Por Lía Chambeaud |
Los relatos que dan cuerpo al libro unen, con simpleza y emoción, las vidas y años de quienes anidaron en Tucumán en los 60 y los 70 y amarraron las luchas por cambiar el mundo, desde nuestro propio mundo, este de la cotidianeidad, que nos configura día a día y nos pone luz y lágrimas en los ojos.
La Memoria que no se pierde ni se borra, aunque tengamos olvidos o vacíos siempre está en los recuerdos, en los dolores, las alegrías y las tristezas, pero también en la esperanza de que “esos irreales” que memoramos estén siempre presentes.
Los primeros relatos unen la historia de los valientes tucumanos que junto a Belgrano ganaron la Batalla un 24 de septiembre de 1812, y el valor de una maestra que viaja al campo todos los días y ama enseñar. La maestra que pone énfasis en enseñar a sus alumnes sobre la rebeldía y la desobediencia de nuestro patriota para lograr enfrentar a los realistas.
La valentía de la maestra en su diario camino bajo la lluvia, para compartir y hacer la patria con sus alumnes en ese campo de Los Nogales, que hace de Tucumán su legado. Son solo cinco días de lluvia, miedo, soledad y compañía que dan cuenta de la vida de una compañera docente, de su memoria, de su biografía.
Y es allí donde los irreales se hacen reales y con sus nombres nos van diciendo de los encuentros: de amores, de la historia de la militancia, pero también de las angustias, miedos y dolores conque el terrorismo de Estado nos iba golpeando, expulsando a compañeras y compañeros al exilio, así como al secuestro, la tortura y la desaparición.
Y el homenaje no está ausente y son esos nombres que aún retrotraen los rostros, las historias y la pérdida de aquellos y aquellas: los y las compañeras con quienes caminamos las calles, las veredas y la etapa de la vida que aún no se pierde y sigue estando en les hijes y les nietes que sostienen la memoria desde sus propias vidas.
Pero “La Comparecencia” de mayo de 1976 nos penetra el cuerpo desde la carta que Sara le hace llegar a su familia, en la que les explica su huida después del encuentro forzado con el interventor militar en su lugar de trabajo. El uniformado que llega y les hace sentir que arribó el dueño de sus voluntades y sus vidas; recuerda, “…. me mira y en voz alta como si hablara para su tropa, me ordena: Sara Villada Piñero, el lunes a las siete y media preséntese en mi despacho”. Y con el pecho constreñido, leemos cómo cuenta, desde lo que recuerda de aquella inquisitoria, como un testimonio que no escuchan jueces, pero concurre a completar la Memoria que falta en la historia de aquellas generaciones “Reales” y que finaliza cuando el militar le pide “Más nombres, los que no figuran en el sindicato con sus apellidos y domicilios. Piénselo”.
Y la Injusticia de la justicia también se hace presente desde un relato que nos identifica con la reflexión imparable de quien sabe y lo puede decir, que en las “causas” de les menores, debemos cambiar esa palabra y empezar a decir “consecuencias”, que mejor expresa la desigualdad e injusticia.
Y no quedaron afuera las experiencias vividas en los exilios y las vueltas, los reencuentros y las historias familiares en nuestras vidas, vidas contadas desde las mujeres y por una mujer. Y es también la memoria que falta aún completar desde las propias militantes, muchas olvidadas o consideradas secundarias en la militancia.
La real, la autora, retoma la línea de la historia que Tucumán ha vivido y está viviendo en sus luchas y sus atropellos, desde Penélope, Ulises y Telémaco. Los irreales y la ficción de sus relatos van derramando paisajes de la Isla y el Jardín de Tucumán donde la Señora Justicia, según cuentan algunas vecinas, dice, se sacó la venda imparcial y se puso una capucha, tirado la balanza y empuñó “la picana” y salió vestida de hombre en unos autos verdes sin patente. Desde entonces, dice Penélope, la gente en Tucumán, no sabe qué es la justicia, aunque van y vienen en ella.
Y algunos genocidas están junto con los presos comunes y cuentan sus mentiras también. Y la vida en Tucumán va pasando y se proponen ellos tres, ficcionados, seguir luchando por los sueños, aunque no siempre los encontrarán.
Penélope se sentará en la fuente de agua del parque y esperará que las luces se prendan y reaparezcan quienes fueron les creadores de los sueños que andan rondando sin encontrar lugar.
Los irreales, de Alba Vera Figueroa (Metrópolis libros, Buenos Aires, 2021).
Profesora de Pedagogía con orientación psicológica- Facultad de Filosofía y Letras de la UNT-, Psicóloga Social e Investigadora del CIUNT, fue docente universitaria muchos años. Profesora Adjunta Regular de la Cátedra “Didáctica General” y profesora de la Cátedra “Introducción a la Educación” del Profesorado en Juegos Teatrales en la Facultad de Artes de la UNT. Profesora del Pos Título en “Investigación Educativa” de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Consejo de Pos Grado de la Facultad de Artes.
Lía Chambeaud tiene una reconocida trayectoria de gestión en organismos educativos y socio culturales, fue Directora del Museo de la UNT, Directora de Enseñanza Media y Superior de la Secretaría de Educación y Cultura de la Provincia con el advenimiento de la Democracia, Secretaria Académica de la Facultad de Artes de la UNT y Subsecretaria de Extensión Universitaria del Rectorado de la UNT.
La memoria no se pierde ni se olvida!!!
Así es Lía querida.
Todos viven en y con nosotros y nosotras.
Nuestra heroica generación!!!.
Y nos mantiene dolores, amores, orgullos y fuerza para seguir adelante en esta lucha por un país para todos…