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ISSN 2684-0626

 

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Geoliteraturas al Noroeste

Por Lucas Cosci |

Cartografías

Hablamos de cartografías cuando queremos construir un orden en el espacio. ¿Qué construcciones propone la literatura para el ordenamiento del espacio?  Hablamos de literatura santiagueña, tucumana o salteña. Hablamos de literatura regional, o de literatura del NOA; hablamos de literaturas en las regiones argentinas. ¿Literatura de la región, sobre la región o desde la región? En cualquier caso agrupamos obras de acuerdo a la pertenencia a un espacio o una tradición. Pero esto también se vuelve problemático porque ni los espacios ni las tradiciones están delimitados en sus contornos. Hacer cartografías tiene siempre algo de arbitrario. Y un mapa, siempre es un mapa. Sea cual sea su escala, hay un excedente que no encuentra registro.

Entonces, ¿cómo conjugar nuestra vocación de cartógrafos con la litero-diversidad que nos excede?

Los mapas son instrumentos de navegación. Hacemos mapas para llegar a destino. En Literatura también. Entonces juguemos al cartógrafo, pero con esa conciencia instrumental. Nuestro mapa es una herramienta para la comprensión de una realidad que nos excede.

No obstante, cualquier cartógrafo sabe que su instrumento debe tener algún anclaje en el orden de las cosas, de lo contrario no sirve como instrumento, corremos el riesgo de extraviamos.  ¿Cuál es el anclaje de nuestros mapas?

Si la escritura tiene una adscripción territorial en la palabra, entonces los lenguajes definen las pertenencias, independientemente de la procedencia de los autores. Pertenecemos al lugar al que remite nuestro lenguaje. Podemos entonces agrupar y desagrupar literaturas según los registros de habla. Los lenguajes nos dan un punto de vista.

Geoliteraturas

Rodolfo Kusch nos ha propuesto “el punto de vista geocultural” ¿Podríamos hacer una transpolación y hablar de “un punto de vista”, una perspectiva discursiva geoliteraria?

El punto de vista geocultural encuentra su base en un lenguaje que articula el lugar en la palabra. Entre el lugar y la comunidad se dan circuitos de circulación de un sentido simbólicamente mediado.

Kusch ha planteado en sus obras fundamentales el itinerario del sentido entre lo geográfico y lo cultural. Este flujo se produce a través de dos movimientos: Instalación y gravitación, itinerarios que completan el circuito de intercambios entre tierra y comunidad. De este modo el sentido circula a través de los símbolos entrelazando cultura y lugar, hombre y tierra en una unidad irreductible.

Sigo con Kusch: “Detrás de toda cultura está el suelo”. ¿Y detrás de la literatura? ¿Hay un suelo detrás de toda literatura?

Las obras literarias marcan su adscripción territorial mediante el lenguaje.  Cada texto es un sistema de enunciados geolocalizados que remite a un desde donde.

Así, por ejemplo, en la novela El boque tumbado de Clementina Quenel no solo encontramos las hablas regionales, sino también el uso de voces quichuas en el interior de Santiago del Estero y los símbolos que hacen a la vida cotidiana de la gente. El narrador se deja atravesar por las hablas que constituyen al sujeto cultural en el medio campesino.

Mundo Ñaupa y literaturas de la tierra

Los textos literarios constituyen entramados con otras formaciones simbólicas de la comunidad: tradiciones, configuraciones orales, símbolos ancestrales, elementos folkloritos y culturales. Se articulan como uno de los dispositivos  que conjugan lo geográfico con lo cultural en las unidades simbólicas.

Geo-literaturas, “literaturas de la tierra”. Lejos de cualquier sentido telúrico, lejos de cualquier idea de literatura campesina y vernácula, la tierra se juega aquí en el sentido de Heidegger: aquella “llamada” que se retrae y oculta, aquello que se cierra en sí mismo y en lo que se funda un mundo, el mundo Ñaupa de Clementina, entre otros. La tierra es acogida y lugar de residencia. Toda literatura, aun la más cosmopolita, se funda sobre la tierra, como adscripción del lenguaje. La literatura de los grandes centros urbanos, inclusive, tiene siempre una tierra de pertenencia, que no es otra que los sedimentos de un lenguaje largo tiempo trasegado.

Entonces desde el punto de vista de las geoliteraturas, podemos distinguir regiones cuyo contorno se demarca por los entramados geoculturales a los que pertenecen, los lenguajes que las acogen como la tierra. Estos entramados no necesariamente coinciden con las delimitaciones administrativas o estratégicas en las que se integra el espacio geográfico.

Kusch ha establecido los ejes geoculturales como resultado de procesos históricos. No se trata de ordenamientos rígidos ni permanentes; son formaciones dinámicas, temporales, cuyos desplazamientos habrá que tener en cuenta en nuestras futuras cartografías.

Pero el análisis de Kusch distingue que en cierto momento de la historia el eje de Buenos Aires ha pasado a cumplir una función colonizante y centralizante respecto del resto, que lo había preexistido.  Se desarticula entonces nuestra geocultura, nuestro lenguaje se fragmenta entre los sectores dominantes y lo popular. Se abre la frontera entre civilización y barbarie. El malón tenía que quedar del otro lado de la frontera.  ¿Pasa lo mismo en la gestión cultural de las letras? ¿No es acaso Buenos Aires el administrador de un canon que niega y desconoce diferencias?

El punto de vista geoliterario implica relaciones de centro y periferia. Es un lugar común que la cultura, las letras y el lenguaje mismo se tramitan desde los patrones de la región metropolitana; que se extiende a lo largo de la pampa húmeda y encuentra sus confines donde emergen las diferencias tonales y semitonales de la lengua, que se perfila desde el norte del litoral hasta Santiago y el Noroeste, por un lado, y la franja cuyano patagónica por otro.

La argentina literaria abarca no más de cuatro o cinco provincias, por afuera del área metropolitana. Desde ese punto se marcan tendencias en materia de estilo, temáticas y lenguajes y solo las obras que se allanan a esos dictados entran en los circuitos de canonización.

Si uno lo piensa tendemos a identificar la literatura argentina con la rioplatense. Las obras que se proyectan desde más allá de la “frontera del indio” alcanzan visibilidad en la medida en que han pactado, deliberadamente o no, con las prescripciones del centro. Literaturas del desarraigo, que se redescubren en el lenguaje de un nuevo territorio. Literaturas de desplante.

Invisibles para la metrópolis, las geoliteraturas del interior remoto se derrumban en la distancia. La mayoría de los lectores argentinos, latinoamericanos  y del mundo más lejano, conocen un solo mapa cuyos bordes son estrechos y terminan en las orillas del Martín Fierro.

De este lado de la frontera, queda un enjambre de geoliteraturas perdidas en el paisaje que hablan para sí mismas. La litero-diversidad ha quedado detrás de la bruma de la pampa, entre la polvareda del malón y del humo de las ciudades. En el interior del interior. En las arcanas profundidades del noroeste. Entonces, nuestro mapa está roto.

Una respuesta a “Geoliteraturas al Noroeste”

  1. German Jose Montiel dice:

    Excelente trabajo de Lucas Cosci. Desgraciadamente tiene razon.
    Saludos !!!

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