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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

Libros Tucumán es una librería especializada en literatura de Tucumán ubicada en Lola Mora 73, Yerba Buena – Tucumán.

 

 

 

 

 

“La poesía es la casa verdadera, abierta, donde nunca estamos solos”

Entrevista a Ezequiel Nacusse

Por Mónica Cazón |

Con su libro La alegría doméstica de las plantas, el poeta tucumano Ezequiel Nacusse ganó el VI Concurso Anual de Poesía Lugar Comun. Su poemario se destacó entre más de 700 trabajos presentados.

Lugar Comun es una fundación que se dedica a la promoción de la literatura como herramienta para el cambio social y el entendimiento. El concurso busca premiar una obra inédita de poesía y fomentar la carrera literaria del autor. A lo largo de su trayectoria, este concurso ha distinguido a destacados poetas latinoamericanos, ofreciendo un premio monetario de 1.500 dólares y la publicación de la obra en inglés e italiano por Alliteration Publishing.

En esta entrevista, conversamos con el poeta sobre su libro, la poesía y el Festival Internacional de Literatura de Tucumán.

—La pregunta más clásica. ¿Por qué empezaste a escribir poesía y hace cuánto?

Empecé a escribir poesía con ocho años. Mi familia se había trasladado a Tierra del Fuego y creo que la poesía fue una forma de tramitar emociones muy difíciles de nombrar, como el desarraigo en la infancia. Recuerdo que bajé del avión en el aeropuerto de Río Grande y vi una inmensidad inhóspita, clara y devastada, nada que ver con el verde de Tucumán, con la calle de tierra del barrio donde vivía, con la vida que el calor intensifica en forma de transpiración y juegos en la vereda. Nada que ver con eso. Todavía hoy lo veo, cielo por todas partes, ningún edificio, ningún sol y pura luz… y el viento. El viento que eleva. Ya entonces tuve la sensación de que ahí, en Río Grande, se podía volar. Algo de esa energía me llevó a escribir. Me enamoré, di mi primer beso y escribí un poema que decía “Oh, brilla tu cabello/ Brilla como el sol/ Oh, vuela tu cabello/ Vuela en el viento”. Desde entonces la poesía es una casa, un lugar para habitar.

¿Dónde estabas cuando te enteraste que habías ganado el concurso y cómo fue?

Había tenido una clase terrible en el secundario, de esas en las que nada sale bien. Los pibes que vienen a la escuela donde soy profe de Lengua y literatura sufrieron muchas formas de exclusión en su vida y en su escolarización, y eso hace que el trabajo demande mucho cariño y predisposición. Ese día, ellos venían de toda una mañana de no tener clases por ausencias de profes y estaban muy hinchas. Antes de irnos, al mediodía y con hambre, les dije “Hoy no hicimos nada. Fue un desastre. Se portaron mal, pero mañana le vamos a poner más ganas”. “Eh, profe, no seas bigote, fantasma, lagarto…” , me dijo Yael, que tiene 17 años y está retomando el secundario porque ahora quiere “hacer las cosas bien”, según sus palabras. Siempre nos reímos de esa seguidilla de epítetos. Salí del aula, crucé el predio fabuloso de la Agencia Nacional de Discapacidad (que fundó Perón como una Ciudad Estudiantil para que jóvenes del interior fueran a perfeccionarse deportiva, cultural y académicamente; una maravilla de la década del 50 que, por supuesto, se cerró con el golpe del 55), y me sonó el teléfono y en la pantalla había un número extrañísimo. Era Garcilaso Pumar, editor de Alliteration Publishing House, quien lleva adelante el premio anual de poesía Lugar Comun (así sin tilde). “Te imaginarás que te llamo porque ganaste el premio”. Me pidió que prendiera la cámara y me acompañó en videollamada, las 20 cuadras que me separaban del subte. Charlamos de poesía, me contó que el concurso estuvo muy reñido y que el libro se va a traducir al inglés y al italiano y se va a publicar el año que viene en mayo. En el subte yo estaba contento. Miraba la cara de la gente y pensaba “wow, qué linda es la poesía”, que es algo que pienso más o menos todos los días. Entonces se me vino a la cabeza la frase de Yael: “Bigote, fantasma, lagarto…”. Qué bien que suena, pensé. “Bigote, fantasma, lagarto”. Todos hablamos en poesía. ¿Cómo no va a sonar bien, si es un trímetro anfíbraco?

—Hablemos sobre el libro que ganó el concurso. ¿De qué se trata La alegría doméstica de las plantas y cuánto tiempo duro su cocina? 

¡Nunca supe cuánto tiempo es posible demorar en escribir un poema, mucho menos en escribir un libro! La alegría doméstica de las plantas tiene poemas que escribí hace diez años y hace algunos meses atrás. Muchas veces junté, ordené, deshice y rehíce esos textos. Entonces, algunos son textos escritos desde cierta ingenuidad postadolescente, bajo efectos de sustancias non-sanctas, ilusionados por el futuro y aterrados por el presente. Pero las circunstancias de su escritura poco tienen que ver con los resultados. Creo que La alegría doméstica de las plantas es un libro sobre los pequeños actos cotidianos y la hospitalidad que ellos llevan consigo. Son poemas que se tratan de ser huésped. Huésped del dolor y la alegría, de un amigo, de alguien de quien te enamoras, de las plantas. Son poemas que crecen desde la raíz y dejan ver un tallo, a veces frágil e inclinado, y dejan ver la mano que los riega, que los lleva a la luz y que los cubre del sol cuando quema. En definitiva, son poemas donde intento habitar la idea del cuidado.

—El nombre de la obra es uno de los momentos más difíciles en el proceso de edición. ¿Nos contás cómo fue? 

El año pasado me invitaron al Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca y cuando me contaron sobre las actividades, me dijeron que habían pensado en sumarme a una lectura durante la noche del sábado. Una lectura que sucedía antes que la fiesta. Había que ir elegantes, me dijeron, pero con una elegancia particular. No importaba si ibas todo zaparrastroso, pero llevabas una flor en el sombrero. La idea me pareció encantadora. Me dijeron que el clima de esa lectura era de fiesta y celebración. Entonces, yo pensé que todos mis poemas eran abrumadoramente tristes y que iba a desentonar completamente con eso. Me decidí a escribir un poema que se llamara “Mis días felices” que en un momento dice:

“Soy un hombre de cristal

y me rompí

Nunca quise ser una dama de hierro

Aspiro las esquirlas

le doy de comer a las gatas

pongo en orden la cama y la casa

prendo una velita y bailo dócilmente

la alegría doméstica de las plantas”

Cuando llegó la noche de lectura, yo estaba bastante nervioso, sobre todo porque creía que no estaba a la altura de la felicidad que demandaba el momento. Me abracé al micrófono y a una cadenita que tiene un corazón de cerámica que había comprado el día anterior en una feria. Ofrendé la cadenita a la Diosa de la Poesía, para que me tratara bien, y empecé a leer. Cuando terminé el poema la gente se reía; varios de los poetas que estaban ahí, Cayre Fonseca, Santi Venturini, Meli Depetris y Diego Vdovichenko me dijeron que en ese poema estaba el título del libro. No tuve que hacer mucho más, lo pusieron ellos.

—¿Qué libro rescatarías de las cenizas del olvido?

Supongo que mi biblioteca es tan humilde como la de cualquier lector. Hace algunos años trabajé en la edición de la Obra Reunida de Inés Aráoz y creo que, aunque es imposible que esos poemas estuvieran condenados al olvido, el trabajo que implicó sí fue el de un hallazgo y un rescate. Por suerte, y gracias a la gestión de EDUNT y muchos otros, hoy todos podemos acceder a esos textos.

Tal vez me gustaría hacer algo similar con los libros de César Sandoval, un novelista fueguino que retrató la vida en ese pequeño reducto costero del fin del mundo que se llama Río Grande.

—¿Qué significa esta distinción en tu carrera literaria?

La distinción trasluce otra alegría: la de ser leído. Ese es el mayor elogio que un escritor puede recibir. La alegría doméstica de las plantas fue elegido entre 700 libros escritos en castellano. Por el tamaño del concurso, siento que el libro fue leído con cariño, con cuidado, con amor. Espero que una vez que se publique, siga ese mismo camino.

— Organizar junto a Blas Rivadeneira y Sofía de la Vega el FILT, uno de los festivales más prestigiosos de nuestra provincia supone un enorme esfuerzo intelectual y económico ¿Cómo atraviesan esta difícil situación?, ¿necesitan mayor mecenazgo?

Nunca tuvimos mecenazgo. Al menos no en el modo en que funciona en otras partes del país, donde una empresa reubica dinero de impuestos en proyectos culturales. Lo que tuvimos fue un arduo trabajo independiente y un gran apoyo de la UNT, que año a año se hace más cuesta arriba y que nos obliga a diversificar nuestras fuentes de financiamiento. Los organizadores del FILT amamos la Universidad Pública y la defendemos, y hemos trabado una relación de mucho respeto y amor con quienes trabajan en la UNT y ayudan a que el FILT sea posible. A veces no es suficiente y debemos multiplicar los esfuerzos, que es lo que está sucediendo este año de ahogo presupuestario liberal-libertario y de “culturicidio”. Pero eso no nos detiene. Contamos con apoyos no sólo de la UNT, sino de la Legislatura Provincial, la Federación Económica y muchísimos auspicios privados. Todo esto implicó, por supuesto, un desgaste y un agotamiento enorme. Nuestro ideal siempre fue ir por lo imposible, y que la realidad pusiera sus límites. La verdad es que no la dejamos maniobrar demasiado a la realidad. Siempre vamos por más, y ahora también actuamos esa frase maravillosa: “Ni un paso atrás. Ni para tomar impulso”.

Este año el festival está lleno de figuras locales, nacionales e internacionales. Van a haber varias presentaciones de libros de autores de la región, mesas de narrativa y poesía, discusiones en torno al cine y la literatura, debates sobre la novela gráfica y el boom del comic, noches de fiesta y lecturas y una enorme Feria de Librerías y Editoriales con propuestas al aire libre y un patio gastronómico. A pesar de las dificultades, el FILT mantiene su nivel de invitados y de discusión y apuesta a ser cada día más grande. Apuesta y gana.

—Joyce dice que el arte es necesariamente triste; el poeta Luque Muñoz afirma que la tristeza es de los payasos y de los poetas, y Dostoievski, en Diario de un escritor dice que la novela más triste es Don Quijote. ¿Percibís la escritura, específicamente la poesía desde la tristeza o desde el trabajo permanente de lectura, escritura y correcciones?

El trabajo sin emoción es como el café sin tabaco, o como la carne sin sal. La tristeza, claro que sí, pero todas las emociones están involucradas a la hora de escribir un poema. Un poema se escribe una vez, se modifica otras mil, pero de verdad se corrige al siguiente poema. Creo que me paso la vida escribiendo un único y tonto poema que habla sobre amar y habitar el mundo. Digo tonto, porque es ingenuo creer que alguna vez voy a lograr escribirlo. Y como sé que nunca voy a poder decir eso que quiero decir, escribo otros miles de poemas que se acercan a la idea. Se escribe para adelante y se corrige para atrás, aunque de verdad se escribe para adelante y se corrige más adelante, allá, en el lugar al que no se puede llegar: la casa verdadera.

—Tus proyectos. ¿Algún nuevo libro, para cuando la presentación?

Estrellas al fondo del río es un libro que nació al calor del FILT 2023, en una charla informal con los editores de Aguacero, Pablo Romero y Juan Lix Klett. Trabajamos el libro durante siete u ocho meses de intercambios de mails, visitas y charlas. El libro reúne muchos poemas que escribí a lo largo de estos años y que, al igual que La alegría doméstica de las plantas, buscan el fenómeno de la poesía en el brillo de lo cotidiano y de lo mínimo. Juan y Pablo leyeron muy atentamente cada verso, comentaron cada palabra, cada coma, sugirieron cambios y mejoras. A veces pienso que mis poemas “son solo palabras”, pero después de sentir todo el cariño y atención que Juan y Pablo pusieron en el libro, pienso que son mucho más. Esos poemas les pertenecen ahora también, un poco, a estos editores maravillosos.

¿Qué es la poesía para vos?

Cuando tenemos las palabras, el lenguaje se vuelve un lugar para habitar. No siempre es un lugar seguro, pero es un aquí-ahora que remite a una sola cosa: vivir. Entonces, la poesía es ese lugar: la casa verdadera, abierta, donde nunca estamos solos.


Ezequiel Nacusse es Licenciado en Letras y actualmente reside en Buenos Aires. Su trayectoria incluye la participación en las antologías 30.30: poesía argentina del siglo XXI y Les poetas, así como en colecciones de narrativa breve como 40° Narrativa tucumana contemporánea y Premio Mujica Láinez XI Edición. Junto a Blas Rivadeneira y Sofía de la Vega, Nacusse es uno de los artífices del Festival Internacional de Literatura de Tucumán (FILT) que próximamente tendrá su octava edición y es uno de los festivales más prestigiosos de nuestra provincia.


Foto de Ezequiel Nacusse: Gustavo Raña

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