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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Nos permitamos viajar en colectivo

Por Gonzalo Roncedo |

Para comenzar a escribir sobre el libro de Álvaro Astudillo habría que reseñar alguna cotidianidad, pero en quien suscribe sonaría falso el memeco hiperrealista, a no ser que conjeture por hiperrealismo lo que entiende en su realidad de lector desde el lugar transitado, vario, pero jamás cliché, del viaje. Sonaría falso  hablar, por ejemplo, de anteojos de carey o de dulce de leche para discutir este libro desde la mirada del que escribe. No nos engañemos: toda crítica habla más del crítico que del objeto criticado salvo que, rara avis, se pueda impersonalizar la lectura como una academia de cánones. Otros quizá de eso extraerán charlas universitarias. A mí «Quiquirimichi» me recuerda la bella despersonalización que  perdemos ¡cuántas veces! entre trabajos, compromisos, embotellamientos (salvo que con afano sigamos la odisea del 118, del 102 por el alto Yerba Buena, o que nos perdamos por el 6 yendo al barrio Diza, y así con cualquier línea) para buscar entre bazares la miscelánea que despierte a quien sueña poesías y/o épicas, o romances, incluso sin saberlo, viendo Netflix (antes algún nostálgico recordará los «Cuentos asombrosos» de Spielberg; el lector de comienzos de siglo pasado se deslumbraba con los piratas de «La isla del tesoro», con las noches árabes, en fin). El tema del libro, a pesar de su innovación temática al revelar a los lectores no de siglo XXI la cotidianidad juvenil, sobrevuela cierto girondismo que contrapone los suburbios al trabajo, chasqueando casi la «Balada de la oficina» de Mariani o, mejor, «Bartleby, el escribiente», de Melville. 

Nos permitamos leer este libro. Nos permitamos viajar en colectivo, con el libro en mano, abandonados a nosotros mismos poniendo el ojo en algún texto. Nos merecemos existir, escapar de tanta urbanidad de obligaciones con quiquirimichis.

Imagen: Quiquirimichi de Alvaro Astudillo Mattalia. Monoambiente, 2019.

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