nuestro primer hijo, Bruno, y nos fue difícil llevar adelante la revista como lo veníamos haciendo. Después de eso el grupo no puedo seguir funcionando. No hubo un cierre de gloria, sencillamente fue una cuestión elemental, cotidiana, de no tener las posibilidades físicas y temporales de poder seguir haciendo la revista.
- ¿Cómo era el trabajo del grupo para llevar a cabo la impresión de la revista?
Mario tapia, creador de la revista Imberbe, tenía una imprenta. Con el arreglamos la cuestión económica para imprimir la revista. El primer diseñador fue Pablo Schembri, director de la película “Zombis en el cañaveral”, fue el diseñador del número 1. Luego se incorporó mi hermano, Lautaro Soberón. Hacíamos 500 ejemplares. Los distribuíamos en los quioscos de la cuidad. Yo comencé a conocer los quiosqueros, las personas nos explicaron como se trabajaba con los porcentajes, cuanto iba para el quiosco y para la revista. La llevábamos a la librería Manfredo y a otras librerías. Y a otras provincias cuando alguno venía de Salta, Jujuy o Santiago.
Cada número era variable, tenía entre 60 y 80 paginas. Varios artículos con varias secciones. Por ejemplo, sobre medios de comunicación invitamos a Dardo Nofal, que había sido jefe de redacción de La Gaceta y un escritor al que también leíamos. Le hicimos una entrevista y le pedimos un artículo. También estuvo Marcos Rozenvaig, le hicimos también una entrevista. Sara Rosenberg fue entrevistada en ese momento, de quien nos hicimos amigos. Tiempo después fue reivindicada por la facultad. Inés Aráoz apoyó mucho la revista. Cuando íbamos a hacer el dossier sobre Foguet, ella nos dio mucho material gráfico, una serie de documentos, información para investigar y hablar con las personas indicadas: Noralia Jabif, Arturo Álvarez Sosa, quien también hizo una entrevista que fue incluida en el documental “Hugo Foguet, el latido de una ausencia”.
Cuando presentábamos la revista, hacíamos un acto donde esperábamos que se vendiera la revista. Era en el Centro Cultural Rougés. Era una presentación de la revista con proyección del documental. Se vendía la revista, el dossier adentro y el CD con el documental. Tardábamos 6 meses en realizar cada número.
- Algo que se te ocurra sobre la revista, sobre aquel momento…
La revista fue un momento feliz de nuestras vidas, nos permitió discutir y pensar juntos, de manera colectiva, lo que se podía pensar en ese momento, sobre la cultura del norte del país y del país. Fue muy fructífero para nosotros. No porque tuviéramos una identidad fuerte como grupo. Éramos un club escéptico, el escéptico siempre rechaza las posibilidades colectivas, pero dentro de ese escepticismo había algo muy valioso que quiero destacar: el trabajo colectivo. Siempre que se hacen trabajos colectivos se avanza mejor, estoy convencido de eso. Ahí comencé a hacer documentales y es algo que sigo haciendo y de forma colectiva, porque no hay otra forma para hacer cine que de manera colectiva. El cineasta tiene esa diferencia con el escritor, no hay otra forma para hacer cine más que colectivamente. Es una ventaja. Cuando se aúnan voluntades creativas y van con un objetivo común, eso mejora siempre el trabajo que se pueda hacer. Y eso creo que es lo que paso con la revista. Éramos varias voluntades que estábamos juntos en pos de un mismo objetivo y eso, por supuesto, mejora y aplana o disminuye los defectos que cada uno de los miembros.
Durante la entrevista conversamos sobre otros temas, además de los que aquí aparecen recortados y en zoom. Emitimos opiniones sobre el lugar de la literatura tucumana en la actualidad, ensayamos perspectivas sobre la diferencia que habría entre escribir en Capital o en provincia. Pusimos de ejemplo a Saer, citamos a Piglia y a Cabezón Cámara.
En el Canal de YouTube de La Papa se encuentra la entrevista completa
Habitamos una supra región virtual. Un microscopio que, junto con la memoria, logran difuminar cualquier distancia. En los enlaces y fotografías se puede leer la revista Miltrescientos Kilometros, apreciar su estética, revisar los dossieres y acceder a los documentales.
Dossieres
Documental: «Hugo Foguet, el latido de una ausencia» https://www.youtube.com/watch?v=IIWIzP1btH0
Documental: «Ezequiel Linares» https://youtu.be/JNTgntLO38M
Blog de la revista «Miltrescientos Kilometros»: http://revista1300km.blogspot.com/?m=1
Fabián Soberón nació el 18 de junio de 1973 en la ciudad de Juan Bautista Alberdi, provincia de Tucumán, República Argentina, y reside en la ciudad de Yerba Buena, Tucumán. Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Se desempeña como Profesor en Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine y como Profesor en Comunicación Audiovisual en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, en la que ha sido Profesor de Historia de la Música. En 2014 obtuvo la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Colaboraciones y ficciones suyas se difunden en Ñ (Argentina), Perfil (Argentina), La Gaceta (Argentina), Suburbano (EEUU), ViceVersa (EEUU), Hispamérica (EEUU), entre otras. Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino (compilada por Santiago Sylvester, FNA, 2008), Narradores de Tucumán (compilada por Jorge Estrella, ET, 2015), Nuestra última Navidad (compilada por Cristina Civale, Milena Caserola, 2017), y Viral (compilada por Flavia Soldano, La docta ignorancia, 2020), así como el diccionario monográfico La cultura en el Tucumán del Bicentenario, de Roberto Espinosa (2017). Fue traducido parcialmente al portugués, al francés y al inglés. Presentó sus libros y sus documentales en universidades y otros espacios de Puerto Rico, Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Islandia y Suecia. Libros publicados: la novela La conferencia de Einstein (1ª edición en 2006; 2ª edición en 2013); en el género relatos: Vidas breves (1° edición en 2007; 2° edición en 2019) y El instante (2011); en el género crónicas: Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (2013), Ciudades escritas (2015) y Cosmópolis. Retratos de Nueva York (2017); y el volumen 30 entrevistas (2017). Como director de cine, realizó los documentales Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007), Ezequiel Linares (2008), Luna en llamas. Sobre la poeta Inés Aráoz (Tucumán, 2018), Alas. Sobre el poeta Jacobo Regen (Salta, 2019) y Groppa. Un poeta en la ciudad (Jujuy, 2020). Con los músicos Fito Soberon y Agustín Espinosa, editó el disco Pasillos azules (AERI Records, 2019)
Nació en la ciudad de San José de Metan, provincia de Salta, en el año 1986. Reside en San Miguel de Tucumán donde finalizó los estudios en Psicología en la Universidad Nacional de Tucumán. Realizó producciones de arte, audiovisuales y música. Está abocado a la experimentación desde dichas áreas y específicamente a la producción literaria. Publicó los libros de poemas Permanente Impase (2016, Tercero En Discordia) y Cristal entre las Yungas (2021, La Papa Editorial)
Muy buena entrevista! Y se agradece los links e imágenes de la revista. Mientras leía pensaba lo bueno que sería acceder a dicho material y lecturas. Leyendo la biografía del entrevistado destaco, entre tanto, la presentación de su trabajo en Islandia. Siempre quise conocer ese país, debe ser algo fantástico.
Muchas gracias por la lectura, Consejoalviajero! Sería muy interesante tener una de tus crónicas de viaje en La Papa!
Un abrazo
Gracias por devolverme tantos recuerdos! Yo era en ese entonces la novata del grupo. Aprendí muchísimo con ellos, sobre todo lo valioso y placentero de los proyectos colectivos. Dejamos la revista en el número 3 pero por suerte seguimos andando juntos mucho más que 1300km.