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ISSN 2684-0626

 

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Tema libre: La papa

Por Verónica Juliano |

Saussure fue un genio de la lingüística de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. A él le debemos –en parte– los primeros desarrollos de una incipiente disciplina: la semiótica. En parte, también, a Peirce.

Es sabida la historia: el célebre Curso de Lingüística General fue publicado por los discípulos de Saussure que comprendieron que los apuntes de sus clases eran oro en polvo y debían pasar a la posteridad. Sabiéndolo o intuyéndolo, contribuyeron a que los que vinimos después pudiéramos pensar sus postulados, continuarlos, refutarlos, transformarlos en otra cosa. A fin de cuentas, hacerlos productividad.

Pienso que sin el signo lingüístico de Saussure no habrían sido posibles las Mitologías de Barthes, por ejemplo. Y eso hubiera sido muy lamentable.

Como todas las teorías, tuvo sus inmensos aciertos y también sus limitaciones. Jamás hay que perder de vista que los desarrollos científicos se dan en contextos determinados y que las formas de pensar y de imaginar siempre están sujetas a esas condiciones históricas. Son, como se dice, “presas” de su tiempo.

Una de mis partes favoritas de la teoría es uno de los atributos principales del signo: la arbitrariedad. La relación entre el significado y el significante es arbitraria. Dicho de otro modo, no hay nada natural en el vínculo del concepto con su imagen acústica: es pura convención. Así, cuando decimos “papa” la imagen que creamos en nuestras mentes puede corresponderse, efectivamente, con la del tubérculo (en cualquiera de sus variantes) o no y ser muchas otras cosas: el puré de la caja, el papa Francisco, el señor cara de papa, la papusa de Cadícamo… y así, exponencialmente.

Esta sección que llamamos “Tema libre: la papa” celebra nuestra capacidad de asociar y de ampliar los límites de nuestra percepción e imaginación. El tema libre se regocija, pues, en esa semiosis infinita que propicia la papa en esta dimensión y en todas las posibles.

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