Entrevista a la poeta Andrea Martín (La Rioja, 1998)
¿Cómo te encontraste con la poesía?
Escribo desde los 11 años. Empecé con cuentos, relatos, pequeños textos en prosa sobre lo que me pasaba o me imaginaba. Con la poesía en sí me encontré en el colegio y en los talleres literarios a los que iba a los 13, 14. Empecé a leer poetas clásicos, románticos, y tenía ese imaginario de la poesía que solo puede ser sobre amor, y solo puede ser bella o referirse a lo hermoso, y contener palabras rebuscadas. Toda esa idea que las personas tienen al principio cuando se encuentran con la poesía, yo la tenía en ese momento. Cuando era chica me regalaron un libro de Rubén Darío, y yo intentaba conectar con esa poesía y me costaba mucho, porque era una forma de escribir bastante elaborada y no me veía ahí para nada. Y bueno, obviamente, como toda persona que empieza a escribir, tenía en mi escritura en ese momento mis lugares comunes, que era lo esperable o lo fácil, que implica no tener mucha idea todavía de cómo trabajar un texto. Por eso algunos de mis textos eran bastante clichés todavía, pero jamás a ese punto de utilizar estas palabras complejas. A mí siempre me costó mucho eso y a día de hoy, no comparto con los poetas que escriben con un diccionario al lado, porque siento que es algo ajeno a mí y a mi vivencia, y que es utilizar una palabra para decir algo que suene hermoso, pero que en realidad no se sabe bien qué significa. Desde chica he sido bastante reacia a eso, pero mi primer encuentro con la poesía fue ese.
Recién en el 2017 y 2018, con el inicio del Espécimen Literario Rata Libre, que es un grupo cultural del que soy parte aquí en La Rioja y que realiza fanzines, talleres, charlas, empecé a conocer la poesía contemporánea argentina y latinoamericana. Recién al congeniar con este grupo de amigos y al conocer un poco más sobre sus lecturas y poner en la mesa las mías, al hacer ese intercambio, me encontré con una poesía más allegada a mi cotidianidad, que tiene un lenguaje más informal, con otro ritmo y longitud, y con otra forma de escritura. No era la poesía solemne que esperaba encontrarme. Y me di cuenta de que mi voz podía acercarse a eso, o que eso podía ser cercano a lo que yo tenía para decir, y desde entonces me animé a explorar más por esos lados.
Yo venía desde 2016 teniendo estos intentos de escribir poesía de una u otra forma, y las cosas que me salían en ese momento estaban entre el relato y la poesía siempre, como una poesía prosaica pero que no terminaba de despegarse totalmente. Porque, bueno, creo que es el modo en que uno empieza a escribir, ¿no? Con narrativa e incorporando sus recursos. Y hoy me pasa exactamente lo opuesto. Prefiero la poesía y me cuesta mucho escribir cuentos y relatos. Pero bueno, le pasa siempre al poeta con la narrativa y al narrador con la poesía.
Es interesante lo que pude hacer después con ese primer encuentro. Ahora siento que mis poemas encarnan un montón de vivencias, tanto mías como de las personas que me rodean. Tampoco creo que la poesía deba ser constantemente una máquina de dejar dicho lo que sucede, me parece inverosímil a la hora de escribirla o leerla porque no interesa realmente si los hechos sucedieron o no. Pero me parece valioso construir un poema o una obra con mis palabras y no desde lo heredado, con fórmulas y medidas exactas de lo que tiene que escribirse.
¿Qué escritores admirás actualmente?
Porque es lo que me obsesiona en este momento, estoy siguiendo a escritores que siguen la misma línea de innovar desde la virtualidad con poesía de Internet. Tengo la fortuna de compartir amistad con varios. Una escritora que me fascina es Marlene Ayala, de San Luis, que forma parte de Perniciosa Editorial. También Valeria Mussio de Bahía Blanca, que lleva adelante la Editorial Matrerita de epubs gratuitos. A nivel internacional, me fascina la poesía de Lucía Carvalho, de Bolivia. Las tres realizan proyectos ligados a la videopoesía, bots de Twitter, blogs y experimentan constantemente en diferentes plataformas con poemas nostálgicos, feministas, cercanos a la cultura pop y a los memes.
¿Adherís a alguna corriente estética de la poesía?
La verdad, no siento que mi poesía sea parte de alguna corriente estética en sí. Creo que es, obviamente, allegada a lo que leemos ahora como poesía contemporánea, pero que siempre se está renovando. Esta poesía de cierta brevedad al contar, y de cierto vocabulario que es más bien informal y allegado a lo que se vive en el ahora. De todos modos, me parece interesante lo que otros puedan decir de mi poesía. Si les parece que puede entrar o no en una corriente estética. Pero en sí no escribo pensando en eso. Sí me gusta impulsar proyectos u obras que sean diferentes y tengan su propia estética, movida, tema y modos de ser y hacerse. Recientemente he experimentado con eso porque participé en un taller sobre poesía de Internet, organizado por el grupo Poesía Sub 25, de escritores latinoamericanos aceleracionistas. Vimos las innovaciones en la poesía a raíz de su relación con las plataformas digitales y las formas de escritura y expresión en las redes sociales que usamos diariamente. Exploramos cómo se puede jugar con el texto y hacerlo interactivo para el lector, de manera que sea partícipe de una obra en una plataforma en constante actualización. El código puede ser modificado en cualquier momento con algo nuevo y eso lo diferencia del libro impreso. Me interesa mucho eso y es algo en lo que estoy trabajando con mi poemario web Chaotic Energy, que saldrá este año.
Recientemente lancé una parte de ese poemario como una muestra de los ejercicios que hicimos en el taller. “Perreopoemas” es un sitio web que es parte de Chaotic Energy en el que juego con el sampleo de letras de reggaetón. Eso está ligado a mi intento por alejarme de esa poesía solemne y seria que conocí al principio, y de crear desde lo informal y lo que atraviesa culturalmente mi vida y la de quienes me rodean. Tomé fragmentos de letras de diferentes canciones y según su sintáctica, las organicé en la página de Perreopoemas, programando cada verso para que con cada actualización el algoritmo eligiera al azar y presentara cada vez un perreopoema nuevo. Estos poemas también tienen una estética web característica, con gifs de internet de la era MySpace.
Creo que estar abierto, como escritor, a realizar estos ejercicios de escritura en interfaces a las que no estamos familiarizados es sumamente valioso, porque implica un desafío en la edición (en este caso, programación) de la propia obra y permite al lector la posibilidad de ser el que acciona el interruptor que lo presenta con algo diferente cada vez que refresca la página.
Me resulta fascinante el debate sobre la originalidad de un texto, porque deviene de ideas externas, de otros textos, de otras voces. El juego con el ensamblaje, la combinación y el collage se evidencia en todo lo que escribo y lo que hago, porque está presente en la faceta visual de mis plaquetas también y viene de mis años editando fanzines. En diversos poemas de Gulita Porosa incluyo citas de canciones. La cita que abre el libro es el estribillo de Toxic de Britney Spears, y creo que es una forma de decirle al lector que estuve pensando en determinada canción, o idea, o palabra o atmósfera al momento de escribir. En mis plaquetas Luz Fluorescente y Revelados incluí playlists para cada obra. Mi forma de escribir está fuertemente ligada a la música que escucho, a las frases que canto. Los ensamblajes que hago en cada caso en mis poemas son mi forma de decir “Ey, esto suena bien y queda bien cuando lo leo, así que probablemente sea un buen poema”. No hay mucha más seguridad para el poeta que eso: “Creo que es un buen poema”. Y nada más.
¿Existe alguna poesía que no te guste?
Sí. Es, además de la poesía romántica de la que hablé al principio (en el sentido de lo barroco y del tema amoroso), la poesía de Instagram, o instagrameable, como yo le llamo. Me gustan los poemas de amor y he escrito bastantes, se repite mucho en mi escritura, pero es otro tipo de poética, no tan rebuscada y más sencilla, pero también contundente. Escribir poemas de amor en este contexto y en este momento, con estas palabras y con esta voz de lo contemporáneo implica mostrar otras caras del amor que antes no se tenían tan en cuenta. Se suele reducir a amor o desamor. Pero me interesa mucho lo que está entre esas dos variables, y las formas en que eso puede exhibirse, a través de una anécdota o un paisaje en un poema sobre una pareja que no sabe si lo que hace está bien o mal. Prefiero que un poema se elabore sobre esa incertidumbre propia del enamoramiento, y no tanto sobre la seguridad del “te amo y quiero estar con vos para siempre”.
La poesía de Instagram es algo con lo que me topo seguido, como cualquiera. Me pasa, porque sigo en mis redes a diferentes autores, editoriales, librerías, y uno se da cuenta cuando un poema es escrito exclusivamente con el fin de ser impreso, que le saquen una foto a esa página, y que salga con las medidas exactas para entrar en una publicación para Instagram. Además el tema de estos poemas y el modo de expresión en ellos se acerca demasiado a lo esperable. Con leer un verso al azar se puede inferir medianamente lo que dirá el próximo, y al continuar la lectura uno se da cuenta de que sí, es así. Son poemas que nos dicen lo que queremos leer.
Obviamente, yo no soy quién para decir lo que otros escritores deben hacer o decir. Es simplemente una preferencia y crítica personal basada en lo que a mí me gusta leer. Tampoco creo que la escritura deba ser relegada a una elite del buen escribir o de la poesía de verdad, porque me parece que la poesía de verdad no existe, o quizá no exista quién pueda catalogar qué es poesía de verdad y qué no. Creo que mucho de lo que entendemos como poesía es convalidado por la tradición y lo que se lee, y se genera, casi que sin querer pero a la vez sí, ese parámetro de lo inalcanzable en el mundo de la escritura y al que todo escritor es sometido y presionado. Pienso que no hay nada más reconfortante que liberarse de esas exigencias y matar el ego de escritor, de la voz y la palabra como posesiones.
Actualmente hay movidas marketineras demasiado obvias en la interfaz digital, la poesía instagrameable es una de ellas. Pero me parece valioso igualmente el acto de escribir un poema en la aplicación de Notas, tomarle captura de pantalla y subirlo a las redes, porque es una forma de difusión y viralización libre, todos pueden acceder fácilmente y eso es importante. Creo que puede hacerse mucho con muy poco, y que es interesante la búsqueda y el crecimiento en la escritura, ya sea en formato físico o digital. No tanto la certeza de que lo que se escribe o se publica es un poema definitivo, o en un formato definitivo. La experimentación constante en plataformas diferentes es la clave, al menos para mí. En el tema, en la estética, en la voz… hay muchas cosas sobre las que se puede poetizar y siempre habrá lectores dispuestos a encontrarse con ese material.
En sí mismo es valioso el acto de poner en palabras lo que pasa en nuestra vida. Hay personas que piensan que siempre es fácil para quienes escribimos y no es para nada el caso. De hecho, el orden de los versos y la musicalidad de las palabras tienen bastante para decirnos. Corregir un poema a veces implica reemplazar una sola palabra, una sola coma, un solo elemento, y cambia completamente.
¿Qué temáticas, estados de percepción u objetos te disparan a escribir?
Yo escribo bastante sobre mí, mucha de mi escritura es autobiográfica. Pero además lo fusiono con elementos que tomo de otras personas allegadas a mí, o que me imagino, o que sueño, o que vi en alguna película. Casablanca, uno de los poemas de Gulita Porosa, se llama así porque hablo de un viaje en avión. Lo escribí en mi primer viaje en avión, y me imaginé esta historia de amor y despedida que sigue el hilo conductor de los demás poemas del libro. En un principio se llamaba Jet Lag, pero me gusta mucho que, como con los fragmentos de canciones, mis lectores puedan ver una referencia a la cultura pop en lo que escribo, algo “icónico” para ellos. Me emociona ver lo que yo considero “icónico” en los lugares menos pensados.
Cada vez que tengo un bloqueo artístico me rodeo de arte. Veo películas, pinturas, cine, teatro, danza, escucho música, leo. Todas esas cosas me motivan. No creo en el concepto de inspiración en sí. No comparto con esa idea de que viene al poeta como un rayo en el momento menos esperado, y que lo que haga bajo ese efecto sea siempre genial y valioso a la primera, algo definitivo. Me gusta más ir trabajando el poema a partir de los elementos que puedan llegar a conformarlo. Voy anotando frases, diálogos, en cuadernos y aplicaciones de Notas. En WhatsApp tengo un grupo conmigo misma donde me envío audios y anotaciones. Rescato lo que evoca cada elemento y cómo suena. Me gustan las frases que se presentan como acertijos o preguntas retóricas, que dejan abierto algo a lo subjetivo siempre, a hacer cierta introspección. Me gustan los poemas que van a la yugular y es algo trato que hagan los míos, sobre todo al final. Un poema que me deja helada de la sorpresa es un poema que me gusta. Por eso siento rechazo al leer algo muy predecible, aunque a veces tampoco es tan sencillo alejarse de eso. Es un intento constante.
La obra que mejor exhibe que escribo basándome en lo que me sucede es Revelados, que es la plaqueta de poesía más íntima que lancé hasta ahora. Se cuenta la historia de mi familia, a través de poemas y fotografías de mi archivo familiar, que es también una forma de contar mi propia historia y dar cuenta de mi propia identidad. También me inspiran las vivencias que me atraviesan como mujer. Tener que lidiar diariamente con el machismo en mi ciudad, a pesar de los cambios y las luchas que se han dado a nivel nacional gracias a la lucha feminista en los últimos años. Hay una presión para las mujeres que se deja ver sobre todo en la poesía de autoras femeninas. Lleva una crudeza y fatalidad que deja ver ese padecer constante. Pero lo que rescato de esas escritoras y de mi escritura, sobre todo en Gulita Porosa que aborda este tema en primer plano, es que ya no nos importa tanto lo que se diga, entonces nos animamos a construir una estética propia, que desenmascara un montón de tabúes, temas por los que éramos silenciadas porque eran escandalosos en su momento. En Gulita se plantea la sexualidad femenina, el deseo de la maternidad, las relaciones afectivas, el aborto.
Actualmente hay escritores que escriben sobre estos temas porque están en boga, y no tanto para visibilizarlos. Se escribe sobre lo que llama la atención, lo exótico, lo que vende. Por eso he dudado mucho en un principio sobre si publicar Gulita en mi provincia es lo correcto, sabiendo que seré juzgada por cuánto se “exhiba” en la obra, ya desde la fotografía de tapa que muestra mi torso desnudo. Y es una realidad que las escritoras vivimos cada vez que hacemos este tipo de publicaciones. No se juzga su valor literario, más bien se hacen juicios sobre nuestra vida privada. Pero igualmente creo que Gulita es uno de los tantos libros que han venido para cambiar las cosas, impulsar una literatura que refiera a estos temas en la provincia, y que desde lo simbólico influya en la cultura local. Hay una nueva poética riojana y me enorgullece formar parte de ella.
¿Buscás trascendencia o cambiar alguna cuestión existencial personal o del mundo, en general, cuando escribís poesía?
No, pero yo creo que en un punto todo escritor ha buscado esa trascendencia en su escritura. Algunos lo hacen hasta hoy y otros lo tomamos como un pasatiempo y un momento de expresión y goce. No escribo para crecer, sino que crezco y es un proceso que se ve reflejado en lo que hago y en la forma en que lo hago. En ese pasatiempo que es la escritura hay una evolución y un momento de reflexión sobre lo vivido. En la lectura eso puede llevar al lector a identificarse con otras cosas, con sus propios procesos, eso es algo que valoro mucho y devoluciones así me hacen sentir halagada.
Creo que en la escritura de la poesía hay mucho de ese volver hacia uno mismo que es implícito e inconsciente. Me pasa que escribo algo sobre un hecho que recuerdo y al leerlo de nuevo se me revela otra cosa que no tuve en cuenta, y así con cada lectura. Me parece más valioso eso de lo oculto y de lo que puede develarse y construirse en cada lectura que lo enteramente transparente. En mi cotidianidad no soy una persona espiritual sino más bien impulsiva, actúo y luego pienso sobre eso y vivo con la incertidumbre de si hice bien o mal, y es algo sobre lo que escribo siempre. Me motiva tomar caminos distintos y dejarme llevar por las palabras y sus posibilidades.
En Gulita Porosa se construye un yo poético, en ocasiones, que pareciera estar haciendo una reconfiguración sobre las nuevas formas de relacionarse con el otro o lo Otro, ¿Coincidís con ello? ¿Pensás que es una obra dirigida a la juventud? ¿O es más bien un balance de tu propia juventud?
En el proceso de escritura de Gulita no he pensado en algún público o grupo en particular. Me emociona la idea de que, además de la juventud, llegue a personas mayores. Es, sin duda, un balance de mi juventud pero también de la juventud actual en general. En la configuración del libro tomé sucesos de amigos, conocidos, personajes de películas, y propios. Es la historia de lo que significa ser una mujer joven en una provincia machista, de un país con un alto índice de femicidios y violaciones y en el que, en el momento que escribí el libro, el aborto aún no era legal. Alrededor de la figura de la mujer joven se arman infinidad de tabúes, prejuicios y ridiculizaciones. Se supone que una mujer mayor actúa de acuerdo a su edad, y una niña o adolescente todavía lo está aprendiendo.
Una mujer joven, de veintitantos, está explorando lo que quiere, puede y es mejor para ella. Siente doblemente esa carga y presión por ser socializada en un contexto machista y la búsqueda por liberarse de esos mandatos. Y se cuestionan planteamientos que antes no, como el deseo de ser madre, el disfrute sano de su sexualidad, la construcción de una relación madura. Parecen debates superados socialmente, pero la presión social sigue pisando fuerte incluso hoy.
Coincido con que Gulita Porosa muestra una nueva forma de relación con el otro, o lo Otro. Últimamente han surgido debates sobre los modos de relacionarnos sanamente con los demás. En ellos se presenta la noción de responsabilidad afectiva, con la que no estoy tan de acuerdo. Es bastante común idealizar a ese otro, y que cuando las cosas no resulten como queríamos, nos enojemos y busquemos que ese otro se haga cargo de nuestras idealizaciones. Pienso que es fundamental abrir siempre un espacio de comunicación sana, en el que puedan plantearse todas las inquietudes. También creo que lo más importante en una relación es la confianza, el cuidado y el consenso.
Puedo tomar del trato del otro un aprendizaje, siempre. Y eso me permite repensarme como mujer, liberándome de las etiquetas que me son asignadas por mis acciones o, mejor, convirtiéndome en todas, como en el poema Todas y una: soy al mismo tiempo virgen, puta, amante, madre, sabia. Todas lo somos, y creo que es interesante reconfigurar nuestras relaciones y explorar, en nosotras y en los otros, todas nuestras facetas como personas.
¿Qué sería una Gulita porosa?
Me encanta esta pregunta porque me la hacen siempre, así como el porqué del título. Cuando escribí los primeros poemas, se los compartí a una amiga, comentándole que tenía la idea de hacer un libro que explore la sexualidad femenina y sus tabúes. Ella me habló de Putita Golosa, el libro de Luciana Peker que aborda estos temas desde el feminismo, y le cambió el orden a algunas letras, quedando Gulita Porosa. Me gusta que se mantenga el concepto de gula ligado a lo sexual. Muchos me preguntan si tiene que ver con la comida, si ser goloso es ser glotón en este caso. En el título del libro ya no está tan implícita la parte sexual, como con el “Putita” de Luciana Peker. Pero sigue presente la noción de uno de los siete pecados capitales, ligado al disfrute desmedido de las cosas en general. Pero es chiquita, porque tiene el diminutivo. Es inofensiva, no debe tomarse con tanta gravedad. O se vuelve chiquita, porque se reprime. Es un pequeño placer culposo.
Porosa me retrotrae a lo que es poroso, a esa textura con huecos o poros que absorbe. Pienso en una Gulita que absorbe lo que se le presenta, y tiene que ver con lo sexual pero también con el placer en general, y con lo que el otro me da o puede darme. Lo que me llevo de las relaciones.
Pienso en una Gulita Porosa como una mujer que desde chica recibió el mandato de que debe sentirse culpable por disfrutar de lo que le gusta, pero que es receptiva y se lleva algo de cada relación, de cada persona, y no importa si es bueno o malo porque siempre es un aprendizaje. Todas somos Gulitas Porosas.
¿Qué opinas del panorama histórico y actual de la poesía de La Rioja?
Ha habido, y sigue habiendo, un bagaje cultural y literario muy enriquecedor en la provincia. Múltiples escritores, múltiples obras, muchos años de tradición y publicación. La poesía riojana se caracteriza, igualmente, por ser esa poética de lo folclórico, del paisaje inmediato y las costumbres de los pueblos de aquí, de sus personajes. Pienso en Héctor David Gatica, en Ariel Ferraro, en Daniel Moyano. Recientemente descubrí que un tío abuelo mío también escribió poesía, José Martiniano Paredes, y fue un hombre reconocido de la cultura de aquí desde los años 40’ hasta los 80’.
Cuando leo su libro de poemas, y leo el mío, me encuentro, como es de esperarse, con dos poéticas completamente diferentes. La suya es esta de la rima, de la musicalidad más cercana a la copla, de la naturaleza y de la figura del campesino riojano. La mía es la de la irrupción de otras citas y vocablos informales, de la ciudad y lo urbano, de la cotidianidad joven y la cultura pop. Cada una con su propio e importante valor para la comunidad. Y me parece fascinante los modos en que la palabra ha cambiado a lo largo de los años.
Hoy, como ya dije, se está dejando ver cada vez más una nueva poética riojana, con otras voces y temas. Incluso se están llevando a cabo proyectos que hacen dialogar estas nuevas formas de decir con las anteriores. Hay que reconocer la importancia de estas voces fundacionales para la poesía nueva, y esta novedosa forma de decir que nos trae una perspectiva diferente de la de ayer.
Otro hecho no menor es que hay cada vez más mujeres animándose a compartir su escritura, con todo lo que ello implica a veces. Pensar en una nueva poética femenina aquí es fascinante, porque nos permite referirnos a las presiones que vivimos cada día.
¿Cuál es tu mayor gula?
Mi mayor gula es indudablemente escuchar música, en todo momento y lugar. Realmente no me concibo sin ella. Leí por ahí que la música es la forma en que decoramos el tiempo. Es algo que necesito siempre. Otra gula muy grande: Dormir. Pero ya se acerca más a la pereza así que no entraré en detalles.
¿Qué opinás de las siguientes frases?
La poesía es el reverso de las cosas.
Muchas veces nos muestra la cara de las cosas que no queremos o no esperábamos ver. Me pasa cada vez que leo un poema que me deja helada. Y es fascinante la multiplicidad de perspectivas en los escritores. Creo que quienes escriben sobre lo esperable, sobre lo que el lector quiere leer, no tienen en cuenta esto.
La poesía es resistencia de los órdenes hegemónicos.
Como todo arte, la poesía es resistencia y expresión. Permite poner en palabras lo que de otro modo es censurado, limitado, estructurado. Y también influye desde lo simbólico en la cultura, en las estructuras cimentadas. Mucho puede cambiarse, muchos ojos pueden abrirse, con poesía. Quizá no inmediatamente, pero el hecho de replantearnos nuestras concepciones es ya importante.
La poesía es evasión.
Sin duda es evasión, pero creo que como todo, implica evadirse de algunas cosas y situaciones para adentrarse en otras. Creo que es alejarse de lo inmediato, y por eso es una excelente herramienta de reflexión e introspección.
La poesía es libertad y levedad.
Es lo más cercano que tenemos a la real libertad, que es la múltiple posibilidad de temas, voces, tonos, recursos, combinaciones de palabras y sonidos. En la poesía se permiten juegos que en otros textos no. Sobre la levedad, tengo mis dudas. Creo que la poesía no está ahí para hacernos sentir leves. Es algo accidental que viene con ella. Escribir lo que nos pesa es un excelente ejercicio. Leer un poema sobre eso y sentirse identificado es un poco sentirse leve, sentir que uno no es el único, que no todo está perdido. Es la sensación de levedad de cuando se tiene esperanza en algo.
La poesía se escribe en la discontinuidad.
Concuerdo totalmente. Si quiero escribir lo que me sucede, primero espero que termine de suceder, que pase un tiempo determinado, y luego encuentro la forma de hacer poesía sobre eso. En el día a día hay mucho que ver, hacer y vivir. Encuentro mejor trabajar sobre lo ya visto. También es significativa esa revaloración, ese volver a un momento o elemento determinado. Porque impacta mucho mejor lo que se sintió entonces.
La poesía es para unos pocos y nos hace sentirnos apartados del resto.
No comparto para nada. Recientemente leí un artículo sobre un autor que afirmaba que ahora cualquiera puede escribir poesía, con ese tono de que lo que se está diciendo es una barbaridad, es impensado y no puede ser. Me parece fantástico que cualquiera pueda escribir poesía, que cualquiera pueda hacerse de ella o dejarse hacer por ella, porque representa una pluralidad de voces y estilos y recursos muy importante y fructífera. Escribir es escribir en una comunidad, por eso es también resistencia.
La poesía es un estado de conciencia alterado.
No sé realmente hasta qué punto la poesía pueda serlo, en mi vivencia propia no la siento tan así. Pero es lo que nos ayuda a sobrellevar la conciencia cotidiana, estar demasiado despiertos, demasiado en nuestros sentidos.
La poesía es la alerta por lo humano a punto de perderse.
Me parece curioso lo de lo humano a punto de perderse, porque no es ninguna novedad que hay actualmente máquinas y algoritmos que escriben poesía basándose en lo ya escrito. Y entonces, en el ejercicio por determinar si un poema fue escrito por un bot o por una persona real, como en la página Bot or Not? Terminamos fallando. Me interesa el debate sobre lo humano que se pierde en la construcción de una poética electrónica, así como de la idea de que cada día nos vamos convirtiendo más y más en cyborgs. Creo que la poesía no es tanto el estado de alerta, sino el resto inminente de lo humano. El resto de otros discursos, de otras voces. Por eso creo que perdemos nuestro tiempo al debatir la originalidad del texto de un autor. Todo forma parte de un corpus humano que vive siempre en la poesía.
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Fotografía: Zaida Kassab
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Andrea Martín (Ánima Fugitiva) nació en 1998 en La Rioja, Argentina. Es estudiante avanzada de la Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de La Rioja. Integra el Espécimen Literario Rata Libre desde 2018 donde corrige, edita y realiza diseños gráficos para fanzines. En 2020 publicó dos plaquetas digitales, «Luz fluorescente» en la plataforma Issuu y «Revelados» en en la tienda digital de la revista de literatura tucumana La Papa. En el mismo año fue seleccionada como residente en el Festival Internacional de Poesía de Rosario. En 2021 publicó su primer libro físico, «Gulita Porosa» (Falta Envido Ediciones).
Instagram: https://www.instagram.com/animafugitiva/
Es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y redactor en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.
Qué poronga que son las editoriales tucumanas, siempre publicando pelotudeces