Por Gabriel Amos Bellos |
Una actriz (¿actante? ¿actora?), monta su celular sobre un soporte, configura una emisión en vivo, la inicia; recortada en parte por el campo de la cámara, da unos pasos hasta un lugar ya escogido, rincón de patio ahora obrante como escenografía y escenario; gira y se acuclilla lento, el brazo plegado ocultando un seno desnudo (el ángulo calculado hábilmente nos esconde el otro), una mano oculta un ojo cobijado en la palma que imagino húmeda; el otro ojo mojado tras un intencionado enchastre de cubreojeras y rimmel barato (¿témpera negra?) se clava en el ojo de la cam (no en mi ojo que no se clava en el ojo de la cam ni en su ojo de actante ni en su otro ojo también oculto pero por el dorso de su mano); ella monta una intensa breve escena en su aquí y ahora que, aún simultáneos a los míos, son para mí un allá y entonces. Un escenario diferido; dos. A flujo vivo.
En casa (claro), sentado justo donde estoy sentado ahora aunque en otra actitud corporal y mental, emocional, miro mi monitor igual que lo miraba entonces: mirando, como casi toda vez que lo miro, otra cosa. La observo –entonces-; me recuerdo ahora, cuando escribo, observándola ¿soy por eso su espectador? ¿lo fui? ¿Tercer escenario diferido? ¿cuarto, lectora, si cuento además el tuyo, tu escenario de lectura? ¿quinto, sexto, si cargo a la cuenta nuestros respectivos monitores?
Entro en y salgo del acuerdo escénico como hice siempre, desde que recuerdo. También eso, recordar y recordarme recordar, tiene que ver con escenarios diferidos, y con entrar y salir del acuerdo escénico. Pienso en la práctica, tan inglesa en tantos sentidos, del teatro filmado: Cámara fija (una sola, buena, no la de los Comunes), montada en un punto de vista de supuesto privilegio en un sitio en que un espectador (expectante), si en algo sabe lo que hace no se ubicaría jamás. Sonido perfecto hasta lo imposible (un micrófono aéreo de jirafa, bueno también, crystal clear). Impecable puesta en escena, vestuario minucioso, utilería rotunda. BBC… Puede que sea Shakespeare, pero ¿es todavía isabelino? ¿es, incluso, Shakespeare? ¿Sigue siendo teatro?
Otro escenario diferido. Teatristas, dramaturgos, espectadores y teóricos se preguntan, hemos preguntado, nos preguntamos: ¿es Teatro?
Y se trata-ba de tiempo, pero también de la presencia simultánea de los cuerpos en un mismo espacio (nunca exactamente el mismo, o sería un obvio problema para Físicos). Se trataba del tiempo que ocurría entre la filmación de la acción teatral en un espacio, y el momento en que –en otro espacio-, unos espectadores observan la cosa (digo: la pantalla en que se re-produce una acción teatral ya extinta).
Escenario diferido. Otro. (“Eine andere schauplatz”, recuerdo que en alguna parte, en otro tiempo y lugar, escribió Freud, pensando ambiguo en otras metáforas, en otras ubicaciones, en otros escenarios, en otras ambigüedades). Nada hay gratuito. Nunca una asociación es libre, sabemos.
Y se trataba y trata de intercambio, además: de otros intercambios también simbólicos y también vinculados con lo vivo, con la vida, con la transmisión viva de lo vivo real. El sustento. Intercambios que ahora se llaman “monetización” (no “entrada”, no “boleto”, no “derecho de espectáculo”); todos circunloquios. Todos escenarios diferidos cuando de lo que se trata es de vivir, de sostener el flujo de lo vivo; nada imaginario.
También para el teatro (los teatristas). Para que le/s sea posible reproducirse. Ponerse en escena. Continuar. Pasar a la generación siguente (re-generarse). Hacerse otro, que es lo que desde hace miles de años hace lo teatral, mutando en sus formas para seguir siendo eso mismo en cada espacio, en cada escenario en que se hace o haya hecho acto, puesto en escena. Diferido. Lo mismo otro: Transferencia (“Eine andere schauplatz”).
… Catarsis.
Digo sí; creo porque decido creer: es Teatro, entonces. Ahora. Sigue siendo teatro; es lo vivo lo diferido, siempre y cada vez que se lo pone en escena, expectante.
Entro en el acuerdo escénico; acepto esa porción de realidad ficcionalizada como si fuese real; miro mi monitor mirando, como casi toda vez que lo miro, otra cosa: una mujer, recortada en parte por mi punto de vista, da algunos pasos alejándose de mí hasta un rincón de patio; gira y se acuclilla lento, el brazo plegado ocultando un seno desnudo (el ángulo de su cuerpo me oculta el otro), una mano cobija un ojo en su palma húmeda; el otro ojo, bañado en un enchastre de cubreojeras y rimmel barato, se clava en mi ojo que no se clava en su otro ojo tras el dorso de la mano; intensa, desgarrada, ella solloza en mi aquí y ahora, a flujo vivo.-
Fotografía: Sandra Perez Luna – fotograma de «Carne Asada», pieza del proyecto Perfodemias, del grupo Manojo de Calles; disponible en el canal de YouTube fueradefoco.virtual
Gabriel Amos Bellos es hijo de una bibliotecaria colegial y un minúsculo industrial textil (Z”L), santafesinos afincados en Tucumán poco antes de la época del cierre de ingenios. Judío laico egresado de bachillerato comercial no tan laico, ex boy-scout jalutziano, aikidoka no muy esmerado, ambientalista poco convencido, antibelicista escéptico, anticolonialista resignado y humorista mal comprendido, ha devenido un licenciado en psicología ligeramente excéntrico, formado además en otras ciencias sociales, filosofía y psicoanálisis. Describe el clima tucumano como «subtropical semiárido», creyendo justificar así una actitud de amable cactácea. Investigador y docente universitario, amador del teatro y escritor casual desde su adolescencia (bastante inédito o escritorzuelo, según se mire), fue parte de varios ignotos grupos literarios y publicó esporádicamente en revistas de circulación local; apenas ha compartido su obra en uno que otro festival, y merecido algunas ínfimas menciones en tres o cinco olvidados certámenes de poesía, sin que ello baste para disuadirlo. Entre 2011 y 2014 fue asiduo colaborador de la Biblioteca Parlante Haroldo Conti, en cuyo marco fundó y codirigió Ediciones de La Eterna. Mejor destino ha tenido su dispersa ensayística, y entre sus publicaciones cuenta un libro de apotegmas, «Noccidental», agotado en papel pero descargable en línea. Tiene comprometida con Falta Envido Ediciones (del Colectivo Escuchara), la 2ª edición de su poemario «Diáspora» para 2021, mientras pergeña la reedición jujeña de «Refracciones», su dubitabundo tomo de microensayos.-
Libros de Gabriel Amos Bellos en La Tiendita de La Papa:
Noccidental https://lapapa.online/producto/noccidental/