Por Mónica Cazón |
Ficha Técnica:
Lugar de permanencias (Inflorescencia Editorial, 2022)
Autora: Francisca Alarcón Irrazabal
Género: poesía
Prólogo: Andrea Barbá
Reseña de contratapa: Aixa Rava
Ilustración de tapa e interior: Isabel Reyes Zeballos
Diseño y maquetación: Ricardo Ordóñez
Coordinación y edición: Gabi Olivé
Con una lírica transparente, Francisca Alarcón Irrazabal nos encandila con su primer libro de poesía, Lugar de permanencias. Recorre el difícil terreno de lo íntimo, que nos traslada hasta insospechados caminos donde la libertad de expresión y el manejo del lenguaje, son imposibles de separar. La poeta vibra, percibe, observa, y posibilita de esta manera la creación de una “lengua privada” que, si bien se encuentra sujeta a normas convencionales, se mueve en una órbita autónoma, paralela a la real. No cabe duda, en Lugar de permanencias, hay un intento de reconciliación con el afuera, con esos espacios abiertos que fueron recopilados para luego transitar la ruta que los llevó al poema.
La poeta escribe y maneja con fluidez la sintaxis, los silencios, el lenguaje despojado y un vocabulario nutrido. Sabe lo que sabe y se convierte en una mujer empoderada: estuve alojada allí/ en el costal del miedo/ y aun teniendo/ un fondo de huida/ permanecí.
Alarcón Irrazabal utiliza la percepción como recurso imprescindible. Una percepción que se instala a lo largo del poemario para situarse en la esencia del poema. Como diría Flaubert la soledad enseña a no someterse a cualquier compañía y ella lo hace verso; urdí/ bajo la piedra/ el vuelo/ ahora recuerdo/ cuánto deseo mi soledad. Este deseo encuentra un lugar, ancla, posee un punto de partida en compañía de sus ancestros, del padre, de esa parte donde la soledad se hace carne, a pesar del ruido. Dice: de esta casa/ tendré que despedirme/ quien por último olvida/ es la voz de mi padre/ en la mañana. Sin embargo, parafraseando a Dickinson La orilla es más segura, pero me gusta luchar con las olas y, en este libro, la poeta salta al mundo, pero resguarda ese rincón sagrado.
Todos tenemos una casa en nuestra mente. Casas inexploradas e interminables donde parte de nuestra vida se queda allí detenida, para siempre, mientras la otra parte vuela salvajemente para luego, al regresar, reconocer que ese es y fue siempre el Lugar de permanencias.
La morada, el sitio desde donde se emerge al infinito, a una calle desconocida, ya estaba tu cuerpo/ cuando yo llegué/ y era del tamaño de una casa/ vacía/ pero al fin casa. Hablamos del lugar que incluso puede no serlo, que incluso puede ser un anhelo; cada hombre es la herencia/ y la sombra del deseo/ quien no hace casa/ tiene huérfanos los huesos.
Desde el comienzo, este libro, prologado por Andrea Barbá y editado por Inflorescencia Editorial, habla de la condición humana. En cada poema hay una rebeldía que acepta la reconciliación con el mundo, sobria y escuetamente. Al adentrarnos en la obra, Alarcón organiza, desmenuza y expande una original arqueología del recuerdo, ya que capta aquellas imágenes más significativas. Es allí cuando el poema salta y las voces se dejan escuchar de una manera decisiva: una madre/ pariendo desperdicio/ creo que tampoco soy yo/ aunque/ rondando la plaza/ días previos/ haya sentido/ que tal vez/ quizás/ si cupiese/ no tan solo el miedo/ si te dejara/aún/ doliendo/ podría ser una madre.
En cada página, encontramos la búsqueda, la identidad y la memoria, la desolación, encontramos al padre y al hijo, el movimiento, y una profunda tristeza que sin embargo se enlaza a la esperanza. Los objetos cotidianos se convierten en poesía, te miro trabajar el jardín/ como quien asiente la vida/ y sabe persistir. Territorios habituales, caminos y sueños, donde la exploración del yo poético y su consecuente reconocimiento de la imposibilidad, consiguen hacer visible ese otro Lugar de permanencias.
La escritura, como la entiendo, es un ejercicio de decir y preguntarse, contemplar y hacer de esa contemplación, poesía. La capacidad de expandirse con ferocidad, pero también de sanar. Alarcón Irrazábal exhibe una sensibilidad que arde bajo cada verso y se manifiesta en estallido, haciendo visible las fracturas, el acto de pensar y descubrir un decir nuevo, con el ya cotidiano.
Los poemas del libro transitan lo incorpóreo, tienen el espacio para hacer irrepetibles las vivencias entre lo real y lo irreal ¿acaso las cosas sin fin tienen un común denominador? ¿a cuál mundo se refiere? esto es así/ siempre fue así/ las cosas sin fin/ llenan el mundo. La poeta nos transporta a la búsqueda de la verdad y del conocimiento, en clave de una lógica de pensamiento, de un ritual. A partir de lo que expresa, se percibe esa búsqueda del sentido del ser que le permite habitar y habitarse, significarse. Contemplar y concluir entre las cosas y los afectos, esa es su fortaleza.
Ella mira a través de la poesía y este primer libro no hace más que confirmarlo.
Libro comentado: Lugar de permanencias, de Francisca Alarcón Irrazabal (Inflorescencia Editorial, 2022)
Mónica Cazón (Tucumán). Escritora, Lic. en Ciencias de la Educación y Especialista en Literatura Infantil/Juvenil. Se desempeña en la UNT en Educación No Formal. Docente en PLAT. Coordina la Asociación Literaria Lagmanovich. Fundó el CIDELIJ Tuc (Centro de Investigación, Estudio y Lectura de la Literatura infantil/juvenil -Ente Cultural-UNT- y el Laboratorio de lectura crítica e investigación “MicroLee”. Gestora cultural. Colabora en La Gaceta Literaria y otros. Lleva editos 12 libros de diferentes géneros.
Reseña impecable para un libro imperdible!