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ISSN 2684-0626

 

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“La poesía es un territorio donde la contradicción es bienvenida”

Entrevista a Constanza Ellwanger Bossi

Por Pablo Toblli |

A través de Inflorescencia Editorial, la joven poeta tucumana Constanza Ellwanger Bossi publicó Calmaquietud, su primer poemario. En esta conversación, desandamos el proceso y los primeros efectos de su escritura.

Calmaquietud, un título que al leerlo en primera instancia me presupone dos conceptos unidos y que funcionarían de manera homóloga, en espejo. En una segunda lectura advierto que la quietud podría ser uno de los tantos calificativos que tiene la calma. Y pienso que para estar quieto hay que despojarse. En este sentido, en un momento leo: “qué se hace con/ las fibras de locura / desprendidas del tejido existencial?” ¿Este libro aparece como una poetización del despojo (existencial, estético, etc)?

Creo que Calmaquietud trata, ante todo, de una búsqueda: de identidad, de sentido, de nuevos símbolos. Por un lado, está fuertemente atravesada por el deseo de escribir, de poder nombrarse poeta. Por otro, esa pesquisa está ligada al desarraigo, a la experiencia de estar lejos del lugar de origen, con todo el despojo que eso implica.

En ese camino, lo que se va cayendo —las certezas, las formas fijas, los nombres heredados— deja un vacío que no siempre es negativo; a veces es necesario. Entonces creo que la poetización del despojo aparece por añadidura. No como un gesto trágico, sino como una forma de abrir espacio para algo nuevo, para otra manera de decir o incluso de existir.

Pienso que en el último tiempo en la poesía argentina aparecieron una variedad de libros que ponderaban el Yo con la autoficción. Tu libro es distinto. En algunos poemas pareciera que el estado de calmaquietud es posible sin la multitud, en un estado de exilio y soledad: “qué nudo desato ahora / buscando suavizar / el filo de sus miradas?”. ¿Cómo construiste la voz del poema, con qué influencias de lecturas o de otra índole?

La voz del poema se fue construyendo y sigue en construcción por así decirlo. Es una voz que experimenta y que se anima a decir algo por primera vez, y que dice cosas que de otra manera no podría decir. Me influenciaron muchas lecturas, claro, por empezar, Pequeñas islas flotantes de Gae Tornello fue el libro que me despertó el deseo de dedicarme a la escritura, su audacia y autenticidad me inspiraron para embarcarme en esta búsqueda. Sigo con La Insoportable levedad del ser de Milan Kundera en su estilo y contenido filosófico, también Arturo Alvarez Sosa en el mismo sentido— pero también me marcó mucho lo que escuché en talleres que hice donde se me presentaron poetas como Chantal Maillard y Diana Bellesi, Ale Pizarnik, entre otras poetas latinoamericanas contemporáneas. También influencias que provienen de lo que leí en voces que no necesariamente son poéticas, como textos de filosofía, de psicología. Y por supuesto, mucha pero mucha música.


En algunos pasajes aparece una celebración de los vínculos, como en el poema Refugio y en otros las camaradas son sólo paisajes naturales apacibles y enigmáticos, o el silencio mismo. ¿Coincidís que la seducción en la lectura está dada por esa ambigüedad?

Sí, coincido. Me interesa mucho esa tensión entre lo humano y lo natural, entre la necesidad de compañía y la necesidad de enfrentarse a uno mismo. El poema Refugio nombra una red de afectos reales, necesarios, elegidos. Pero en otros textos el vínculo ocurre con lo no humano: con el río, con el bosque, con el viento. O con el silencio, que es una presencia más que una ausencia. Quizás la seducción del libro tiene que ver con esa ambigüedad, con esa oscilación entre estar con otros y estar consigo misma. Esa soledad no es necesariamente dolorosa; a veces es fértil, creadora, sagrada.

Una pregunta para cerrar. A veces hay una intención en el libro de manifiestos, quizá sea por ser una poesía filosófica o existencial. En un poema escribís “el signo de la poesía/ es atravesado/ por la muerte/ por la creación”. ¿Qué es la poesía para vos?

Para Calmaquietud, la poesía es un territorio donde la contradicción es bienvenida y donde las preguntas permanecen abiertas. Cuando escribí “el signo de la poesía / es atravesado / por la muerte / por la creación”, pensaba justamente en eso: que la poesía nace del umbral. De ese lugar en el que algo se rompe, o se revela, o se transforma.
En lo personal creo que la poesía es magia.


Constanza Ellwanger Bossi nació en Tucumán, en 1992. Estudia Psicología en la UNT. En los últimos años, se formó en diversos talleres de creación literaria narrativa y de poesía. Participó en eventos de lectura de poesía en Tucumán. Calmaquietud es su primer poemario.

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