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ISSN 2684-0626

 

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Prender el fuego y poner la mesa

A propósito de la IV Feria de Editoriales Tilde, en la ciudad de Córdoba

Por Tamara Pachado |

Cada proyecto editorial es el resultado de una combinación, un tanto extraña, de las trayectorias personales respecto del objeto libro, las experiencias de lectura y los vínculos con personas que se dedican a la tarea escrituraria, al diseño de piezas gráficas, que participan de la ceremonia que (aún hoy) es la lectura en voz alta –para otros, para una misma, simultáneamente.

Pero sobre todo, me animo a decir, responde al deseo incontenible de compartir la belleza con la mayor cantidad de personas posible. Cada proyecto editorial, entonces, es una locura: hay un texto en mi bandeja de entrada, en un archivo de word, no puede ser que lo haya leído solamente yo e inmediatamente reenviarlo leé esto por favor, imaginar una portada, una contratapa que diga la verdad y un camino hasta sus lectores. Este deseo debe cumplirse, en principio, porque el gesto de compartir crea comunidad. ¿Qué otra cosa va a salvarnos de la intemperie sino la propuesta de hacer algo en común? Y, luego, porque no hay editorial que pueda desarrollarse en soledad. Por ello, existen tantas en nuestro país.

La Cámara Argentina del Libro publica estadísticas cada año; en esos números, las editoriales independientes son, en un promedio de los últimos 10 años, 700. Si tenemos en cuenta que la membresía de la CAL representa un costo fijo alto para un proyecto pequeño y que, por lo tanto, una gran cantidad de editoriales no se asocia, ese número ¿cuál sería? Y ¿dónde están, qué territorios las contienen? ¿qué escritorxs y lectorxs les otorgan sentidos? ¿qué librerías comercializan los títulos? ¿qué salas acogen a las personas en cada presentación? ¿quiénes sirven el vino que allí tomamos?

Prender el fuego

Dicen los que saben[1], que las ferias de libros comienzan en Europa en el siglo XV, en un escenario que todavía no cuenta con la figura del editor moderno y por lo tanto conjuga libreros y escritores, ofrece manuscritos y objetos similares al libro tal como lo conocemos hoy, y genera un tipo de comercio en torno a la reproducción de obras que irá atrayendo cada vez más personas. Así se consolida la feria en la ciudad de Frankfurt, Alemania, que es hasta hoy la más importante del mundo. Se negocian allí, por ejemplo, las traducciones al español que luego leeremos en la reposera frente al Quilpo. ¿Quiénes toman esas decisiones? ¿Elegimos lo que leemos? En América Latina, el evento que tiene una magnitud semejante es la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que está celebrando su edición n°49 en este preciso momento, del 24 de abril al 12 de mayo, en el Predio Ferial La Rural.

Sin embargo, existe un murmullo editorial en Argentina que integra la voz de una infinidad de editoras y editores. Una conversación permanente, de barrio, entre grupos que se dedican al oficio en tanto hacedores culturales de la calle, de donde recogen lo que hoy se escribe en nuestra lengua, bajo nuestros techos, a orilla de los ríos, en las playas, en sierras, montañas, valles, pampas y estrechos. De esa conversación y de la escucha atenta de lo que allí resuena, surgió la Feria de Editoriales Tilde, que sucede una vez al año en Córdoba.

Tilde convoca proyectos editoriales de distintos puntos del país a modo de extender una propuesta de lecturas hacia un público inquieto, en la comprensión de que necesitamos espacios propios en los cuales compartir –otra vez- el quehacer editorial con lxs colegas. Porque es allí, en el encuentro, donde los catálogos toman dimensión.  

Tamara Pachado junto a los editores Facundo Iñiguez y Pablo Donzelli de La Papa Editorial.

Poner la mesa

“¿Cuál es el valor de los rayos, los truenos y la lluvia?”[2] se pregunta Silvia Rivera Cusicanqui cuando relata las formas de comercio andino desarrolladas por las comunidades, a los fines de comprender cuál era la medida de valor que les permitió crear un tipo de mercado mediante el cual regularon la hostilidad y los intercambios ceremoniales. Una red comercial, que se hacía a pie, durante semanas. Con estas prácticas “tejieron una trama social duradera: redes de parentesco y vecindad, comunidades rituales y laborales, desperdigadas en espacios verticales que les daban acceso a pisos ecológicos de diferente altura. Las islas de este archipiélago se convirtieron en zonas productivas articuladas por un complejo sistema de mit’as o prestaciones laborales”[3].

La edición 2025 de Tilde, que sucedió el primer fin de semana de abril, convocó 87 sellos representantes de nueve provincias: Neuquén, Santiago del Estero, Tucumán, Buenos Aires, Entre Ríos, La Rioja, Santa Fe, CABA y, por supuesto, Córdoba (que significó un 42% de la oferta editorial). El escenario fue el Centro Cultural Córdoba, un edificio público de 15.500 m2, vecino del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa y del Museo de Ciencias Naturales Arturo Illía. Los libros llegaron desde las localidades más diversas para ocuparlo, y vale la pena mencionarlas: Unquillo, Rafaela, Barracas, ciudad de La Rioja, Villa María, Yerba Buena, Río Tercero, Villa Ciudad Parque, Morón, Traslasierra, Villa Allende, ciudad de Santiago del Estero, Mendiolaza, Capilla del Monte, ciudad de Neuquén, Rosario, Paraná, La Plata, ciudad de Córdoba…

Con Rivera Cusicanqui comprendemos que la forma ferial de transacciones, el traslado de mercancías de una región a la otra en nuestras valijas, el trueque, el pago con plumas de guacamayo[4], los matrimonios entre editores, las coediciones, tienen larga data en América. Y ella lo dice mejor que yo: “permitió a este conjunto de sociedades –incorporadas al Tawantinsuyu por los últimos Inkas- habitar extensos territorios multiétnicos, donde convivieron comunidades, lenguas y dialectos en la medida en que fueron (re)ordenando sus territorios. La autonomía y autosuficiencia se funda así en la elaboración de cosmogonías comunes que articulan diversas deidades ancesatrales locales a escala cada vez más amplia. Y todo este proceso da lugar y a la vez es resultado de un sistema de intercambios múltiples, polivalentes, a la vez materiales y simbólicos”[5].

Tilde acompaña la oferta editorial con una programación ajustada al murmullo mencionado: entrevistas públicas a escritorxs, conversaciones con representantes de una región editorial, lecturas de poesía en la voz de sus autorxs, música en vivo; actividades todas con entrada libre y gratuita, que suceden a sala llena no por la “fama” de quienes participan sino por su resonancia, porque constituyen una respuesta a lo que se escucha por ahí.

La mesa está puesta.


[1] Richard Uribe Schroeder, “Origen de las ferias del libro”, en Juan Pablo Mojica Gómez (coord.) Las ferias del libro. Manual para expositores y visitantes profesionales, CERLALC-UNESCO, Bogotá, 2012.

[2] En Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis, Tinta limón, Colección Nociones comunes, p. 48, Buenos Aires, 2018.

[3] Ídem, p. 46.

[4] Ídem, pp. 47 y 48.

[5] Ídem, p. 46.

Tamara Pachado (Villa Allende, 1976) vive en Córdoba. Es licenciada en Comunicación social por la UNC y tesista de la Maestría en Interculturalidad y Comunicación en la UNGS. Codirige el sello editorial Los Ríos, es docente en la carrera de Producción Editorial en la UNER, y productora de la Feria de Editoriales Tilde, junto a los editores Matías Lapezzata y Alejo Carbonell.

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