Por Romina Rosciano Fantino |
Se dice que mirar una estrella es como viajar al pasado porque lo que vemos como un punto brillante azulado que titila es en realidad la luz que salió de ella hace millones de años, los años que demoró en llegar hasta nuestro tormo orbitante. De alguna manera toda imagen -estática o en movimiento- es como un viaje al pasado, como los recuerdos, porque capturan un instante único en el tiempo (o al menos ese es el discurso más difundido).
El video en vivo de la bailarina Ana Teitelbaum fue muy azul. Las historias que había subido anteriormente tenían una luz blanca, doméstica. Se veía un baño cuya carencia de envases de shampoo en la ducha y de barrales para toallas hacía pensar que tenía poco o nulo uso. ¿O era todo una escenografía?… Desde la productora Menjunje invitaron a Ana a realizar un vivo que se retransmitió desde el Instagram de “El Tucumano” un jueves de mayo de cuarentena. Un cuello, un brazo, unas palabras poco legibles escritas sobre retales de cinta, pegados a la piel. Una cabeza en primerísimo plano que se encapucha y embarbija. Fundido a negro y nada. Luego aparece una pared con mosaicos y un espejo estilo Chippendale en la parte inferior, que refleja un breve sector de la pared opuesta. Es el mismo baño de los videos anteriores, pero con diferente luz y diferente ángulo. Música. Y el azul. Un brazo aparece súbitamente en el reflejo del espejo dando un derechazo al aire y siguen los movimientos. El cuerpo aparece y desaparece de ese reflejo, con movimientos más y menos bruscos. Parecen seguir la música pero también otra cosa: la luz, los materiales del entorno, el estar consciente en conexión con la movilidad del cuerpo propio, la cuarentena, la lucha contra el encierro, el miedo al fin del mundo, tal vez una súplica a alguien o a algo, el malestar, la preocupación, la calma y la agitación se turnan en el cuerpo. No hay más música, sólo respiración, la evidencia de esa vida que insiste a pesar de la distancia por el encierro en crear con danza, aunque no haya estudio o escenario. Todo era muy azul y estuvo muy bien que así fuera.
En los vivos y videos en línea se suman distancias semánticas: pueden surgir más capas de sentido entre el cuerpo que se mueve y el otro cuerpo que lo percibe. La presencia es -casi- por completo digital y ya es algo nuevo.
Ya no volveremos a la normalidad ¿ya no volveremos? ¿normalidad?
En el vivo de Ana la cámara apunta a la pared con el espejo y en ese segmento del espacio físico que entra en la perspectiva de la cámara no sucede nada. Es decir, no está ahí el cuerpo, no bailan esos brazos y esas piernas allí, sino por fuera de esa zona. Ana no baila frente a la cámara mas se esconde de ella, aunque dejándose ver estratégicamente en el reflejo del espejo. Es una ficción dentro de otra ficción dentro de otra ficción. Es “meta”, diría Abed Nadir. Hacer visible ese fuera de la escena es incluir en ella la zona detrás de bambalinas. El “detrás de bambalinas” es ahora la norma, porque no hay espacio más atrás que el interior del hogar.
Y Ana me ha revelado otra intimidad, la de su proceso. Pero sólo a mí, en la privacidad del WhatsApp. Así me fui enterando de su disputa con la frontalidad de la cámara, del divorcio de la danza contemporánea con el espejo de pared a pared y con la propiocepción a partir de un reflejo. “Y empecé a buscar que la cámara no me vea, a escaparme de la cámara, jugar con el espacio y poner en evidencia que hay una frontalidad brutal”, me dijo.
Brutal.
Es que el espacio mutó, se volvió casi abstracto. No es que no haya espacio o hayamos dejado de compartirlo, sino que el espacio es otro. Lo axiomático de la presencia discute con la virtualidad y reniega del covid. Eso que parecía absoluto de la presencia ahora vemos que es contingente.
Los espacios íntimos/privados se vuelven visiblemente públicos aunque presencialmente siguen siendo distantes. Pero hay un adentro que sale, que en este nuevo espacio -virtual y en línea- es afuera. En estos meses de cuarentena he visto personas con ruleros, fumando, tomando licuados o alcohol, camas destendidas, corpiños colgados, gatos, gatas, esposas, novios e hijes en reuniones de trabajo y en clases -tomadas y dictadas. Lo obligado de la reclusión domiciliaria nos hizo mirar de otra manera nuestro entorno íntimo y hogareño.
Las obras de Evi Tartari en su Instagram me recordaron que lxs artistas visuales siempre encontramos más niveles de lectura, como las personas que ven diferencia de gradientes entre tres esmaltes de uñas que parecen idénticos. Lo que está ahí dado a la mirada y es rotundo, para un/a artista visual es una posibilidad entre muchas. Que la ropa esté doblada dentro de cajones en el placard es una posibilidad, hasta una casualidad. O las herramientas guardadas en las cajas, o las hojas acomodadas en los cuadernos. Sabemos que una cosa que es movida, girada, mostrada u ocultada puede cambiar el sentido. El sentido de la imagen, de lo que se ve. De lo que miran.
La ficción es también del cuerpo y del ser mujer. En varias de las fotografías el cuerpo se desvanece aturdido por el blanco de la sobreexposición a la luz solar o entrecortado por su movimiento contra un fondo fijo, y también se repliega detrás de un barbijo, delantal y mesa de trabajo. Se interroga con la cámara para tratar de responderse cuál es ese nuevo lugar que ocupa mientras da vueltas a la calesita encerrado en una casa, mientras afuera -y adentro- se siguen cuestionado los convencionalismos patriarcales.
Por eso cuando Evi muestra su cuerpo en los espacios de su casa no es un retrato ni una fotito para juntar “megustas” en las redes, es noción encarnada de que su estar y transitar sus espacios habituales han cambiado. El enfrentamiento sin corte con el propio habitar casi puede resultar intolerable, ves más seguido esa cotidianeidad que empieza a volverse pregunta. Ves, sin interrupción del continuo de la consciencia, lo que está ahí y te refleja el propio ser, y ves significados por todas partes. No son placards, alacenas, cajones, tenedores, papeles higiénicos, plantas, gubias, mesas, lámparas, libros, puertas y muebles. Ya no son objetos y espacios, son posibilidades semánticas.
Sólo queda hacerlas imágenes.
Ana Teitelbaum
Nació en 1971 en Tucumán. Es bailarina, coreógrafa, docente y arquitecta. Enseña en ‘El Estudio’ y en la Escuela de Bellas Artes de la UNT. Obtuvo becas de la Fundación Antorchas (1998) y del Fondo Nacional de las Artes (2019), fue seleccionada para el Encuentro Sudamericano de danza contemporánea en Chile (2001). Desde 1998 desarrolla su actividad integrando el grupo El Estudio, el Grupo de danza contemporánea de la Provincia (2001-2004), Club Tucumán Carne (2004-2005), Colectivo TuCarne (2009) y actualmente el colectivo feminista de artistas La Lola Mora. Le gusta pensarse como aprendiz.
Evi Tartari
Es nativa y residente de Tucumán, Argentina. Es Licenciada en Artes Plásticas y Técnica Universitaria en Fotografía por la UNT. Su obra recibió el primer premio en el XLIII° Salón de Tucumán para el Ámbito Nacional-Fotografía en 2014 entre otros premios, y fue publicada en diferentes revistas y ediciones nacionales e internacionales. Es docente, adscripta al “Taller C” de la Facultad de Artes UNT, Agente Técnica Territorial en lenguaje audiovisual en el Ministerio de Educación de Tucumán y jurado en el “Anuario Fotográfico” de APA. Se especializa igualmente en cerámica y es comunicadora de diversos proyectos artísticos.
Imagen 1: Ana Teitelbaum, Still del video en vivo El baño (2020)
Imagen 2: Ana Teitelbaum, Still del video en vivo El baño (2020)
Imagen 3: Evi Tartari, Sobre la luz y su capacidad de (des)velar o cegar (2020)
Imagen 4: Evi Tartari, Sobre la fotografía como hecho (o lecho), si es matar el tiempo o retenerlo vivo. A veces una, a veces la otra (2020)
Imagen 5: Evi Tartari, Fotografía como mapa. Una edición inasible de tiempo (2020)
Imagen 6: Evi Tartari, S/T (2020)
Nació en San Miguel de Tucumán en 1986. Es artista visual, Licenciada en Artes Plásticas por la UNT, investigadora independiente y docente de nivel secundario y superior. Fue becaria en diferentes oportunidades del FNA y del CIN, su obra artística fue premiada en salones y concursos. La misma se pregunta –e intenta responder- por lo social y su contexto, desde una perspectiva crítica y analítica. Fundó las JEIA (2015), el CEPAC (2017), es miembro de sensotucuman.com y es Co-directora de Linde Contemporánea. Cuenta con artículos en publicaciones locales y nacionales. Es fan de Seinfeld y The office.
muy bueno e interesante- No dejen para despues. No mirar el ahora. Mirar el pasado yasi construir el futuro
Un título sumamente original y hermoso,Las dos artistas entrevistadas muy de avanzada,Un lenguaje de excelencia
Conozco solo de nombre ( Que es como una trayectoria artística en sí misma, en Tucumán) a Ana Teitelbaum, por lo que me dejé guiar por los ojos y dedos de la Licenciada Rosciano Fantino en esta página. Sutíl experiencia.
Con Evi es distinto, porque conozco su obra y hasta recuerdo algunos fragmentos de su alma.
Agradezco la existencia de esta revista y de las tres artistas conjugadas: me permitieron encontrar una Tucumán distinta, entre tanto ridículo anartístico agobiante.