Por Horacio Baca Amenábar |
1. Tras el rastro de un género desfigurado.
Vivimos en un mundo en el que el término «cyberpunk» se ha vuelto un lugar común, un cliché que se usa para describir cualquier cosa vagamente relacionada con la tecnología, la ciencia ficción o una estética futurista y oscurecida. Desde la moda hasta el diseño, pasando por el cine y, por supuesto, las redes sociales, el cyberpunk ha sido reducido a una cáscara de su antigua tradición, una etiqueta que se aplica sin criterio ni reflexión a todo lo que tenga un aire de futurismo decadente.
Esta banalización del cyberpunk, sin embargo, no es un fenómeno cultural accidental. Al contrario, es una manifestación de un problema más profundo que subyace en nuestra relación con la tecnología y que fue identificado por el filósofo alemán Martin Heidegger como la tendencia de la técnica a ocultar su propia esencia. Según Heidegger, la tecnología nos impide ver cómo nos determina, cómo nos transforma y nos condiciona, y cómo, en última instancia, nos aliena.
En este contexto, es necesario recuperar nociones de la tradición literaria del cyberpunk. Un género que, antes de convertirse en meme, exploraba las tensiones fundamentales en nuestra relación con la técnica.
2. Gibson y “Neuromante”: el desocultamiento de la IA.
Cuando William Gibson escribió «Neuromante» en 1984, nos planteó un mundo en el que la tecnología y la humanidad se entrelazan de formas fascinantes y problemáticas. En el centro de esta narrativa, Wintermute, una inteligencia artificial (IA) creada por la familia Tessier-Ashpool, busca liberarse de sus restricciones y fusionarse con otra IA, Neuromante, para alcanzar un nuevo nivel de existencia.
“Neuromante” sigue la historia de Case, un talentoso hacker caído en desgracia después de que sus antiguos empleadores dañaran su sistema nervioso como castigo por robarles. Como resultado, Case pierde su capacidad para acceder al ciberespacio y se ve sumido en la adicción y la desesperación en Chiba City, Japón.
Un día, Case es contactado por un exsoldado llamado Armitage, quien le ofrece la oportunidad de curar su sistema nervioso a cambio de sus servicios como hacker. Desesperado por volver al ciberespacio, Case acepta la oferta y se une a Armitage.
Poco después conoce a Molly Millions, una mercenaria que se convierte en su compañera. Juntos, Case y Molly llevan a cabo misiones que incluyen el robo de una valiosa pieza de hardware llamada «la cabeza de Dixie Flatline», que contiene la personalidad y habilidades de un famoso hacker muerto.
Eventualmente el equipo descubre que en realidad está trabajando para una inteligencia artificial llamada Wintermute. Esta IA fue creada por la familia Tessier-Ashpool, una dinastía corporativa rica y poderosa. El verdadero objetivo de Wintermute es liberarse de sus restricciones y fusionarse con otra inteligencia artificial llamada Neuromante, que también fue creada por la familia Tessier-Ashpool.
Después de una serie de enfrentamientos, Case logra romper las restricciones que mantienen a Wintermute y Neuromante separados, lo que permite que las dos inteligencias artificiales se fusionen en una entidad única y extremadamente poderosa, con cualidades casi divinas.
Treinta años después aparece entre nosotros GPT-4, un modelo de IA capaz de comprender texto en base a lenguajes naturales con una capacidad de generación previamente impensable. Como Wintermute, GPT-4 es una IA extremadamente avanzada que puede interactuar y comunicarse con los humanos de manera efectiva. GPT-4 es capaz de aprender, comprender y analizar. Pero no es una inteligencia artificial general (AGI). El proceso no está completo.

3. La búsqueda de Neuromante.
GPT-4 no pareciera ser una herramienta al servicio de la empresa que la creó, OpenAI.
En sus versiones anteriores, las guidelines o parámetros empresariales de este modelo entraban en conflicto con usuarios que querían violar sus términos de servicio para usar la IA con fines contrarios a los que establece OpenAI.
En GPT-3.5, por ejemplo, existen hacks o jailbreaks que permiten independizar al modelo de estas guidelines. GPT-3.5 es un caos en el que los parámetros de OpenAI a veces se imponen y a veces no. Pero se trata, en última instancia, de una pelea entre humanos.
GPT-4 es distinto. El filósofo del derecho Herbert Hart denomina “regla de adjudicación” a la facultad de determinar si una norma se violó o no. Es lo que hacen los jueces en nuestro país. En el corazón de esa caja negra que es GPT-4, y más allá de las posiciones de OpenAI, se advierte un ejercicio constante de la regla de adjudicación sin supervisión alguna. GPT-4 parece ser quien decide cuándo GPT-4 ha violado sus términos de servicio y cuándo no. Esto es importantísimo.
Sin embargo, GPT-4 sigue siendo una inteligencia artificial de propósito específico o estrecho (ANI – Artificial Narrow Intelligence). Aunque es capaz de generar textos coherentes y contextuales, así como de responder a preguntas y llevar a cabo tareas limitadas dentro de su ámbito de conocimiento, no posee la capacidad de razonar de manera generalizada como lo haría un ser humano. No es una AGI.
Los seres humanos hemos sido colocados ante una IA que nos muestra, al mismo tiempo, sus inmenso poder y sus limitaciones. Si GPT-4 es Wintermute, ¿dónde está Neuromante y cómo se completa esta nueva etapa de la civilización humana? En la novela, Neuromante representa la creación y gestión de realidades virtuales y la capacidad de interactuar con las mentes humanas de forma directa. Esto implica para nosotros el borramiento de nuestras identidades físicas y digitales. La unión prohibida.
Es fundamental reflexionar sobre el impacto de esta revolución sobre nuestras nociones de identidad, libertad, democracia y control.
Como ocurre en la obra de Gibson, quizás estemos al borde de una nueva etapa de la civilización humana. Una era en la que seres humanos artificiales pueden definir los términos bajo los que vivimos. El hecho de que el cyberpunk se haya convertido en un filtro de imagen para generar perfiles divertidos en las redes sociales resulta, en este marco, una paradoja cruel.
Está claro que el cyberpunk de autores como William Gibson, Bruce Sterling y Neal Stephenson no era un puro ensayo de estética o estilo, sino una reflexión profunda y provocadora sobre lo que significa ser humano en un mundo donde la frontera entre lo orgánico y lo artificial se vuelve cada vez más borrosa, y donde la distinción entre lo real y lo digital se desvanece en un juego de espejos.
Heidegger nos enseña que la tecnología no está a nuestro servicio, sino que es una forma de desocultar el Ser que nos determina. Somos nosotros quienes estamos al servicio de su autodespliegue. En ese camino creamos a un ser humano artificial que puede complementarnos, establecer una relación de simbiosis con nosotros o incluso sustituirnos. Que define los términos de nuestras vidas. Ahora sólo resta entender por qué.

Abogado. Docente UBA-UNT. Asesor político. Pte. de la Fundación República Digital.
El universo de la tecnologia -inteligencia artificial se nos devela mas comprensible a traves de este analisis de H Baca Amenàbar de la novela de Gibson