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ISSN 2684-0626

 

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Los restos del mundo habitados por la poesía

Sobre Lucero de ruinas, de Pablo Toblli

Por Natalia Zanotta |

Dicen que reseñar, es «dar una noticia breve acerca de una obra literaria”. Las condiciones de brevedad y la elipsis las dejo para otro momento.

Para anoticiar sobre » Lucero de ruinas», utilizaré todas las palabras que se me ocurran y seguramente no alcanzará para nombrarlo de manera completa. Porque transitarlo fue descubrir un camino repleto de bondades y eso no se puede resumir en  dos palabras.
Para comenzar, diré que no me gusta utilizar ciertos términos y adjetivos para nombrar a la poesía. Adjetivarla es traicionarla, es en mi humilde concepción, matarla, y lo que menos necesita la poesía es estar muerta. Pero como ser humano contradictorio que soy, algún adjetivo tendré que utilizar y aún así seguirá latiendo, porque en “Lucero de ruinas”, la poesía está viva, habla, conmueve, late.

Ya en sus primeras páginas me detengo y releo en el poema homónimo:

 “Disuenan los días extraños/ espero en la no espera/ por eso las estaciones se inmolan/ sin teoremas donde enjoyar los huesos/ porque el río es de todos/ y el lenguaje también/ los ciclos son del cosmos/ y en las mesas de tus juicios/ sin voz son traspuestas/ y ya no te acogen”. Podemos apreciar la presencia poética que asume sin cuestionar lo que le es dado y lo comparte sin ningún descuido, permitiendo al lector deambular por los versos con total libertad, imaginando a Heráclito o a Platón, a Baudelaire o a Pablo, lo que muestra con exactitud que estamos frente a un pacto de profundo encuentro con el poeta y su lírica concreta, que dice:

 “Hablaremos con más de treinta bocas/ cuando el mundo quede chico/ hasta acudir al silencio sin medidas.” (frag, de Éxodo de olvidos).

En estos tres versos el oxímoron constituye la certeza de que estoy avanzando sobre los escombros universales, que no me impiden continuar.

Para mi disfrute personal, sigo leyendo y me encuentro ante un libro donde todo está en su lugar, sin adornos. En cada poema hay poesía. Y aquí me detengo un segundo a explicar esta afirmación, casi como una certeza, no en todo poema hay poesía. En “Lucero de ruinas” sí, la poética es el agua que quita la sed, es la existencia vital en cada palabra. Es la voz del poeta que camina por las ruinas, por los restos de un mundo aún habitable, con más preguntas que respuestas. Con más dudas que certezas. Pero un mundo que no fue aniquilado, que sobrevive, que aguarda con cierta nostalgia existencial que suceda un nuevo “Big Bang”. Y eso lo convierte en lucero.

 “Dirán juntos: no nos recordarán/ como borrachos y devotos de la luna claudicante ya/ Saldremos a un cielo siniestro y asfixiante/ y miraremos el horizonte sin estrellas/ mas descenderemos a una palma como arrullos amébicos/ sin ojos para vivir eternamente/ ¿o crees que acaso somos los únicos sobrevivientes/ de una ciudad que se ha estirado solitaria/ como una perfecta alfombra verde? (frag. de Apólogo en la última noche).

En medio de esas “ruinas”, Pablo consigue el “Hecho estético”, del que tanto hablaba Jorge Luis Borges, en treinta y tres poemas que demuestran que no hace falta sentarse a buscar las palabras, asumo que  ellas lo encuentran a él por medio de su decir y el fuego se enciende a medida que se avanza en la lectura. Quema los ojos y a la vez alumbra, el camino se va abriendo en medio de los escombros de la vida misma y se puede vislumbrar eso que los poetas consideramos esencial a la hora de escribir. El sentir, en su más amplio espectro. Porque en “Lucero” se siente el olvido, el silencio, la música,  la influencia del rock, el hartazgo de ciertas cuestiones que no dejan de interpelarnos. El sentir del amor, porque también se siente el amor, con determinada prudencia y temor, porque me invade la sospecha, que últimamente se le teme a los poemas de amor. Sin embargo, hay un lugar importante y es necesario rescatarlo de mi conjetura:

Ruptura

“Podría haber comenzado este poema/ con bellos ribetes de alta literatura inmemorial/ pero elegí llorar/ Sé que no te gustan los recomienzos/ pero al menos no hay otro camino/ para ahogar la muerte/ Tanta armonía impostada/ en el rescoldo de tu ausencia/ no sabremos parir al alba del mañana/ y menos a este final tan romántico de poema/ Dejemos esto.

Leo “Ruptura” y me sacudo. Cuerpo y poema vacilan y aceptan, al estilo Milan Kundera la “insoportable levedad del ser”.

En cada página está la poesía buscando al lector, atrapándolo, interpelándolo. “Un cross a la mandíbula”, definía Roberto Arlt, a la literatura que conmovía. Algo así sucede con el poemario “Lucero de ruinas”. El lector  no dejará de preguntarse si se puede emerger o no, desde las propias  ruinas y transitar ese sendero de piedras, palos y tiempo. Tiempo que es otro, ajeno, perdido y recuperado en parte,  en este libro que pone los puntos sobre la “ies”, y lo hace suficiente para no morir. Las ruinas son una opción, y la poesía lo celebra.

“Sólo de este mundo/ en el que las cuentas parecen rebatir/ estos años de malos encuentros/ la belleza se espejisma a cada segundo/ Quisiera que todo desvanezca/ menos estos cercos que son las noches de poesía/ que a la belleza cazan en un frasco.” (frag. de “La alternativa de las ruinas”)

La poesía no se desvanece en ningún momento. Pablo logra cercar la palabra y arrojarla al lector. Ahora toca poner a cada uno/ una, su granito de arena, y leerlo. Gracias por esto.

Este libro está disponible para su compra en la Tiendita

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Datos del libros: Lucero de ruinas, de Pablo Toblli (Ediciones Último Reino, 2017)

Disponible para su compra en: https://lapapa.online/lucero-de-ruinas/

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