Por Nancy Fernández |
Un narrador es reconocido en sus propias marcas de estilo, sus elecciones o, en la motivación de lo que en términos de Piglia, toma forma en una suerte de “idea fija”. Algo así como una caja conceptual precisa, puntual, perfecta y eficaz en los ritmos de su insistencia, en la repetición de sus figuraciones. Un artefacto cristalino, menos por algún prejuicio mal entendido de transparencia comunicativa que por la minuciosidad de los contornos que componen la imagen de los relatos. Es sabido que Fabián Soberón en sus libros anteriores aborda el problema del tiempo, si no como tema, sí como materia y suministro de aquellos procedimientos que definen un sistema de representación. En Mamá, por ejemplo, busca reponer el pasado desde los retratos e historias inagotables y cotidianas del mundo familiar. O en Todo es ahora, el presente sintoniza las urgencias de una sociedad en clave policial.
Ahora, con Futuro Berg, publicado por editorial La Papa, (como su texto precuela, Edgardo H. Berg), arroja un tiempo abierto en coordenadas que parecen narrar afirmando certezas, cuando en verdad instala la pregunta, el enigma y el secreto que promete develarse o amenaza con esconderse para siempre. Ciertamente los numerosos narradores y personajes cuentan y la máscara “Soberón” consolida con destreza y habilidad estrategias paradójicas, sospechosamente convincentes. Pero esta posición, que en verdad constituye un hallazgo y una pericia, no tiene que ver con la probabilidad de lo verídico, sino con el efecto verosímil de la elaboración de un tono, una voz que pone en escena y hace visible la situación misma de la conversación. Y es que la prosa de Soberón es un intercambio. O una deuda, consecuente con los juegos de la sucesión deliberadamente fraudulenta.
¿Cuánto vale el nombre propio en el pase de las historias inventadas? Entre la pantomima de una traición y el ejercicio testamentario de una palabra legada, Soberón nos trae de vuelta los retazos de un género gauchesco, con sus reminiscencias de pactos y desvíos. Entre la enjundia y el divertimento de la reunión y la amistad, ahora los contertulios plantean sus miradas en clave urbana y barrial, portuaria y también universal. ¿Quién es el artífice del relato? ¿Dónde se produce el punto de cruce en el que la narrativa se desplaza, se disemina o se bifurca? Uno de los protagonistas, Carlos Escudero, el cineasta, de algún modo lo expone ante Edgardo, que escucha atento y perplejo, con la indiferencia del testigo que no puede evitar los avatares de la Historia. De este modo, el regalo, o mejor, el don que Carlos le hace con Golpe de dados, de Mallarme, reescribe una lectura de Andréi Tarkovski, sobre la diferencia entre la película rodada y el montaje. Si el resultado es universo ajeno a la propiedad, en tanto producto genuinamente objetivado, es porque el cine “esculpe el tiempo y muestra la narración de lo que ha visto un ciego”. Ni los que miran ni los que cuentan o escuchan se constituyen en la potestad rubricada del nombre propio, sino que narran con la apertura, la incerteza de lo inconcluso, que no admite pertenencia.
Así como Escudero evoca los 90´ y con la caída del muro, el triunfo final del capitalismo neoliberal, no es otra cosa que lo Real mismo y desnudo lo que se manifiesta y se antepone indeclinable, como evidencia ciega o como religión secular. Y no es otra cosa que lo Real, lo que emerge desde la nueva condición del lenguaje: su falta ineluctable de necesidad. Si no se requieren palabras que sostengan argumentos ni lógicas, entonces se constituye la narración, o las imágenes que se deslizan como en pasamanos perdiendo esencia, origen e identidad. El cine, los viajes, los cuentos ancestrales del bisabuelo del Rhin, (cuento, en su doble acepción del narrar y mentir como “cuentero”), los duelos intelectuales o los desafíos en las sucesiones y las herencias. Pero sobre todo, los bordes y las tretas de la disputa y la amistad. La escritura de Fabián Soberón es relato y teatro inagotable donde cualquier sitio es punto de intercambio y cada rostro es máscara y fragmento potencial de un universo abierto y móvil.

Es Doctora en Letras, docente e investigadora en Literatura y Cultura Argentinas en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata y CONICET. Es autora de numerosos libros y artículos.