Sobre una obra de Valeria Maggi
Por Ignacio Cassas |
La obra de Yukio Mishima está plagada de personajes que van a morir, y en su narrativo desentrañamos los motivos que los llevan a fenecer. Pero, ¿qué sucede con el último escenario que visitan los personajes?. La aniquilación se da en un lugar concreto. Vamos a partir por el cuento del mencionado autor “Muerte en el estío”, donde quienes van a dejar este mundo, lo hacen en una playa. Pero nuestro fin no es acompañar a los personajes que danzan hacia la hora funesta o a quienes los sobreviven y deben deslizar su vida durante un luto. No. Nosotros somos espectadores que no han visto el hecho, somos fortuitos y vamos a permanecer observadores a la playa, como si fuera cualquier otro día, con una mirada casual e imaginativa.
Sitúese en el escenario siguiente; usted una tarde ha decidido dar un paseo por una playa, y mientras de pie frente a la arena, frente al mar, decide tomarse un tiempo para permanecer allí. Usted puede estar callado, especulante y preguntarse: ¿Qué habrá acontecido aquí? ¿Quién habrá sido dichoso o infeliz? Con toda seguridad, alguien, próximo o lejano a nuestro presente se vio atravesado por alguna situación. Pero a usted, le toca estar lejos de los acontecimientos, le toca ver la ausencia de los actores.
Y esto es lo que nos muestra Valeria Maggi en su pintura. Hay una soledad que ignora la relevancia material de los objetos, carece de valor el fin mimético. Lo que nos muestra es un escenario teñido por los acontecimientos no presentes. El paisaje nos permite pensar no solo en lo inmediato, sino en el tránsito de lo que no podemos ver.
Por lo general, el paisaje nos sobrevive, nos entierra, nos absorbe. Esto da lugar a que nos muestre lo evidente, la superficie de los objetos, pero no hay que olvidar, que aquello que nos es inmediato se cimenta sobre los muertos: allí es donde hablan los fantasmas.
Como se percibe un fantasma si no es por medio de la extrañeza, de la inquietud generada por un entorno que de primeras puede no levantarnos sospechas. Un disco violeta se oculta en el horizonte, una playa rojiza arde, un mar rosa está anémico y una serpenteante sombra próxima a las manos del mar es llamada con insistencia. Todo lo expuesto no es otra cosa que la evocación de los acontecimientos, que solo pueden ser intuidos cuando el objeto representado se ve afectado de alguna manera.
Si no hay presencia humana algo debe generar la impresión en nosotros de que por allí anduvieron. La proximidad a la mimesis puede generar huellas para el antropólogo o para el historiador. Pero la experiencia de lo humano excede lo evidente, por ello el paisaje de Valeria abandona el lugar de la fidelidad. La experiencia de lo humano sólo puede ser señalada por la inquietud de lo fantasmal y es aquel quien puede desmoronar lo conocido por la cotidianeidad, por la habitualidad. Lo podemos leer en uno de los párrafos finales del cuento de Mishima:
El césped se doraba bajo el sol de la tarde. Todo estaba exactamente igual que hace dos años atrás. Una malla azul, verde y roja se secaba en la hamaca blanca. Dos o tres tejos desaparecen entre la hierba. Allí donde había reposado el cuerpo de Yasue, el césped tenía una tonalidad algo más oscura. Los rayos del sol parecieron, a través de las ramas, reproducir el verde ondular del traje de baño de Yasue. Masaru no sabía que allí habían depositado el cuerpo de su hermana. Solo Tomoko sufrió aquella alucinación. Como para Masaru el episodio en si no había ocurrido hasta que se lo notificaron, aquella porción de césped sería siempre para él solo un sombreado rincón.
Este es un claro ejemplo de ambas disposiciones del paisaje. El mimético y el que lo excede para evocar lo fantasmagórico. Tomoko ve al fantasma de los acontecimientos porque ella vio a quienes mueren, y Masaru ve solo la tonalidad del césped, debido a no haber estado presente. Vemos como el fantasma de los acontecimientos hace al entorno diferente. Y esto es lo que vemos gracias a la pintura, como Masaru, no hemos estado in situ, pero gracias al trabajo de la artista podemos presenciar como, cuando un paisaje se desentiende de lo evidente, evoca con toda seguridad, la humanidad no presente durante nuestra contemplación.
Por eso el sol violeta huye durante la tarde; el mar es débil; la arena rojiza hierve; la palmera enfurecida de vida crece hasta lo imposible y la sombra sin objeto responde a la insistente llamada del mar.
Valeria Maggi es Lic. en Artes Plásticas por la Facultad de Artes de la UNT. Participó del programa de artistas de la Universidad Torcuato Di Tella (2014). Cuenta con numerosas exposiciones y premios individuales, algunos de ellos: Exposición, Paisaje en Constitución Galería, Buenos Aires, Argentina (2024); El primer lugar en pintura por parte de la fundación Fortabat, Buenos Aires Argentina (2019)
Participó del Programa de artistas de la Universidad Torcuato Di Tella (2024-25). Es estudiante avanzando de la licenciatura en Artes Visuales de la Facultad de Artes (UNT).