Sobre Poesía sin música, de Pepe Núñez
Por Gabriel Gómez Saavedra |
Hombre que también fue parábola, Pepe Núñez. Parábola que dibujó un recorrido para que toda su obra, antes de salir hacia la gente, pase indudablemente por la instancia de su corazón. Autor, compositor y músico autodidacta, de altura ineludible cuando se quiere pensar al Tucumán de las décadas del 60 y del 70, desde la estética artística y el territorio social. Pero también cuando se busca un vaso conductor al futuro, porque Pepe Núñez creó un lenguaje artístico propio, desde sus inicios junto a su hermano Gerardo en el dúo “Los Hermanos Núñez” hasta su recorrido solista, y condensó, a partir de las formas que le brindaba la música de raíz folklórica, el sincretismo que la tierra tucumana le pedía para ser traducida. Núñez, que nació en Salta en 1937 y llegó a la provincia como estudiante universitario, se volvió un médium de excelencia de su tierra adoptiva y del tiempo que ésta latía; un portador de esa capacidad de “dar sentido / Más puro a las palabras de la tribu”[1].
Transitó, primero, la bohemia de fines de los 50 en boliches concurridos por timberos, prostitutas, campesinos y músicos ciegos, en una atmósfera entre suburbana y rural, donde el tango conversaba con la zamba; para luego expandir la mirada de su sensibilidad a los agitados años 60 y 70, sumando a su bagayo, piedras ásperas como las del cierre de los ingenios azucareros que en 1966 decretó el gobierno de facto de Onganía, y las de la sangría y ausencias de la última dictadura cívico militar. Pero su tensión creativa estuvo siempre dosificada de atención y de ternura por igual, y es ahí donde su parábola se vuelve carne. Nada de lo escrito por Núñez parece no haber pasado por su espíritu primero, antes de abrirse hacia los demás; nada parece ser una construcción abstracta; toda su obra carga una célula de vida. Y es ese fuero íntimo —también visible en sus obras musicales más difundidas, como “Chacarera del 55”, “Arana”, “Tristeza”, etc. — el que llega a los lectores en Poesía sin música. Libro que se nos entrega como una ofrenda, y que denota un cuidado devocional, tanto en la elección de los poemas como en su diagramación, por quienes fueron sus responsables principales: su viuda, Alba López de Núñez, los poetas Mario Melnik y Guillermo Siles, y el editor y diseñador Daniel Ferullo.
Escribe Pepe en “Tú”: “he visto muchas cosas / pero no he visto nada / porque tú no estabas”. Así, su poesía parte de esa casa que es el punto de encuentro con el otro, pero donde también la voz se encuentra con la soledad que pide silencio para desmenuzar e interpelar a ese otro, que es uno mismo:
Mi amor,
cómo empieza el miedo?
mi amor, lo pienso,
cómo empieza el miedo?
mi amor, temo mis costados;
qué pasa si el horizonte
—siempre irrefutable—
se tambalea?
mi amor;
y el dolor de los huesos?
y la implacable circunstancia,
la reconocida “cosa”
que manejamos como pañal…
Casas para la poesía que no dejan de ser, a decir de Bachelard , “Centros de tedio, centros de soledad, centros de ensueño”[2]. Porque es en lo vívido donde se disparan las oscuras preguntas; las más terribles, por cercanas.
Pero la casa de Pepe Núñez, como se anticipó, no es ostracismo, sino que también alberga lo que está de la puerta para afuera: las personas con quienes comparte la historia social. Pepe es, antes que nada, un gran humanista que pone la ternura al servicio del hombre para volverlo poema, para hablarle de cerca blandiendo dulzura y dureza con una sintaxis muy personal (a veces, sutilmente críptica): “y me doy un salud numeroso / por un sí / o por un si no”, y para señalar la opresión a la libertad de aquellos a los que nombra pueblo, sin lo prefabricado o “iluminado” del panfleto, del que tanto hicieron abuso otros creadores que fueron sus contemporáneos. Precisamente, Juan Falú, músico y compañero de camino de Núñez, en la serie documental “De la raíz a la copa”[3], cuando recuerda cómo se fue adentrando en el conocimiento del espíritu creador de su amigo, afirma:
[…] conocí esa cuestión de Pepe de amar al hombre y sus oficios. Él tiene el lado social muy claro, hablar de la canción que dice cosas, la canción que puede considerarse más libertaria que de protesta.
Núñez evidencia esa necesidad de que la obra, de alguna manera, materialice de la forma más certera la verdad que dice nombrar:
Para nombrar el acero-pueblo
voy a quemar mis manos y mis ojos
hasta el tiempo lejos del acero-acero
y templado y rojo con mi sangre por bandera
tiraré mi voz —que es de pueblo—
como una semilla enorme y esperada.
Verdad que colmará este objetivo cuando el otro la complete con su apropiación:
No restar
no reptar
(noble pie para una copla
que aún podemos completar)
Esta necesidad y verdad sólo se entiende si la ponemos a la luz del fuego que mueve a los verdaderos creadores de arte popular (siguiendo quizá uno de los primeros designios de lo que se definió como folklore: la trasmisión): que la obra “pierda” al autor y se multiplique en el pueblo que mira. Esto está en línea de coherencia con sus canciones, como bien lo encontramos en el estribillo de “La noche de los chayueros”, la zamba dedicada a los pescadores del Río Dulce:
Por pensarte otro destino
tiro mi copla al remanso
para que canten tus puños
para que cante tu tanza
si es que la enganchas chayuero
seremos dos esperanzas.[4]
Con Poesía sin música, los que entramos al cancionero de Pepe Núñéz, ya sea por la versiones de Mercedes Sosa, Los Fronterizos, Alfredo Zitarrosa, Liliana Herrero, etc. o por la noche luminosa de alguna guitarreada, estaremos cerca de la galaxia fraterna que acompañó, cuidó y transmitió su legado: su familia, Juan Falú, Lucho Hoyos, Dardo Nofal, Eduardo Rozenvaig, Gerardo Ramos Gucemas y Roberto Espinosa pero, sobre todo, tendremos la oportunidad de adentrarnos al laboratorio de un poeta tatuado y amortajado por cercanías y dolores, que nunca olvidó la ternura para amasar una obra única y, a la vez, expansiva, que lo colocó en la constelación de los mejores creadores populares del país. Un clásico moderno cuyo sonko[5] preciso, con su parábola, sigue dibujando y semillando en las nuevas generaciones de artistas.
Imagen 1: Poesía sin música, Ferullo Burke / Alba Ediciones, 2017.
Imagen 2: S/t, de
Cecilia Melnik
[1] Fragmento del poema “Le Tombeau d’Edgar Poe”, de Stéphane Mallarmé.
[2] Bachelard, Gastón. La poética del espacio. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2000.
[3] De la raíz a la copa es una serie documental de los realizadores Alvaró Benó, Duilio Gatti y Estefanía Cajeao, que se filmó y editó entre los años 2015-2016, y que no llegó a ser proyectada al público.
[4] Núñez, Pepe. Cancionero. Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, U.N.T., 2000.
[5] Corazón, en idioma quechua.

Concepción, prov. de Tucumán, 1980. Publicó la plaqueta Huecos (Ediciones Del Té, 2010), y los libros Escorial (Editorial Huesos de Jibia, 2013), Siesta (Ediciones Último Reino, 2018) y Era (Falta Envido Ediciones, 2021). Entre otras distinciones, ganó el Premio Municipal de Literatura San Miguel de Tucumán – Género Poesía (Región N.O.A.) y fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes como becario del programa Pertenencia: puesta en valor de la diversidad cultural argentina.
Bello y artero…
Una hermosa costumbre tuya
Te felicito Gabriel
Gracias !
Muy agradecido por tu lectura, Lucho, y por ser uno de los custodios y difusores de la obra de Pepe Núñez. Abrazo!
Gabriel traduce su lectura con la capacidad de captar el sentir popular de la voz del poeta de inmensa dura ternura por la tierra tucumana que pedía ser traducida .
Un gusto leer a Pepe por Gabriel.
Muchas gracias Lily por tu lectura atenta. Abrazo.
Un hermoso homenaje a Pepe, Gabriel. ¡Qué profunda reseña de su humanidad y su obra!
Muchas gracias Mario por ser nexo necesario de la obra de Pepe. Abrazo grande.
Excelente reseña. Interesante y claro comentario de una obra que da ganas de abordar para profundizar aún más. Gracias, Gabriel.
Gracias Aníbal por tu lectura. Abrazo!